La OPA hostil de Díaz Ayuso a Ciudadanos sigue dando mucho que hablar. El culebrón entre Ayuso y Aguado no sé si se parece más a la peli de «La Guerra de los Rose» o a la discografía de Pimpinela. «Por eso vete, olvida mi nombre, mi cara, mi casa, y pega la vuelta». Porque esta pareja también era cosa de tres. Y es que detrás de la presidenta está Miguel Ángel Rodríguez (ex de Aznar), su mentor, su alter ego y el maligno.
La lideresa goza de una simpatía inusitada. Sin complejos, sin sensatez, sin escrúpulos, ha sacado un máster en popularidad con matrícula de honor. Dicen que Isabel paseaba al perro de Espe y le llevaba las redes sociales usando el nombre de la mascota. Ella no es otra cosa que una émula en forma de caricatura del Tea Party y la ya olvidada Sarah Palin, precursores del ‘trumpismo’.
Desde el tamayazo y en campañas dopadas los madrileños eligen unas cosas muy raras. Santa Ayuso de los Bares, con esa imagen de ninfa alocada y muñequita diabólica. «Todo en orden, nada, muy bien», le dijo a Felipe VI por su santos ovarios, un día después de haber apretado el botón nuclear de la comunidad. Con ella, el pobre padre prior Gabilondo, lo llevaba claro. Y ahora Iglesias también lo va a tener complicado. A saber qué pasará en Madrid el próximo 4 de mayo. Pero a mí me da que a los madrileños les gusta tener de ‘presi’ a una negacionista disfrazada de Agustina de Aragón.
A mí más que ninfa me parece fauna, o sea de pelopicopata. De lo que da la imagen es de estresada. Risa nerviosa, ironía estudiada,
dispuesta al insulto y al desprecio, jactancia etc. En fín toda una
lideresa al uso en la piel de toro.