Sobreactuación parlanchina

Los críticos de teatro hablan de sobreactuación, referida a cierta exageración artística de parte de los actores en la representación de su papel, aún cuando, como bien señala Gustavo Bueno, su conducta se deba a un exceso de naturalidad que muchos profesionales de la escena, practican en nombre del realismo, olvidando que el actor no puede identificarse con su personaje. Dicho tecnicismo puede igualmente emplearse para denunciar la reprochable conducta de aquellos personajes públicos a quienes se les nota en sus comparecencias – como también apunta el colega – una cierta intención de subrayar «el divino papel que representan».
No harían mal entonces los Polichinelas de la política en familiarizarse un poco más con el famoso método Stanislavski, que es un sincero esfuerzo de acercamiento a la actuación para determinar cómo una persona puede controlar el rendimiento en los aspectos más intangibles e incontrolables del comportamiento humano, tales como las emociones y la inspiración artística. Claro que en su caso, el esfuerzo parece sobre humano, pues la actuación política no se ciñe únicamente a la representación de una farsa en la que el público es plenamente consciente de su ficción, que como en la magia, también se pretende que los espectadores se crean lo que ven y salgan convencidos de lo que escuchan como si fuera real. ¡Y además! Sin que sospechen que hay truco.
Porque el Método Stanislavski entre otras muchas consideraciones técnicas, trabaja la concentración, relajación, sensualidad, fluidez en la comunicación verbal y no verbal, la interiorización, sentido de verdad, imaginación y creatividad, naturalidad, atender la circunstancia…cuyo resultado debería ser la credibilidad y verosimilitud, cuando sus enseñanzas son aprendidas con suficiencia. Ahora bien, resulta que este método está diseñado para ser llevado a escena por actores y no simples marionetas, por lo que dudo mucho, ahora que caigo en ello, que de su estudio le saquen algún provecho ¡No nuestros actores políticos! Sino los títeres de los mercados en que se han convertido estos Pinchos impenitentes que pretenden confrontar en una pantomima televisiva de dos o tres horitas pactando los planos, los temas, las preguntas, el moderador, etc, todo aquello que han sido incapaces de hacer durante cuatro largos años de legislatura allí donde verdaderamente ha de acontecer el mejor debate de ideas por medio de las votaciones de leyes y presupuestos, que de atenderlos con la sabiduría ancestral de lo que nos conviene, nos llevaríamos las manos a la cabeza, antes de arrojarles tomates y retirarles a todos de inmediato con el mango del bastón sin darles tiempo a que sigan insultando nuestra inteligencia y buen gusto, que a todo se acaba acostumbrando el respetable, como lo demuestra la programación televisiva y que ese fraude orquestado por las dos más perniciosas fuerzas Parlanchinas – me resisto a seguir denominándolas Parlamentarias – se barrunta alcance doce millones de espectadores.
Entendido este debatiburrillo de guiñol como una representación pitimini de la tragedia continua de nuestro Parlamento, observamos ciertamente una sobreactuación en la que aflora toda la tramoya que sustenta el entero sistema de la representación: los dos Partidos Democrimis – contracción de demócratacriminales – primero se ponen de acuerdo para hacer un debate a dos dejando al resto democráticamente fuera ¿Con qué derecho? Segundo su fechoría es secundada por los crimediación – contracción de criminales medios de comunicación – que lejos de oponerse a colaborar con semejante cortapisa a la libre elección y público debate de ideas plurales, sustentan cuanto les es posible dicha marginación en aras del pensamiento unívoco y la flexión monocorde de la opinión pública; Y tercero, al objeto que nada se les escape por la improvisación del directo, único guiño de momento a la realidad, ni se esfuerzan en ocultar su esmero en pactar todos y cada uno de los aspectos que pueden incidir en el debate ante las cámaras cuando por necesidad se ven forzados a ofrecer algo de espectáculo fuera del Hemiciclo…¡Qué no harán estos enmascarados en su cortijo!

¡Mucha mierda! Para Sinde

La Ministra de Cultura, González-Sinde, con motivo de los actos conmemorativos del Día Internacional del Teatro, declaró el pasado fin de semana que a lo largo de su vida ha hecho mucho teatro y que lo sigue haciendo en el Parlamento y en el Senado. Lo que no aclaró la Sra. Ministra fue, a qué tipo de teatro se dedica, si a la tragedia o a la comedia, tal y como le van las cosas, pues no hay semana que su estrategia para ponerle vayas a Internet, trabas a la libre circulación del arte o impedimentos a la democratización de la cultura, no sufra un revés ora en el Constitucional ora en los Tribunales Europeos, sin que ello parezca hacer mella en su persona que carente de vergüenza intelectual como si se tratara de un zombie sigue su camino de muerte; Claro que es posible que esta actriz, por no, llamarla payasa, haya confundido el escenario con una pista de circo, en cuyo caso ¡pasen y vean!
Con qué desfachatez se atrevió a hablar de paz y democracia asociadas al teatro «El teatro es democracia y hoy en día necesitamos muchas, dosis de democracia (…) podría ser una herramienta muy poderosa para la paz y la reconciliación (…) una alternativa personalizada para la gestión y transformación de conflictos (…) Es, por tanto, una farsa mantenerse callados en momentos como el nuestro, conociendo el poder del teatro, y permitir a los que empuñan armas y lanzan bombas ser los pacificadores de nuestro mundo (…) Mientras las Naciones Unidas gastan colosales cantidades de dinero en misiones de paz por todo el mundo, por medio del uso de las armas, el teatro es una alternativa espontánea, humana, menos costosa y de lejos, mucho más poderosa” A tenor de su monólogo, habremos de creernos que ciertamente se dedica a la farsa; Eso, o toda su tramoya de cara al respetable solo busca el aplauso de los clac que esta gente arrastra cuál séquito allá por donde pasa, pues que yo sepa no ha presentado todavía su dimisión, si tan en desacuerdo está con el espíritu intervencionista del Gobierno al que pertenece. Pero aquí estamos el resto para lanzarle tomates, que se le nota demasiado que actúa, que no se sabe el guión y que a duras penas sigue al apuntador…
Fernando Fernán Gómez, tras una genial trayectoria, después de haber sido distinguido con infinidad de premios, colmado de gloria, gozando en vida de las mieles de una merecida fama, sin embargo, quiso el caprichoso destino que las futuras generaciones sólo le recuerden por una mala contestación que diera a un admirador suyo a quien mandó ¡A la mierda! Mierda que por mucho actor que fuera quien encarnara a Lucas Trapaza, dudo que sea la misma con la que los actores se desean mutuamente suerte antes de la representación de una obra, en recuerdo de aquella circunstancia en la que la mierda dejada por los caballos tras las representaciones, era algo así como una estadística de la época y hablaba del éxito de la obra mejor que cualquier otro crítico. Es con esta escatológica intención con la que le deseamos ¡Mucha mierda! a la Señora Ministra. Y ¡que le aproveche!