Del ‘no te ajunto’ al ‘no te agrego’

Ya es viernes. ¡Fin de semana!», leo en un muro. Las tonterías se han multiplicado exponencialmente desde que la gente se cuelga de la nube y se le sube el ego porque tiene mil amigos virtuales, aunque solo conozca a veinticinco. La red acaba de revelar el termómetro del buen humor y Twitter ha descubierto que la humanidad está de mejor café a primera hora de la mañana y a medianoche. Porque la felicidad también se clikea como demuestra la revista Science.
Si usted es feliz pero no tuitea, entonces es un pringao. Es importante que cuelgue en Facebook una foto para que quede constancia de lo bien que se lo pasa, que abra una cuenta para que todo el mundo vea que es guay o que, ante unos rumores de crisis, como han hecho Shakira y Piqué, intercambie mensajes de amor ante los ojos de millones de tuiteros curiosos. Hemos pasado del no te ajunto al no te agrego, y si no vive pegado a un portatil, a un iPhone o a cualquier otra terminal de última generación posteando, entonces, perdóneme, usted no es nadie.
Es la era de mandar tuits desde el water: «Espera un momento que estoy con aguas menores». ¡Joé que si me entran ganas de hacer aguas mayores igual violo los 140 caracteres! De los mensajitos desde el washap: «Espera que ya llego (1)», «estoy a la vuelta de la esquina (2), «A punto… de llegar» (3). Eso sí, todo en tiempo real y a escala global. Quizá es que les llaman redes porque han pescado a un montón de merluzos.

 

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