Felipe Juan Froilán de todos los Santos se disparó en el pie por no conocer la moraleja popular; es más peligroso que un Borbón con pistola. Y cuatro días después, don Juan Carlos se pegó un trompazo estando de caza en África porque no quería esperar al partido de Copa para estar rodeado de leones. Después de estos percances, se confirma que los accidentes son, para la casa Real, como los juegos reunidos, cosas de familia, pues su excelso abuelo se cargó a su hermano en otro accidente de armas.
Quizá el nieto mayor de don Juan Carlos se estaba preparando para el ataque de Mitrofán, aquel oso emborrachado con vodka y miel en Rumanía para que el Rey de España lo abatiese de un certero disparo. Una cacería amañada, todo un reto para la Monarquía. O tal vez el pequeño infante solo pretendiese pulverizarse el pinrel para ponerse una pata de palo e imitar los andares de su aitite.
Desde que el hijo de Doña Elena metiese pie y medio en el hospital, las versiones sobre lo sucedido han corrido como la espuma. Algunos dicen que Froilán estaba copiando a la prima de riesgo porque los dos se han disparado. Otros han afirmado que el pequeño infante sale al padre porque también se ha pegado sus tiritos. ¡Vaya carrerón lleva esta familia! En cualquier caso, Froilán ya se siente como el tito Urdanga. «¡¡Bang!! Ya estoy imputado, mamá», dijo nada más dispararse, según cuenta el populacho. «Amputado, bobo, amputado, no imputado», le respondió la madre. Así las cosas, el clamor es general y se exige unánimemente a la Familia Real que se disuelva y entregue las armas.