El bioquímico Tim Hunt, galardonado con el Nobel de Medicina en 2001, dimitió hace días de su puesto en el University College de Londres tras decir. “Déjenme que les cuente mi problema con las chicas. Pasan tres cosas cuando están en el laboratorio: te enamoras de ellas, ellas se enamoran de ti y, cuando las criticas, lloran”. “Me alegra mucho que Marie Curie haya podido dejar de llorar por un rato para descubrir el polonio y el radio”, le contestó una investigadora en un tuit. Lo que este hombre no dice, ni le conviene, es el número de mujeres que le habrán ayudado haciendo un alto porcentaje del trabajo mientras él se colgaba las medallas. Como científico, debería haber sabido que el machismo no es una constante sino una variable. Y siempre una incógnita.
Ya lo dijo Pitágoras hace 2.500 años: “existe un principio malo que creó el caos, la oscuridad y la mujer”. O, más recientemente, Albert Einstein quien exigió por contrato a su primera esposa, la matemática Mileva Maric, que le mantuviese limpia su ropa y le sirviese tres comidas. Debe ser por eso que en abril la revista PLOS One tuvo que pedir disculpas a las autoras de un artículo científico remitido a la publicación. El texto fue rechazado con comentarios como el que sigue: “El artículo podría mejorar si se incluyese algún biólogo masculino entre los autores”. El mundo de la ciencia sigue siendo machista . Y el de la política y el del periodismo…. ¡Ay si yo les contara!