La SGAE, esa organización no humanitaria que cobra hasta por silbar en la ducha, ha incubado un nido de víboras. El último ofidio en afilar los dientes ha sido Pedro Farré, acusado de pagar prostitutas –y gastar 40.000 euros en seis meses– con una VISA de la Sociedad General de Autores, aunque él alega que no se le prohibió el uso personal de dicha tarjeta corporativa. A mi me parece un tipo coherente. Entiendan a este pobre hombre; lo hizo exclusivamente por no descargar material pornográfico de la red, un anatema para los suyos. Frecuentaba señoritas de compañía por cuestiones solidarias: Y es que como en la sociedad de Teddy Bautista tenían carta blanca para joder a todo Dios, pensó que, por lo menos, la empresa debía pagar a las que se dejaban joder profesionalmente.
Sus atenuantes son de libro ya que, a pesar del material que había en esa casa de p…, era más económico contratarlo fuera. Se limitó a externalizar servicios para abaratar costes. Además, cuando visitaba un burdel de lujo aprovechaba para comprobar qué sonaba en el hilo musical y pasar la correspondiente minuta.
Farré, el cerebro del canon digital, es un directivo con fundamento. Porque tenía razón en que había piratas, pero buscaba en el lugar equivocado, estaban todos dentro, no fuera. ¡Qué curioso el comportamiento de una gente que reclama dinero en conciertos benéficos, que se cuela en bodas para ver qué música ponen y que llama ladrones a los usuarios de internet!