Esperancista declarada, nada de Cifuentista, yo de mayor (de más mayor quiero decir) me pido ser Esperanza Aguirre. Una política que sobrevive a un accidente de helicóptero, a una masacre terrorista en Bombay, se da a la fuga en un carril bus tras derribar la moto de un policía, se sobrepone a un cáncer de mama, al odio eterno que le profesa Rajoy y tres cuartas partes del PP, y empieza la campaña electoral arrasando.
Ella sería la única que aquí se atrevería a levantar la voz para preguntar a los cuatro vientos por qué los gasteiztarras tienen una estación de autobuses digna de faraones patateros mientras que los bilbainos tienen el equivalente al poblado chabolista de la Cañada Real. Por qué en Termibus hay que pelarse de frío en una marquesina un poco grande, y en Vitoria pueden acceder a la estación a través de una plaza más amplia que la de la Virgen Blanca. Con fama de ser franca, más bien franquísima, la lideresa diría alto y claro ¿y para qué quieren una terminal de buses?, ¿no van todos en bici?
Inversiones megalómanas aparte, que hemos pagado a escote, solo ella entendería por qué se inaugura a las puertas de unas elecciones cuando todos hemos visto que desde setiembre estaba finiquitada. Viva Espe. Que seguro que sale alcaldesa y si no, compra los votos en cualquier mercadillo. No está mal, para alguien que dejó la primera línea de la política.