Si a la pregunta sobre si preocupa la deriva del movimiento 15-M el Ministro del Interior Rubalcaba no contesta y el Presidente Zapatero responde lacónicamente ¡No! por qué habría yo de escandalizarme ante lo acontecido en el Parlamento catalán, donde varios miles de ciudadanos en su libertad de expresión acudieron convocados para mostrar su público desprecio a la agresiva casta parasitaria que ese mismo día se disponía a trabajar en su contra aprobando nuevos recortes que les afectarían violentamente en sus vidas…de no haber de por medio la consabida consigna mediática de jamar el tarro al sufrido contribuyente que libre del terrorismo de ETA empieza a preguntarse por esa otra violencia estructural que de continuo le marca la espalda, ingrata tarea la de tergiversar a la que con ahínco se entregan los extremistas de la pluma, que añorantes de los felices veinticinco años de Paz que ya van para ochenta, se atreven a tildar de violencia los merecidos zarandeos de un oportunista Cayo Lara quien descaradamente buscaba protagonismo en una de tantas injusticias que se perpetran al aire libre haciéndose el orejas a cuantos le reprochaban su oportunista presencia con eso de ¡La noticia es el desahucio! y cosillas por el estilo que nos han proporcionado catárticas estampas, durante mucho tiempo por nos esperadas, como la de ver a la Diputada Montserrat Tura con una equis marcada a la espalda, a modo en como les gusta ser elegidos en las papeletas que no deja de tener su gracia por ser lo más próximo e ingenioso a la marca del Zorro que corresponde a cuantos acuden a esas Cuevas de ladrones que no nos representan; ver el antiguo anuncio del Corte Inglés con deportistas vestidos de ejecutivos trajeados a la carrera, solo que en versión democrática con sus Señorías haciendo los cien metros obstáculos; al Presidente Artur Mas irrumpiendo en helicóptero al mismo estilo de Fantomas, FumanChu y el Doctor ¡No!, aunque si he de elegir, me quedo con verles salir cómicamente de las lecheras, como los enanos payasos del circo lo hacen de un seiscientos, idea a desarrollar para ahorrar en vehículos oficiales.
Nada que ver entonces con la legendaria Justicia Catalana que de haberse aplicado como desean hacernos creer los ahora, indignados con los indignados, que no ven el modo en convertir cualquier empujoncito en otro caso Scala con el que dar al traste nuevamente la sangre ácrata que corre por nuestras venas, la misma que ardía en Cervantes, Quevedo, Valle Inclán y tantos otros donde se ha forjado nuestra idiosincrasia y espíritu de lucha resistente a sus esfuerzos en evitarlo, seguramente las sanguijuelas allí reunidas, no podrían ahora ir de radio en radio y de televisión en televisión, lloriqueando su enorme padecimiento durante tan terrible vía crucis y menos aún volver sonrientes al escenario del crimen – por lo de los recortes – como ese parlamentario que aprovechando su condición de ciego pretende ensañarse todavía más con quienes sólo le desearon transmitir de forma adaptada el malestar de un Pueblo que siente por momentos desaparecer su sistema público sanitario, caer en picado la educación, el poder adquisitivo de los sueldos…pero así como la mayoría de la prensa amarilla – o sea…la mayoría – sólo permiten ver y oír lo que les conviene, en este asunto, gracias a Internet, no hay más ciego que el que no quiera ver y sordo que el que no quiera oír, como se aproximan las multitudes cantando esa tonadilla que por los setenta aludía al Maestro Martín Villa que con brillantez supo, primero dividir y luego liquidar el anarcosindicalismo de la CNT cuya autogestión fue posteriormente diluida en comités de empresa, representación vertical y sobre todo, liberados, a manos de UGT y CCOO que nunca se lo agradecieron lo suficiente…al contrario, no han hecho más que recibir continuas subvenciones y devolución de patrimonio, a cambio de vender a la entera clase trabajadora manteniéndola mansa y desmovilizada.
