Marcas: El robo de etiqueta

Las marcas, a parte de servir para diferenciar quién es quien en nuestra sociedad de amos y esclavos denuncia Neil Boorman en su “No marcas: Diario de un anticonsumista”, son paradigma del atraco perfecto a toda la ciudadanía de modo que cuando reconocemos una de ellas en estanterías o escaparates, podemos tener certeza absoluta de que, al margen de la parte impositiva del Estado que les garantiza no ser estorbados en su negociado, la mayor parte del precio que pagamos por el supuesto producto que se nos vende, es un robo de etiqueta. La mejor prueba de ello son los enormes descuentos con los que en tiempos de crisis se nos incita al consumo. Obsérvese cómo yogures que durante años no bajaban del euro y medio han pasado a la mitad, embutidos que tenían precios prohibitivos ahora dan dos por uno y así con todo. Casi casi, para algunos de nosotros la crisis es un estímulo prolongado de saldo en saldo, con todo en rebajas, liquidaciones por reformas interminables, chollos por cierre de negocio u oulet que es lo más fashion entre los comerciantes.

Los tapujos ( Trocación de la contracción) de los gobernantes, hablan de las leyes del libre mercado como la ley de la oferta y la demanda para explicar el indignante fenómeno; Sin embargo, las cuentas de la abuela, apuntan a que ninguna empresa criminal continua en la brecha si no gana lo suficiente, de lo que colijo que, ahora hacen negocio y por ende, antes se nos robaba con su entera aquiescencia y complicidad. Pues muy bien, aprendida la lección, a que esperan las asociaciones de consumidores, las asociaciones de vecinos, las AMPAs, las Oenegés y cuantos colectivos ciudadanos deseen ser útiles de verdad, para publicar de forma periódica listas de marcas a no consumir hasta que su precio se sitúe en un marco asumible para la economía doméstica al objeto de combatir solidariamente el tinglado invisible que han urdido contra nosotros la casta política-empresarial y ya puestos se creara un índice bursátil pero no del que nos comen el tarro a diario con sus subidas y bajadas, sino de la bolsa del supermercado dónde se nos diría en que tiendas y establecimientos están los precios más ajustados a nuestra ajustadísima demanda y sobre todo sueldos… eso sí sería informar y no lo que hacen los Tontodiarios.

Lo que a mi me gustaría proponer, no puedo expresarlo aquí con palabras para no hacer apología del GRAFO, pero a partir de hoy, los últimos días de cada mes, citaré al final de cada artículo mío, una marca de la que me abstendré adquirir nada en los siguientes 30 días para dar ejemplo. NESTLÉ.

EpC: ¿Quién roba a quién en los Grandes Almacenes?

¡Mira! ¡Desea! Y si no puedes pagarlo....¡Róbalo!
¡Mira! ¡Desea! Y si no puedes pagarlo....¡Róbalo!

Sin tiempo para digerir la tromba de datos del estudio “Valores sociales y drogas 2010” realizado por la FAD, ha habido algo que me ha molestado especialmente por cuanto considero un error de percepción, que menos del 5% de la población juzgue admisible robar en Grandes Almacenes, cuando en mi opinión, debería ser una obligación moral de todo ciudadano.
El primer precepto comportamental respaldado por la Ley Natural, consiste en procurarse la propia supervivencia y la de los tuyos. Sobre este fundamento vitalista se construye toda práctica ético-moral, de modo que nuestros actos, hechos y costumbres, aparecen a la conciencia como buenos o malos en función de cómo operen a favor o contra nuestros intereses, y en la medida en que eviten o atraigan nuestro perjuicio. Quien diga lo contrario, no sabe de lo que habla, pues regirse de otro modo sería contraproducente no ya para ti como individuo, sino para tu familia, tu grupo y a la postre, para la especie entera. Cierto es que, en la medida de lo posible, la supervivencia ha de buscarse sin perjuicio de los demás y si fuera posible, que de tu prosperidad se beneficiara el resto. De lo que no cabe duda, es que, no impedir que te perjudiquen, es uno de los males morales que más reprochables por tus semejantes.
La gente debería conocer que los Grandes Almacenes, a la hora de confeccionar sus presupuestos anuales, toman en consideración las estimaciones de la cuantía que los expertos atribuyen a los hurtos tanto de la plantilla contratada, como de la clientela, al objeto de endosar dicha prevista cantidad entre el volumen de ventas del mencionado periodo para que la empresa ni sufra ni padezca tan extendida práctica, cuando lo suyo sería que hiciera como el resto de nosotros, poner más cuidado, invertir más en seguridad o conformarse con la fatalidad, en vez de colgarle el mochuelo a su confiada y fiel clientela, quien verdaderamente asume tan innoble proceder. Por ponerles un símil, es como si no nos importase nada que la gente de la calle viniera a nuestra casa a enchufar todos sus aparatos, cargar baterías, hacer continuas lavadoras, etc, porque tenemos enchufada la corriente a la comunidad, en lugar de a nuestro contador.
Pues bien, yo no sé a quién se deberá usted más, si a los Grandes Almacenes, o a su familia, pero a partir de ahora ya no tiene excusa para no recuperar parte de lo que le usurpa la traidora política de precios indicada, que le aplica su tan respetado Gran Almacén, y quien dice Gran Almacén, dice Gran Superficie, Gran tienda de Marca, etc. Que su Grandeza no es otra que la derivada del latrocinio general con esta y otras tretas que iremos comentando.
Claro que si se empeñan en defender a los Grandes de España, podrán argüir dos cosas: que si todos empezamos a reequilibrar nuestra deficiente balanza comercial, al final aumentarán los precios y estaremos peor que al principio, observación de la que discrepo por cuanto la competencia les obligaría a no abusar de su innoble práctica y habrían de invertir más en seguridad o asumir pérdidas como todo el mundo; y que en verdad quienes nos roban no son los Grandes Almacenes, sino los rateros que realizan hurtos en ellos… la cuestión a resolver sería entonces, por qué habiendo bancos, joyerías, y toda especie de tiendas de lujo, los hay que se dedican a comer galletas y beber cartones de leche en los supermercados, o a sustraer lentejas y cartones de Don Simón para revenderlos a los ancianos del lugar.
Se mire por donde se mire, en el peor de los casos desde la despistada perspectiva que describe esta encuesta dirigista de la FAD, nos estaríamos robando a nosotros mismos, y a caso ¿no es mejor robarnos entre nosotros a que lo hagan los demás?