Transplantes y granjas humanas

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En mi testamento vital – tiene gracia el nombrecito – he dejado escrito que cedo para transplantes cualquier parte de mi cuerpo si es que puede servir a alguien todavía; En su defecto, aprovecho la ocasión para dar a conocer públicamente que me gustaría que alguna cadena de comida basura como Mc Donalds se hiciera cargo de mi última voluntad, cuál es, confeccionar con mis mundanos despojos algún suculento producto de los suyos y lo diera a ingerir a su clientela para igualarme en su ingesta a Cristo para que en su digestión les repita como lo hace el empacho mediático de la pasada JMJ, de la cual, esta mia extravagancia sólo es un efecto colateral tras escuchar la llamada evangelizadora de Kiko Argüelles.

Pero no sé hasta que punto el materialismo católico que no acepta el Matrimonio con amor si no ha habido coito de por medio, estaría dispuesto a renegar de la resurrección de los muertos con sus mismos cuerpos – es uno de los grandes defectos de su doctrina, porque ya de prometer, a mi me gustaría resucitar en el cuerpo Danone de alguna Top Model que haya muerto jovencita que a estas alturas sería un error de cálculo por mi parte soñar con el de Kim Basinger – este es el motivo que se esgrime a favor del enterramiento y en contra de la incineración, por ejemplo. Mas como a estas alturas la ciencia ha demostrado que de Cervantes y hasta del mismo Nazareno, todos y cada uno de nosotros tiene en sus futuros sacos de gusanos varios miles de los mismos átomos que en su día constituyeran sus carnes, como que me persuade sobremanera participar de esta resurrección anticipada por medio de mis órganos vitales en los pellejos de otras personas, y no pienso únicamente en el corazón o los riñones…

Supongo que con más seriedad que la por mi mostrada, la sociedad española muy merecido tiene ser reconocida por la comunidad internacional como un referente en el que fijarse por el eficaz sistema médico-legal favorecedor del altruismo ciudadano en un momento tan delicado como es el fallecimiento propio o de un familiar para que los órganos que puedan ser de utilidad en otros cuerpos sean inmediatamente rescatados del último viaje al que en principio sólo está llamada el alma inmortal, haciendo realidad el sabio consejo de ir ligero de equipaje.

Si durante la vida el Hilemorfismo aristotélico que nos divide en materia y forma, o lo que vulgarmente entenderíamos como cuerpo y alma, justifica el abandono del placer, la renuncia a la belleza, la abstinencia de todo goce, la castidad sexual y cualquier otra forma que pudiera dar gusto al cuerpo para salvaguardar la pureza de de su prisionera, llamada a retornar al mundo verdadero de la ideas platónicas en cuanto aquel se derrumbe por la corrupción intrínseca que por naturaleza le corresponde, al menos, en el momento de su muerte, habría igualmente de ofrecer la justificación para su aprovechamiento dado que nada en sus órganos remite a lo que entendemos por valioso espiritualmente de su superficial aspecto.

Ahora, lo curioso del asunto, es que la cesión de los órganos del cuerpo participan de la misma excepcionalidad del mercado que nuestra capacidad de votar, o sea, que ha de realizarse gratis por ley; Si usted tiene terrenos, acciones en un banco, un automóvil o cualquier otra propiedad, la puede dejar en herencia a sus descendientes y que luego estos decidan si quedarse con ello o venderlo e incluso, usted mismo puede dejar establecido que se ha de hacer con ello, entre cuyas opciones que duda cabe puede disponer de su venta y reparto, verbigracia, a los pobres como tenemos noticia se hace en ocasiones con fortunas de desconocidos filántropos que han esperado a morirse para ser generosos con lo que no se pueden llevar al otro barrio. Pues bien, miren por donde, esto mismo, está prohibido para nuestro bien más preciado e íntimo como es el cuerpo, obligándose a que personas que no tenían donde caerse muertas y que solo contaban con su cuerpo como única herencia, deban cederlo sin percibir gratificación alguna para ellos ni para sus herederos, cosa que suena muy solidario en caso de personas de clase media y forrados hasta las cejas, pero que sinceramente, me parece una auténtica putada, cuando se trata de gente pobre, quienes después de haber entregado su tiempo, sangre y sudor en vida trabajando para alguien que ha vivido confortablemente gracias a su esfuerzo por un sueldo miserable, encima ahora pueda ocurrir que por azar también después de muerto, le entregue lo poco que dios le ha dado, sin nada a cambio.

