A modo de caricatura, el Tontodiario no deja de mostrarnos el dolor exagerado que el pueblo Norcoreano muestra ante la muerte de su querido lider Kim Jong Il, como si por aquí no mantuviéramos vivas en la retina el llanto de las plañideras locales tras el fallecimiento del Generalísimo y el gesto compungido de su delfín, Don Juan Carlos, durante los sepelios.
Pero no hace falta acudir a la memoria de los mayores, ni a la hemeroteca, para contemplar escenas colectivas sonrojantes como las descritas. Basta ver estos días como a todos los cortesanos se les cae la baba al hablar del discurso real y como se corren de gusto tras el apoteósico aplauso de las cortes al auténtico Soberano.
Por no matar al mensajero – aunque se lo merezca, dado el grado de pleitesía chupaculera que imprime de su parte los periodistas en la transmisión – me parece una auténtica afrenta para el Pueblo, que en medio de la polémica del Caso Urdangarín, vayan los que se suponen son nuestros representantes democráticos, y se arranquen a aplaudir como nunca antes lo habían hecho a la persona del Rey haciendo uso indebido de su privilegiada posición para con su gesto ver el modo de acallar el clamor popular contra la Corona y la podredumbre que esconde bajo su aureola de neutralidad politicosocial. Porque una de dos: o su aplauso era una reacción personal improcedente en un contexto institucional, bien eran plenamente conscientes de la función representativa de su cargo, en cuyo caso, o trasladaban con sinceridad el calor y el apoyo de los ciudadanos a los que dicen representar, o a sabiendas, estaban traicionando el auténtico sentir del pueblo, que si hay alguna duda, es de un profundo hartazgo e insatisfacción.
Mas, sucede que la mayoría de la gente, si no contraria, ciertamente es indiferente a la Casa Real – prueben ustedes a preguntar a sus allegados – y en buena lógica, lo acontecido el otro día en el Congreso, fue de todo, menos un acto noble, pues si los aplaudientes actuaban de buena fe, eso quiere decir que en España más del 90% de la población con uso de razón es partidaria de la Monarquía, cosa que repugna a la propia Razón. Por otra parte, puestos a transmitir el sentir popular ¿Dónde estaban los abucheos, los reproches y los insultos?
El bochornoso espectáculo de tan nutrida camarilla, si ha servido para algo, ha sido para saber que el PSOE, el PP y algunos más, como diría el filósofo Zubiri, son lo que son, de suyo, en cuanto tal, a saber: formaciones monárquicas al servicio de su Majestad en actitud plebeya y lacaya.
Pero el asunto es más grave, porque se ha aplaudido la reacción que vuestro Rey tuvo en su discurso de Navidad donde se interpretaba, otorgaba su Gracia para enjuiciar a su Yerno, rubricando con ello esa gran novedad jurídica del siglo XXI de que en el reino de España, todos somos iguales ante la Ley, extremo que para nada es cierto según puede observarse en el capítulo dedicado a los miembros de la Casa Real dentro de la Constitución, ya que tras la ovación, este ejemplo de virtud les dejó a todos con el curo al aire, como corresponde a quien hace su Real Gana, al aclarar que, en modo alguno sus palabras fueron dichas pensando en su yerno. ¡No me digas Dolores, llámame Lola!
O sea…que hace tiempo sabe lo de su yerno y se lo calla; Luego, cuando en los medios de comunicación sale a relucir el asunto, se pone unas gafas de sol y prepara un discurso sobre la honradez en las Instituciones exigiendo a los demás dar ejemplo, al tiempo que su hijo dirigiéndose a la clase empresarial les conmina a evitar la corrupción. No se ustedes, pero todo esto se me antoja como si Camps apareciera en un programa como “Sálvame” y hablando de moda animara a la gente a comprar sin mirar el precio y a no irse de los establecimientos sin pagar, sabias palabras para las que la presentadora pediría una fuerte ovación del público.
Dos minutos de ignominia
http://www.youtube.com/watch?v=GDtIzknIvhw