La previsora Iglesia Católica, atendiendo al signo de los tiempos, sabía lo que se hacía cuando en su Catecismo de 1992 se anticipó dos décadas a lo que habría por venir, cuando tras una dilatada historia apoyándolo, decidió condenar finalmente una de las herramientas primordiales que da soporte a toda Soberanía como bien expone Achille Mbembe en “Necrología del Poder” cuál es, la capacidad de pronunciarse sobre la vida y la muerte, máxime cuando el bien de muchos, depende del mal de uno sólo, como sucede con el Tiranicidio, cuando quienes desde sus tronos atentan no ya contra la dignidad personal, que todavía, sino contra la sociedad entera.
Frente a la natural autodefensa el Estado garantiza la libertad de decisión en pos del Bien general de todo Cargo público, blindándole contra dicha comprensible reacción de cuantos singularmente se vean por ellos negativamente afectados, pues difícilmente las medidas gubernamentales contentan a todos por igual, habiendo descontentos en todo tiempo y lugar que justifican su necesaria represión en aras de su seguridad, perspectiva más sencilla de asumir, cuanta mayor es la participación de los gobernados en la elección de dichos cargos, siendo esta mayor en Democracia que en Dictadura, apreciación de grado cuantitativo que en relación inversa predispone a todo dignatario asumir el riesgo de su puesto con mejor cuerpo en una Dictadura que en una Democracia, lo que no quita para que desde su endiosamiento habitual, unos y otros primero se sorprendan y luego se indignen porque haya quien se atreva contra su sagrada figura.
Pero, rara es la ocasión en que un Pueblo reacciona contra el Poder abiertamente sin haber buen motivo para ello, entre otras cosas, porque tiene todas las de perder tanto en la calle desprovisto como está de armas para hacer frente a las fuerzas represoras gubernamentales pertrechadas de escudos, gases lacrimógenos, porras eléctricas, pelotas de goma…y en los Tribunales donde Leyes hechas a medida, no le da la más mínima baza, por lo que hemos de convenir que, cuando la reacción acontece, seguramente será debida a una precedente mala acción por parte de quien gobierna.
El blindaje del Cargo público obedece para preservar su libertad decisoria sobre los asuntos comunes que buscan el Bien general, mas desaparece a ojos de Dios y de la ciudadanía, cuando el individuo se procura ventajas privadas y más todavía, cuando sus decisiones en vez de ayudar al Bien General van en dirección contraria causando mal a la mayoría de modo constante prolongado, que hasta para eso somos pacientes, pues cuando es excepcional o no intencionado, siquiera acontece su dimisión.
Por supuesto, aunque animo a rescatar esta pedagogía, también prevengo sobre su abuso y a ensayarse otras medidas de resistencia activa que deben articularse en función del daño causado por aquellos que sean merecedores de las mismas, no pudiéndose focalizar sobre una sola persona, por muy alto que sea su cargo la simplona suma aritmética de los pequeños males causados a muchísima gente, porque entonces no habría Dios que lo resistiese y no podría haber sociedad. En mi opinión, empero, es legítimo hacerles partícipes del sufrimiento que generan en la mayoría, de modo que pongamos por caso, por una medida suya varios miles de nosotros no podamos festejar un día nuestra condición sexual, no sería exagerado privarle de celebrar su cumpleaños en paz.
No deseo abundar en el ejemplo, porque Gallardón no merece más de dos azotes en el culo, comparado con quienes habrían de ser fusilados para garantizar la paz social. Pero, con qué prontitud esta gente corre a refugiarse dialécticamente en sus familias so pretexto de diferenciar su esfera pública y privada para que las consecuencias de sus acciones que sí nos afectan a todos íntimamente provocando insomnio, irascibilidad, depresión y hasta inapetencia e impotencia sexual, no les alcance pudiendo continuar con sus desmanes como si nada. Pues se les acabó el chollo: Ya no son intocables.
