Como cada fin de semana, volverán a proliferar los botellones, la Ertzaintza interpondrá centenares de denuncias, y estaremos enganchados a una eterna rueda de hámster. Pero creo que tengo una idea para reventar las concentraciones ilegales y acabar con las macrofiestas. Todos los participantes pillados in fraganti deberían hacerse el test anal chino que identifica restos de coronavirus en el tracto intestinal, es decir, la versión refinada y sutil de meterles un palo por el culo.
Una PCR que podría ser absolutamente disuasoria porque quizá los incumplidores de las normas preferirán quedarse en casa antes de enfrentarse al nuevo hisopo rectal. Más precisas que las pruebas nasales, están pensadas para detectar el bicho en ese último lugar por donde el coronavirus abandona el barco. Aunque algunos, al grito de Más vale test en el ano que quedarnos sin verano, seguro que siguen de litros.
Hasta ahora, el Servicio Gallego de Salud es el único que admite hacer estas pruebas a pacientes críticos y precisan que solamente se practican cuando es complicado hacer correctamente un frotis nasal. Pero, digo yo, que si los gamberros anticovid están beodos tampoco van a poner muchas pegas y además se acertará mejor con el agujero. Por cierto si los test anales detectan el coronavirus; ¿los pedos contagian? Y si te hacen una PCR en la nariz y da positivo, y la anal te da negativo, ¿eres una pila?