Leído por encima lo sustancial de la filtrada declaración de la Infanta Doña Cristina ante el excelente Juez Castro, encontrándonos en la misma respuestas evasivas del estilo «No sé» 412 veces; «No lo recuerdo» 82 veces; «Lo desconozco» 58 veces; «No me consta» 7 veces; «No lo sabía» 7 veces; «No tenía conocimientos» 7 veces; se pone de manifiesto que, entre mentir y no contestar, cabe hacer gala de una apresurada formación jurídica previa confeccionada con los más sutiles mimbres provenientes de la Mitología, la Filosofía y la Teología encarnados en las figuras de Hermes, Sócrates y Nicolás de Cusa.
En el cuarto de los Himnos Homéricos, dedicado a Hermes, uno de los más divertidos de la ya de por si entretenida Mitología griega, aparece éste niño-dios robando unas vacas pertenecientes a Apolo. Percatado de la presencia en las inmediaciones de un anciano labrador que lo pudiera haber observado todo, se le acercó y dijo: “¡Anciano! Aunque lo hayas visto, haz como si no lo hubieras visto y aunque hayas oído, se sordo y calla, no sea que lo tuyo sufra algún daño”.
Sócrates, padre de la Filosofía Occidental, reconocido en su tiempo como sabio, paradójicamente ha pasado a la historia por su célebre máxima “Yo sólo sé que no se nada”.
Nicolás de Cusa, grosso modo, advirtió sobre los riesgos de un enfermizo deseo de conocer lo incognoscible, como por ejemplo, la realidad de Dios y en este contexto de la disputa teológica, animó a cultivar humildemente, dado lo limitado del intelecto humano, la Docta Ignorantia, que no fuerza la razón propia más allá de su capacidad.
Mas, entre hacer como que no se sabe cuando se sabe muy bien; declarar humildemente que no se sabe siendo un sabio, y no hacer nada por saber lo que no se puede saber; media una gran diferencia aunque insoslayable para el interlocutor cuando nos hallamos frente a un escueto y sencillo ¡No sé! ¿Cómo saberlo? ¿Cómo distinguir en la proficiente si su afirmación es debida a un ocultamiento interesado de la verdad, a un vergonzante reconocimiento de su ignorancia, o sencillamente a un premeditado esfuerzo por no saber?
Como he adelantado, si nos hallásemos frente a un único ¡No sé! tendríamos serias dificultades para adjudicarle algún valor a la expresión. Sin embargo, tenemos la fortuna de contar con 412 ¡No sé! que sumadas al resto, hacen más de medio millar de expresiones, entre las que hay sitio estadístico suficiente para dar entrada a cuantos casos imaginemos y aún podamos imaginar, pues el retorcimiento de la mente humana es muy ducho a la hora de buscar estratagemas para la auto exculpación propia, cuanto el Derecho hace lo propio para salvar de la Justicia a los culpables y condenar a inocentes.
Es posible que la Infanta Cristina diga la verdad cuando responde ¡No sé! ante alguna factura menor o ante una pregunta técnica sobre la declaración de la Renta; también es factible que interrogada por un hecho acontecido hace cinco años, sea del todo sincera al afirmar ¡No recuerdo! Y hasta muy comprensible que planteados por el Juez asuntos intrincados propios de derecho mercantil relacionados con ingeniería financiera, la contestación más lógica de sus labios sea ¡No tengo conocimiento! Pero es muy sospechoso que no supiera nada de nada, que no tuviera ningún conocimiento, que no recuerde nada, que no le conste nada…porque aun siendo cierta la advertencia de Heidegger “La Nada, nidifica” en este caso parece que sólo nidificó su memoria, su recuerdo y su conocimiento, no las facturas falsas, las subvenciones institucionales, las fundaciones, las firmas, los autoalquileres, los beneficios millonarios injustificables, las empresas tapadera, los gastos, los viajes de lujo, las clases de baile, el palacete, las obras del palacete y cuantas cosas los tribunales hacían como que no sabían, la prensa no quería saber y la ciudadanía ni sabía que no sabía.
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Del Estudio. Ocurrencia
No por mucho estudiar, se aprende más temprano.