Poco antes de cumplir los veinte, tuve la fortuna de leer “Contra la Paz y contra la Democracia” de Agustín García Calvo, texto que me situó decididamente en la órbita anarco-liberal en la que desde entonces me encuentro, si bien, a cada vuelta de ciclo legislativo, más escorado a la derecha…Leyendo sus agudas reflexiones, comprendí lo pernicioso que resulta hoy educar a nuestra juventud en valores tan engañosos y fútiles como son, Democracia, Libertad, y sobre todo Paz, sin haber hecho antes una labor adecuada en la formación de lo que los pedagogos designan como “Pensamiento Crítico” que adiestre al sujeto en discernir los discursos de quienes los pronuncian, el contexto en el que se enmarca el mensaje, el desarrollo histórico material de la configuración del concepto en la praxis humana fuera de los manipulados diccionarios reaccionarios, que le permitiera estar en facultad de apreciar su genuino significado y las implicaciones radicales que comporta, no limitándose el juicio a consolarse con las acostumbradas orgías etimológicas que emanan de los ideales mundos Platónicos que jamás se dieron fuera de la fantasía humana, y a los que tanto aprecio dice tener y tender la Izquierda en forma de Utopía.
Así como, en el prólogo de su “Contribución a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel” K. Marx advirtió del peligro que para el Pueblo oprimido suponía el placentero y reconfortante discurso dominical de la Iglesia Católica, no tanto por cuanto contribuía a consolidar el status quo, como por su capacidad de enjugar tristezas, penas, agravios, y sufrimientos de los más desfavorecidos, a quienes ayudaba a sobrellevar su carga en este valle de lágrimas con la esperanza de verse recompensados en el Cielo, a cambio de que se mostraran sumisos con la realidad que les había tocado vivir a modo de prueba divina, que para entonces, hasta los muy Píos, tenían claro que no la quería ni Dios, actuando así, como el mejor opio del Pueblo, en el sentido de que al aliviarles los sufrimientos físicos a través de la caridad, y espirituales por medio de sermones, aletargaba su capacidad de acción para rebelarse contra la tiranía que les mantenía en tan indigna situación alienante.
Los tiempos han cambiado, pero los comportamientos sociales, algo menos, como ya se sabía en la Ilustración “Se puede cambiar las leyes de un pueblo, pero no sus costumbres” dado que se transmiten de generación en generación a través de los “Memes” especie de genes culturales descubiertos por Dawkins, de modo que, hoy aquella labor apaciguadora que se le confió durante siglos a la casta sacerdotal de nuestro entorno, hoy se ha visto transferida a la casta docente, por ineficacia de su antecesora, cuyos servicios y oficios apenas alcanzan a llegar superficialmente a los más beatos del reino y por lo demás, ni se demandan entre una ciudadanía más preocupada por los asuntos mundanos que los espirituales, de ahí que hoy el peligro denunciado por San Karl Marx – dicho de un tirón se entiende por qué los chinos veneran a Mao- no hemos de buscarlo en los púlpitos, sino en las cátedras mediáticas, y sobre todo entre los desamparados pupitres donde las personitas más inocentes se encuentras del todo desarmadas para ofrecer ningún tipo de oposición al lavado de cerebro que se les hace durante toda el periodo escolar.
Con pasmosa elocuencia, el genial Spinoza decía en su “Ética” que él había aprendido a desconfiar de aquellos bienes, riquezas y conocimientos espirituales ofrecidos a bombo y platillo a todo el Pueblo por quienes a su vez no escatimaban medios en acumular, esconder y custodiar a capa y espada cualquier menudencia que pudiera tener algún valor material, en directa referencia a los Príncipes de la Iglesia y Curia Vaticana. Desde entonces, yo también apuré tan certera observación para aplicarla a los discursos políticos dirigidos a las masas, y tras escudriñarlos como se merecen, ¡con desconfianza! entresaco abductivamente los elementos perniciosos para mi y la ciudadanía. Pues bien, hete aquí, que entre la casta docente, directamente dependiente de la casta política que a su vez está supeditada al Poder financiero que es el que emprende y mantiene Guerras, invierte en armamento, financia las cárceles, subvenciona la compra-venta de material antidisturbios y de tortura para los Gobiernos que de él dependen, concede créditos millonarios a las empresas mercenarias de seguridad para equipar a sus efectivos con lo más sofisticado del mercado….no se tiene escrúpulos en dejar pasar las consignas de educar a los jóvenes en un valor tan peligroso como lo es la Paz, sin sospechar mínimamente que, de lo que se trata, es de despojar a las futuras generaciones oprimidas, del último de los recursos que les quedan que no es otra, que el derecho a la Resistencia y el ejercicio de la autodefensa.
