¿Por qué? ¿Qué mal hemos hecho? ¿Cuál ha sido nuestro pecado para que la editorial Planeta fustigue nuestro quebradizo ánimo amenazándonos con publicar las memorias de Zapatero? ¿Es que no ha sido suficiente castigo su mandato como para torturarnos también con su recuerdo? Hasta los criminales en la Edad Media tenían derecho a que se les pusiera fin a su suplicio. ¡Por favor! ¡Déjenos descansar un poco! O cuando menos, túrnense en hacernos la vida más insoportable, no sea que por exceso de manos expertas en provocar padecimientos, nos volvamos insensibles por costumbre.
Descartes hablaba de la posibilidad de la existencia de un Genio Maligno que disfrutaba manteniéndonos en un engaño perpetuo y Maxwell de un Diablillo empeñado en ordenar la realidad llevándola la contraria. Pues bien, los dos se deben haber dado cita en el Consejo de administración de tan prestigioso sello cultural, pues si no, no se explica la reincidencia en la publicación de las memorias de los ex Presidentes. De no ser, que un ser pérfido y malvado la goce riéndose de nuestra desgracia presente, anterior y futura, no permitiéndonos apartar de la mente sus desmanes bebiendo de la fuente del Lete.
Si la Historia la escriben los vencedores, la memoria la selecciona el Yo. Y como quiera que los Yoes de los ex Presidentes suelen marcharse con el rabo entre las piernas de Moncloa, se sobrentiende que sus recuerdos responden a la verdad con menos atino que aquellos que hablan de lo sucedido a terceros por mucho afecto que se les tenga, por lo que no le veo necesidad alguna ni de escribirlas ni de leerlas ya que a lo único que pueden contribuir es a hacernos todavía más desgraciados de lo que somos de pretenderse presentar como sinceras, pues puestos a elegir, prefiero olvidar el pasado y repetirlo, que repetirlo y no reconocerlo como tal de distinto a que se nos ha contado.
Pero, además de lo dicho, sucede que hay otro problema más desagradable si cabe…No sé a ustedes, pero a mí, me pasa lo siguiente: si leo un libro de cuyo autor desconozco la voz, le suelo leer con mi voz interior, la misma con la que me escucho pensar y que suena tan distinta a como la oye el resto de la gente. Mas, cuando leo a alguien de quien conozco su timbre de voz, su acento se me viene a la cabeza y si me descuido, hasta sus gestos, de manera que de llagar a mis manos las memorias de ZP en formato libro, ya me veo leyendo la primera página durante una hora con ese ritmo parsimonioso en el que daba tiempo a introducir publicidad entre palabra y palabra, con su teleñeca sonrisa Mr.Bean, la inquieta ceja subiendo y bajando, incluso entonando como esdrújulas palabras que el corrector seguramente habrá puesto adecuadamente sobre el papel. Algo parecido a lo que le sucede a cualquiera de mi generación que escuche decir eso de ¡Por consiguiente…! que difícilmente podemos evitar resuene con ese toquecillo propio de Isidoro de Sevilla, o ese tonecillo nasón aznariano del ¡Mire usted! que todavía repite en el actual Presidente Rajoy. Je,Je.