De la obsolescencia, a la innovarancia

Hace tiempo que las multinacionales dedicadas a la producción de bienes tecnológicos como Sony, Appel, Microsoft, andan preocupadas por la vorágine de los apetitos desenfrenados que ellas mismas han despertado en las bestias consumistas del mercado que ahora amenazan con canibalizar las, in ille tempore, inagotables líneas de negocio fácilmente gobernadas para administrar los hallazgos, no al ritmo marcado por la necesidad social, siquiera de la clientela, sino de la maximización del margen de beneficio que su ralentización o apresuramiento pudiera suponer para la industria del ramo en cada momento, pasados aquellos años felices en los que las omnipotentes empresas como la Ford, GM, LG, impunemente programaban la caducidad de sus productos para procurarse en el futuro una demanda nacida de la obsolescencia más que de la puesta al día…
Pero con la irrupción del “Prosumo” término acuñado por Don Tapscott en su obra de 1996 “Economía digital” para designar la creciente influencia de los consumidores en todos los niveles de la producción, dicha gobernanza monopolista y tiránica, ha pasado a mejor vida, para mejor vida de todos nosotros, los usuarios, quienes tenemos en nuestra mano la posibilidad de rentabilizar por nuestra cuenta y riesgo, las distintas potencialidades de cada tecnología, explorando aquellas innovaciones y mejoras que con anterioridad nos escamoteaba un secretista mundo empresarial que nada tenía que envidiar al que denunciara Eco en “El nombre de la rosa” que ahora sucumbe derrotado ante una sociedad de iguales que crea, colabora y sobre todo comparte en la red de redes que es Internet, como bien nos lo ilustran los ejemplos de Wikipedia o Linux, obligándola a innovar a lo Wiki Wiki que en hawaiano quiere decir rápido.
Sin embargo…la innata desconfianza pasiega que he heredado por vía materna de los Cobo, me pone sobreaviso de que, a lo mejor, todo esto no sea más que una artimaña revestida de sofistificación para incentivar todavía más el consumo de cuantos empezaban a estar saturados, treta a la que deberíamos hacer pasar por la advertencia de que, nadie da duros a cuatro pesetas, pues de igual modo que durante unas décadas generaciones enteras se pasaron las horas muertas viendo la televisión, anteriormente oyendo la radio, y mucho antes leyendo folletines, hoy están dale que te dale al DvD, Cd, ordenata, el Mp3, la Blackberry, el Ipad, el Ipod, en una incesante innovarancia que hace de la democrática participación activa de los ciudadanos en la producción de los bienes de consumo, una grotesca caricatura donde todos compiten olímpicamente por ver quien comparte más, con más gente, más cosas, más nuevas y más evanescentes, como viene a denunciar la última campaña inteligente de Ikea que nos recuerda que, no es más feliz el que más tiene, sino el que menos necesita.