Tal y como están las cosas, con la III Guerra Mundial camuflada fuera, y una solapada Guerra Civil encubierta dentro de Occidente, decir ¡Adiós a las armas! como propuso Hemingway es dar la bienvenida a la muerte, para luego preguntarse “¿Por quién doblan las campanas?” como le sucedió a la II República española a la que las democracias negaron el armamento que precisaba para defenderse del fascismo apoyado, éste sí, por soldados, tanques y aviones desde la Alemania Nazi y la Italia de Mussolini, por lo que me parece todo un despropósito, cuando no una perversa maquinación, educar a nuestra juventud en un valor falso como lo es la Paz abstracta. Aunque nuestra instintiva maldad nos facilita mucho la realización de la violencia, nuestra conveniencia vela por nuestra también naturaleza social, de modo que, de su equilibrio salimos pacíficos por la cuenta que nos trae, de no ser que, nos convenga puntualmente un comportamiento contrario a la sociedad, pero de alto provecho particular o de los nuestros, en cuyo caso nos ampara el derecho natural a ejercer violencia para preservar nuestros intereses. Estoy al tanto de los avances realizados a favor de la recolección de pruebas que soporten la solidaridad dentro de nuestra constitución animal, y ciertamente haberlas, haylas, pero no me convencen pues, mientras la solidaridad y el comportamiento altruista aparecen de forma excepcional, no así el violento, al cual debemos el ser como somos, sino en su totalidad, al menos en su mayor parte.
Sea como fuere, querido lector, asentirás conmigo que bien por amor a Dios, o miedo al demonio, la mayoría de nosotros por lo común tenemos un comportamiento pacífico. Yo por ejemplo, pese a conocer nuestra tendencia al Mal, concedo a mis iguales la ventaja de no ser peores que yo, y aunque ya nadie está en condiciones de sorprenderme moralmente pues espero de todos lo peor, acepto que físicamente si lo puedan hacer para poder interactuar en este cochino mundo de impostura general; así, sin miedo, salgo a la calle dispuesto a concederos el derecho a hablar conmigo aunque no me conozcáis, ayudaros en lo que pueda me lo pidáis o no, ser amable con vosotros sin nada a cambio salvo reciprocidad, ejerciendo toda la educación recibida, los principios cívicos inculcados, sin necesidad de mirar de reojo a la ley positiva que nos hemos dado para evitarnos tal como verdaderamente somos… Y es que, una cosa es procurar que vuestros hijos sean pacíficos, y otra muy distinta, convertirles en pacifistas, condición muy perjudicial para ellos personalmente, y para nuestra futura sociedad.
La diferencia entre la gente pacífica y los pacifistas, es que los primeros no se meten con nadie si nadie se mete con ellos, mientras los segundos son unos auténticos tocapelotas que convierten la virtud en vicio, pervirtiendo la esencia de la Paz, cuál es, la de garantizar la pervivencia del individuo y de la especie, poniendo en riesgo a los elementos que practican semejante idiotez y a su vez al colectivo en el que se integran. No voy a negar la autenticidad de los ingredientes sentimentales que mueven esta enferma ideología, por cuanto podría ser cierto que, de todos ser pacifistas, seguramente todo sería mejor que ahora, pero la estadística dice que la posibilidad de que todos los seres humanos seamos pacifistas a un mismo tiempo, no es que sea remota, es que es imposible, para todo aquel que sepa como funciona el mecanismo darwiniano que avala el proceso evolutivo, dado que, mientras haya un individuo ajeno al espíritu pacifista, el pacifismo no podrá avanzar, dado que a nada que superase la mitad de la población de la especie, los elementos agresivos acabarían con sus indefensos miembros y solo se propagarían los violentos, involucionando con ello a etapas muy anteriores a la aparición de los homínidos; pongamos un ejemplo: imagínense ustedes que en Madrid triunfaran los pacifistas, supongamos que por lo que sea, hubieran convencido al 90% de sus ciudadanos, ¿cuál sería el resultado? Tenemos dos opciones, que el 10% de los agresivos o violentos se acoquinaran y se aviniesen a un entendimiento con los pacifistas, o por el contrario, que aprovecharan la ocasión y se hicieran con el control de la situación y exterminaran a la población pacifista. Si su opción es la segunda, la consecuencia es clara: la especie, al menos en Madrid se habría perfilado más violenta y agresiva que antes y se propagarían más los genes violentos, consiguiéndose lo contrario de lo que se decía perseguir, de modo que, no conviene se extienda esta nefasta doctrina. De no ser que…la misma sea una herramienta de manipulación masiva, utilizada por los elementos agresivos actuales para que les facilitemos las cosas, como los Reptiloides de los que habla David Icke, por poner un caso que, aunque discutido, tiene su enjundia.
