Libertad ¿Sólo comercial?

 

Antes de nada, me gustaría felicitar a los medios de manipulación, por haber facilitado a la población asimilar sin demasiados traumas que trabajar los días festivos es una más de las libertades a sumar a nuestro estado Democrático del Bienestar. ¿Con qué derecho los dependientes de cualquier tienda pueden imponernos al resto de los ciudadanos sus ganas de hacer fiesta, precisamente cuando podríamos ejercer nuestra libertad para consumir en nuestro tiempo habilitado para el descanso?

Es posible, que antaño, la gente parcelara su vida en un periodo para trabajar, otro para descansar y un tercero para realizar las compras y que lo hicieran todos a la vez. Pero hoy, ya no es así; Sólo contamos con tiempo para producir momento en el que no podemos consumir y algún ratito que en principio lo deberíamos reservar para el descanso y los afortunados al ocio. Mas, por lo que se ve, hemos de dedicarlo a consumir como se espera de nosotros.

La libertad de horario y calendario comercial, no sólo permitirá trabajar a las personas de este gremio de Lunes a Domingo las 24 horas del día, también posibilitará al resto de la clase trabajadora poder hacer sus compras fuera de su jornada laboral, por la noche si es preciso y en épocas festivas, si es que quedan. ¡Eso es lo que todo el mundo quiere! Pero ¿Por qué sólo libertad de horario y calendario comercial? ¿Por qué no igual libertad en la Administración? así todos podríamos hacer nuestras gestiones de madrugada antes de ir a currar. ¡Tiempo al tiempo!

Porque de aprobarse la libertad de horario y calendario comercial, no se tardará en exigir lo mismo para el transporte público, pues de qué vale que las grandes franquicias y superficies estén abiertas todo el día y todo el año, si autobuses, trenes y demás medios de locomoción tienen reducidos los servicios como sucede actualmente a un tercio de lo habitual. Por supuesto, teniendo operativos distribuidores, tiendas y transportes, lo suyo es que bares y restaurantes tampoco bajen la persiana nunca y con tanta gente circulando lo deseable sería que tampoco se viera reducida demasiado ni la plantilla de policía, ni de bomberos u hospitales, pues ya no bastaría con la de guardia o urgencias. Una actividad tal, requeriría que los bancos, pusieran de su parte para evitar que la riqueza generada esos días permaneciera fuera del circuito financiero a disposición de los cacos. Evidentemente, con tanta gente trabajando y consumiendo, los niños serian toda una molesta carga. A tal efecto, lo mejor sería diseñar un plan de estudios que obligara a los colegios a permanecer abiertos para permitir a los padres llevarlos allí durante los fines de semana, puentes, vacaciones, a cualquier hora por lo que el profesorado debería también estar sujeto al nuevo régimen de libertades. En definitiva, se generaría tanta burocracia, que lo quieran o no, las administraciones e instituciones se verían obligadas a abrir de par en par sus puertas para atender al ciudadano que se lo viene reclamando desde hace más tiempo que al comercio, pero con menos atención de su parte.

De este modo, la libertad comercial se traduciría en libertad de distribución, de transporte, de construcción, sanitaria, alimentaria, educativa, en la Administración…como desde siempre ha sucedido en prensa que están al pie del cañón hoy sí y mañana también. Será por ello que con tanto entusiasmo apoyan desde sus tribunas y titulares estas medidas tan liberadoras.