La reflexión anterior hace que muchas personas prefieran vender en vida parte de sus órganos, antes de que el Estado se apropie de ellos y los entregue a cualquiera, sobre todo los que tienen doblados como ojos, riñones, pulmones…práctica que también está prohibida en nuestro país, pero no fuera de él, de modo que, así como en los años setenta las clases pudientes iban a abortar a Londres para desembarazarse del problema sin renunciar a sus convicciones cristianas, ahora los hay que visitan las clínicas flotantes que por todo el globo navegan en aguas internacionales para hacer el intercambio comercial sin riesgo de incurrir en delito.

Pero, el dinero no lo puede comprar todo. Órganos vitales como el corazón, son difíciles de adquirir por venta voluntaria del donante. En estos casos, quienes tienen dinero suficiente para comprar voluntades, la moral de supervivencia les ampara en sobornar a los responsables sanitarios para colocar a sus familiares o ellos mismos en los primeros puestos de las listas de espera. Sólo en casos muy desesperados y gente sin escrúpulos – no sin ética – acude al denominado tráfico de órganos en el que participan desde hospitales oficiales, hasta vulgares sicarios, pasando por anestesistas y médicos llegados desde sus países de origen para hacer las intervenciones en lugares bien distantes donde la pobreza y la necesidad hacen estragos, porque a fin de cuentas, de qué le sirve un órgano sano a quien no lo va a poder disfrutar en vida…más o menos viene a ser lo mismo que la adopción de esos pobres niños que mejor están con nosotros los blancos occidentales que con sus familias, sus vecinos y su gente.

Pero las mafias que trafican con órganos humanos, se han percatado de que por las peculiares circunstancias del mercado, su urgencia, especialización y las implicaciones éticas cuya resolución en cada caso interfieren negativamente en toda la cadena de mando, son demasiadas para que el negocio de los transplantes genere los beneficios que otros tráficos como el de blancas, armas o droga ofrecen y en consecuencia, antes de renunciar han puesto en marcha una idea, verdaderamente interesante, a saber: La creación y mantenimiento de auténticos viveros de órganos y granjas humanas.

Cuando en perspectiva se tiene controlado un órgano de un potencial donante que lo es sin el concurso de su conocimiento y menos de su voluntad a través del banco de datos de los historiales clínicos informatizados y puestos al día en tiempo real, decimos que se halla en un “Vivero de órganos” a disposición de la clientela cuando haga falta en función de edad, compatibilidad sanguínea, salud del ejemplar y por supuesto dinero ofrecido por la mercancía. Si todo es conforme, se localiza al sujeto en posesión del órgano y se procede a su extracción. En los años ochenta, todavía las batas blancas que visitaban las favelas brasileñas les dejaban unos dólares en el bolsillo tras finalizar la intervención si se trataba de un órgano no vital para que se le alegrara el cuerpo tras la anestesia, o se dejaba a la familia una suma considerable – hasta mil dólares – si el órgano obtenido era vital.

Sin embargo, desde entonces el procedimiento se ha ido refinando y en la actualidad se prefiere la modalidad de la “Granja humana” consistente en que las personas con gran disponibilidad económica, suscriban un “Auténtico Seguro de Vida” que les garantiza la disposición inmediata de órganos vitales y no vitales procedentes de personas que a su vez se han comprometido a cederlos en cuanto le sean requeridos. ¿A cambio de qué? Pues muy sencillo: a cambio de vivir igual de bien que el sujeto que ha suscrito el “Auténtico Seguro de Vida” O sea, que de una parte la persona con poder y dinero comparte su riqueza con un tercero desconocido que a cambio comparte su salud. Puede parecer una idea descabellada, pero es otra forma de solidaridad interpersonal sin intermediarios que cada vez cuenta con más gente de una y otra parte dispuesta a rubricarlo.

Pues bien, a nuestro país no sólo se le reconoce la eficacia y eficiencia técnica del sistema público sanitario, también de poseer una legislación que busca evitar el tráfico de órganos ilegal y su compra-venta aunque sea de modo voluntario por las partes. Lucha por el altruismo y la solidaridad que ha podido mantenerse mientras la situación económica lo ha posibilitado; Pero cuando la necesidad es mucha y el hambre aprieta, tanto las leyes humanas como los mandamientos divinos se supeditan al dictado de la Naturaleza y en breve ya contaremos en nuestras fronteras con casos cada vez menos aislados por lo que si alguno desea curarse en salud, igual le conviene contraer la hepatitis b.