El espíritu pacifista viene apareciendo a lo largo de la historia tras los horrores de la guerra: pueden rastrearse desde “Historia de la guerra del Peloponeso” de Tucídides, hasta “Guerra y paz” de Tolstoi, pasando por “La paz perpetua” de Kant. Y ¡cómo no! tras las dos Guerras mundiales, su presencia entre la gente arraigó con mayor fuerza, tanto como espanto habían causado las anteriores. La victoria de Gandhi frente al Imperio británico le dio alas, el movimiento hippie y Cia, lo auparon a lo más alto, en un frenesí de auténtico amor ciego por el riesgo, pues pocos entendieron el oculto mensaje ya emitido por Jesús desde la cruz, ahora reencarnado en los nuevos apóstoles de la paz como Gandhi, Luther King, Lennon…
Haciendo mía la letra de Alaska “retorciendo palabras de amor” intentando que quieran decir lo que yo no me atrevo… si no participamos de “si deseas la paz prepara la guerra”, ni de que “la mejor defensa es un buen ataque”, que menos, ser prudentes y comulgar con que “el mejor ataque es una buena defensa”, que por supuesto en boca mía, no se trata de preparar a la juventud en la resistencia pasiva, sino en la Resistencia Activa, enseñarles a organizarse por grupos de afinidad, crear secciones de Acción Directa, Brigadas de Autodefensa, aprendizaje en el manejo de armas y explosivos, conocimiento del medio cercano, y sobre todo prepararles mental y psicológicamente para el combate tanto material como ideológico que está a punto de estallarnos delante de nuestras narices, porque como dice Seguridad Social “no quiero hablar de la lucha si no estamos preparados”. Por eso urge un cambio legal que permita a la ciudadanía portar armas para su autodefensa, y conviene que la vanguardia consciente de la situación o cuantos hayan tomado nota del Manifiesto publicado y prohibido en Francia por el Comité Invisible, aproveche los vigentes resquicios jurídico-empresariales para constituirse en empresas privadas de seguridad para hacer acopio del instrumental, logística e infraestructura adecuada: campos de entrenamiento, armamento, parque móvil blindado, reclutamiento de biólogos y químicos, y el largo etcétera del que ya disponen Prosegur, Securitas…. para hacer frente a las castas agresivas reptiloides que desean confundir a las futuras generaciones a través de las escuelas y la educación para la Paz.
Con todo debo reconocer que es bueno educar en y para la paz a personas agresivas y violentas, si es que eso es posible en una sola generación, pero bajo ningún concepto a personas que ya gozan de una personalidad pacífica, pues se supone que para algo hemos legado al Estado nuestra capacidad natural de actuar por cuenta propia, otorgándole la potestad de emplear la fuerza para nuestra defensa con quienes rompan abiertamente nuestro acuerdo de no beligerancia. No nos equivoquemos entonces en lo que se propone en estas líneas; educar para la Resistencia, no supone negar ni la potestad del Estado para ejercer la fuerza en monopolio, ni suplantar competencia alguna suya, sino poner en práctica el sentido común que apela a la prudencia cuando el horizonte de actuación se presenta confuso. Si malo es atender a profetas agoreros que vaticinan catástrofes y el Fin del Mundo por paranoia profesional, no lo es menos desatender las evidencias en la creencia de que por no verlas, estas desaparecerán.
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