En el país donde unos recogen los sobres y otros las sobras, en la nación del rey pasmaooo y el duque emPALmaooo, el auditor externo del Partido Popular ha pedido unas cuántas máquinas de triturar documentos en Génova porque no dan abasto.
El hombre de negro entró pisando fuerte: ¡A ver, ustedes, enséñenme las cuentas! y el clan de los genoveses se echó a temblar. La contabilidad paralela no, la del dinero blanco, el que ya está lavado. Que no piensen que los españoles son tontos, aunque once millones hayan dado más de un motivo.
Desde que Ali Babá y los cuarenta ladrones se van a investigar a sí mismos, las auditorías de Bankia parecerán hechas por Caperucita. La experiencia del PP en mentir es mucha y reciente. Además se conocen muy bien la primera regla del corrupto. Es decir, negarlo todo. Los políticos chupópteros, especuladores o las variadas especies de chanchulleros deben estar muy cabreados con esta peña. Todo lo que se trinque de más será lo que ellos trinquen de menos.
Esta semana la corrupción también se ha paseado por las filas del PSOE, que ha destituido al director de la Fundación Ideas por los artículos que firmaba una desconocida Amy Martin. O sea, que la citada fundación publica artículos sin saber, ni conocer quién es su autor y automáticamente le pagan al año la friolera de 50.000 euros, a tres mil la pieza. Pues que me digan donde hay que enviar las columnas para recibir 3.000 euros a vuelta de correo. PP y PSOE; embutidos de confianza.