El secreto de la victoria Occidental o de la explotación infantil

http://www.youtube.com/watch?v=4TE8ODspI64

Si como dicen “al hambre no hay pan duro”, la miseria no hace ascos al trabajo infantil. Este es el motivo por el que entre los pobres, la tasa de natalidad se dispara en relación directamente proporcional a su necesidad, a saber: no como dicen algunos meapilas, porque desconozcan los métodos anticonceptivos, que como recuerda Marvin Harris, el infanticidio está de sobra bien atestiguado en toda cultura por la antropología y los yacimientos arqueológicos, verbigracia, intramuros de los conventos medievales, sin ir más lejos, sino porque, entre las familias más humildes, traer un hijo al mundo suele salir rentable, pues desde los cinco años en que ya puede cuidar de sus hermanitos más pequeños, traer agua del pozo, recoger leña, vigilar el ganado, etc, hasta su mayoría de edad, si es que se le permite marchar – posible base motivadora del matrimonio – su esfuerzo remane de lleno en la casa paterna. Seguramente de esta realidad provenga el terrible dolor que actualmente sienten los progenitores por la prematura muerte de un vástago.
Por el contrario, la inercia biológica que empuja a procrear, suele moderarse en épocas de abundancia, precisamente al salir más a cuenta no incorporar nuevos sujetos al grupo de reparto, contraviniendo los postulados del buenismo filosófico que nos toma por ángeles en vez de por hombres. Esta es la causa, por la cual en las sociedades desarrolladas donde está garantizada una esperanza de vida avanzada, la natalidad baja considerablemente y hay más conflictos intergeneracionales, dado que los padres no encuentran mejor razón para explicarse por qué por un momento de placer se han arruinado literalmente el resto de sus días, que el de que deben quererlos más que a su propia vida, cuando lo cierto no es que los traen al mundo porque los quieren, sino que los quieren una vez que ya han venido al mundo y en consecuencia la frustración aumenta según pasan los años y el muy mamón, permanece en casa.
Entre quienes contamos con electricidad, agua potable y la nevera a rebosar, se nos llena la boca al hablar de explotación infantil en países tercermundistas y la gozamos sumándonos al boicot a empresas que como Victoria´s Secret se aprovechan del trabajo de niños, sin pararnos a pensar en que aquí, hasta fechas muy recientes, cuando no había qué comer ni qué vestir, nuestros padres y abuelos se vieron en la tesitura de tener que ir a trabajar dejando de ir a la escuela ¡ Y menos mal que pudieron hacerlo! Porque, con lo de la explotación infantil en los países empobrecidos, viene a suceder algo parecido a lo que ocurre con la protección de la Naturaleza: que Occidente sustentó su desarrollo económico esquilmando sus escasos recursos naturales, pero Brasil, India o Zambia, han de preservar intactos esos mismos recursos que ahora se contemplan como patrimonio de la humanidad, con el permiso de Repsol, Endesa y la Coca Cola.
No pongo en cuestión, que detrás de la inquietud de la buena gente, posicionada a favor de la conservación del Amazonas para que los caipiras brasileiros no deforesten su superficie y en contra del trabajo de los pequeños en las minas de coltán en Congo, no estén los más sublimes pensamientos de los que es capaz la entera Humanidad o el elogiable propósito de enmienda que como especie se ha propuesto el civilizado hombre blanco cristiano para corregir en tierras extrañas los desmanes anteriormente cometidos por su propia gente. Pero igualmente, no albergo duda alguna, que todo ello brilla por su ausencia entre los ejecutivos de las Multinacionales y sus capataces, los hombres de Estado, quienes subrepticiamente se valen de su sensibilidad para evitar en lo posible la emergencia de la miseria de aquellos pueblos a los que se critica por hacer uso legítimo de sus bienes naturales y recursos humanos, como nosotros hemos hecho en el pasado, sin darles opción digna para cubrir sus necesidades básicas, que son la auténtica base motora que sustenta toda la problemática denunciada hasta decir basta por el brazo espiritual de la OTAN, para entendernos, las Oenegés.
Así como no es robar para comer, ni asesinar cuando se mata en defensa propia, que los niños trabajen cuando la necesidad aprieta y no queda otro remedio, no se le puede llamar explotación, al menos de parte de la familia o de la comunidad en que esta esté inscrita y lo consienta. Otra cosa es, cuando ya no hay tanta necesidad…Entonces ¡Sí! Entonces sí podemos hablar de explotación, como es el caso de Victoria´s Secret y tantas otras empresas del Primer mundo que para mantener la competencia desleal con los talleres tercermundistas que emplean mano de obra esclava por necesidad colectiva, no duda en hacer lo propio cuando nuestro nivel de vida, sin embargo, no lo autoriza moralmente, máxime, cuando al utilizar las empresas Occidentales mano de obra esclava, no sólo extiende su práctica, que para colmo la hace ineficaz para los pueblos que han apostado por esa vía de sacrificio para sobrevivir, maliciosa estrategia en la que se esconde todavía el secreto de nuestra victoria comercial que empujará a estas sociedades y sus gentes, a hacernos directamente la guerra por no dejarles más alternativa.
Por si fuera poco, parece que así como una chica blanca en bikini es digna del desplegable de Play Boy mientras cualquier negra desnuda puede dar bien en la portada del National Geographic, un niño africano recogiendo algodón es sujeto de explotación, empero los huerfanitos de San Ildefonso ensayando día y noche durante meses, trabajando una mañana entera ante las cámaras, sometidos al estrés de no poderse equivocar y todo para el lucro del Estado democrático Español…eso ya es Tradición.
Lo aireado mediáticamente de Victoria´s Secret, sospecho que en estas fechas navideñas le saldrá más a cuenta lo ahorrado en publicidad que el daño que pueda hacerle el boicot de tres idealistas entre los que no me encuentro – no me veo rehusando la invitación de una señorita vestida sólo con su lencería – y es aquí, en nuestra doble moral y no en la hipótesis maravillosamente exculpatoria de Jared Diamond trazada en “Gérmenes, armas y acero” donde reside el auténtico secreto de la victoria occidental sobre el resto de los pueblos del planeta.

