Como no se puede decir nada, hay que admitir que exista un buen puñado de jetas cobrando ayudas y subvenciones que no les corresponden. Hay que callar porque, claro, la mayoría sí las cobran de forma merecida. Como no se puede decir nada, hay que admitir que una mujer pueda subirse a un autobús en Gasteiz cubierta de pies a cabeza con un burka. Como no se puede decir nada, hay que dar por bueno que algunas se bañen con velo en las piscinas municipales.
Ahora que habíamos conseguido sacar de las escuelas la religión y los crucifijos, hay que permitir el acceso de niñas con yihab con la excusa del multiculturalismo.
No seré yo quien vincule burka con delito ni chador con amenaza, pero tampoco se me ocurriría decir que una mujer puede elegir libremente llevar un velo integral porque es seña de su identidad religiosa. Aprender a convivir es un buen signo, e igual que es lícito que otras culturas exijan respeto a sus creencias en sus territorios, lo mismo debería pasar aquí con nuestros modos de vida. Cada uno debemos tener la libertad de escoger lo que nos ponemos encima, pero subir a un autobús con una escafandra, por poner por caso, o con un burka como una valla publicitaria andante del islamismo, no parece lo más razonable. Aunque claro, si levantas la voz, dices lo que muchos piensan y no eres un bienqueda te llaman racista. Hay que ser megaguay, hipertolerante, supercorrecto y callar.