Tarad@s

La RAE ha abierto la caja de los truenos con su informe sobre sexismo lingüístico y ha creado un cisma entre feministas recalcitrantes y feministas de bolsillo. Yo soy de las segundas. A mí no me molesta que me engloben dentro del término ciudadanos, ni siquiera que me cataloguen en el genérico de vascos, lo que me frustra es la composición de la academia. No es un problema de «miembras» ni de «mujeras».

No creo que los espacios femeninos se conquisten feminizando los términos, ni que no existamos por no ser nombradas, lo que repatea es que haya tantas mujeres en la tropa y tan pocas en los mandos. Lo que excluye a las mujeres no son las letras, ni las arrobas, ni los requiebros gramaticales, son las actitudes. No ofende el lenguaje, sino el ninguneo social. A una trabajadora que se va a la calle por estar embarazada seguro que le da lo mismo el tratamiento gramatical en la carta de despido.

Me la repampinfla que el Consejo de Ministros pase a denominarse consejo de titulares de los ministerios, si realmente las mujeres tuvieran la misma opción de ostentar una cartera. La lacra no es que haya demasiados cargos públicos, es que hay demasiadas cargas públicas. La lengua está llena de trampas clasistas y los trabajadores pueden convertirse en personas trabajadoras, pero los empresarios no serán personas empresarias. El sexismo nunca es lingüístico y la desigualdad jamás es gramatical porque la dura realidad es que existe la misma proporción de tarad@s.

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