Curriculum pauperis

Con la persistencia de la crisis, hasta los medios de desinformación se han hecho eco de un fenómeno bien conocido por los jóvenes que buscan empleo, bautizado como Curriculum Pauperis, consistente en bajar el perfil de su preparación para poder sobrevivir accediendo a empleos muy inferiores a la cualificación adquirida por el aspirante, pongamos por caso, para hacerse con el puesto de repartidor de supermercado, cuando sus méritos académicos bien podrían hacerle acreedor de una cátedra universitaria, pues resulta muy difícil dar órdenes a un subordinado de inteligencia superior, a no ser que, como sucede habitualmente el subordinado se haga el tonto, mientras al jefe le convenga.

Y tiene gracia que sean precisamente los pobres, hijos de aquellos otros pobres que esperaban que su descendencia escapara de la pobreza por medio de su sacrificio en aras de su formación, quienes de motu proprio asuman de nuevo la natural condición que sus progenitores deseaban dejar atrás, aceptando la traumática experiencia de que, en nuestra sociedad, la pobreza es hereditaria y resulta de mal gusto renegar de los tuyos colgando del ego pretenciosos títulos que para las clases superiores no son otra cosa que papel higiénico enmarcado, cuando se trata de preservar a su descendencia los mejores lugares de la sociedad, cuáles son, aquellos en los que el disimulo es más llevadero y puede evitar en mayor medida el trabajar con las manos, la responsabilidad directa o incluso la más mínima turbación del espíritu noble y elevado de cuantos estamos llamados a gozar de la existencia en nombre del resto de la humanidad, para podéroslo contar en forma de música, poesía, películas, cuando no daros lecciones desde la superioridad moral o recomendaciones económicas para que conduzcáis vuestras insignificantes vidas por la senda del éxito por nosotros recorrida.

La gente que tiene su dinero en el banco, o sea, la pobre gente, a la luz de la sádica descripción zapateril, son personas confiadas que creen a pies juntillas cuanto se les dice, de modo que, siempre ha sido sencillo apaciguar a las masas bien con promesas políticas, bien con esperanzas religiosas que les permite invertir sus instintos de supervivencia, sucumbiendo a la Pedagogía Negra de Miller con sus consiguientes fatales resultados, interiorizando el mal que les acaece por su bien, como merecido castigo por una culpa primigenia con la que cargan desde su más tierna infancia, a saber: la de no haber hecho lo suficiente para igualarse a quienes desde lo más alto de la pirámide social, ahora le ordenan y mandan cuánto, cómo, cuándo y dónde tiene que hacer, al modo en como se trata a los niños pequeños o a los esclavos.

La Fe en los superiores es un rasgo sintomático de los pobres que permanecen como tales mientras participan de la misma, no siendo sencillo escapar de dicho círculo vicioso por cuanto la debilidad mental que propicia el estado de creencia, es debido a sus malas condiciones de vida y sobre todo alimentarias; Con todo, por mucho que sea su pobreza, el pobre no es tonto del todo y tiene la inteligencia suficiente para sufrir su cochina existencia que dependiendo de la Coca Trola que tome y las hamburguesas que ingiera, la achacará en el peor de los casos a la mala fortuna que rápidamente intentará sortear por medio de la lotería o el Horóscopo y en el mejor de ellos o lo que es lo mismo, que lleve una vida sana, a la famosa injusticia social, cosa que creerá poder corregir por medio de la democracia, que no sé si es para echarse a reír o llorar…En cualquier caso, fue esta Fe, la que le llevó en su día a interpretar la realidad social del siguiente modo: Los ricos y poderosos, lo son, porque han trabajado mucho antes, se han sacrificado duramente, han ahorrado y ahora recogen los frutos de su buena conducta y de su virtud. Sus hijos dirigen las empresas porque son propiedad de sus padres y ocupan los mejores puestos porque han podido estudiar una carrera…

Así, con la fábula de la cigarra y la hormiga sembrada en su cerebro desde la escuela – que para algo está – el pobre dio por buena la injusta situación histórica que personalmente le había tocado vivir y mirando más al futuro que le prometía esperanza, que al pasado que le habría evitado inútiles fatigas, se lanzó a emular a quienes él consideraba superiores con la ingenua idea de que con su trabajo, esfuerzo y privación, podría procurar a su prole el sublimado nivel educativo al que se asignaba la función de llave maestra que daba acceso al siguiente escalón social sin percatarse del techo de cristal que separa a la chusma de la élite. Mientras sucedió que la tecnología permitiera sustituir la espalda al Sol por el buzo azul, aquel por el cuello blanco y éste por el traje gris con maletín, digamos que el pobre llegaría a la Tierra Prometida, mas como a Moisés, a la mayoría de sus nietos les ha tocado verla de lejos, después de haber estudiado una carrera, aprender el puto inglés en EEUU, sacarse un Master en telecomunicaciones, saber informática, ofimática, disponer de coche propio, estar soltero, con certificado de haberse hecho la ligadura de trompas o vasectomía y estar dispuesto a ir a la Chinchapapa con tal de poder trabajar como un esclavo, que es para lo que siempre había nacido.