¡Qué bonito es el amor! El pulso soterrado de Ayuso y Almeida por el control territorial de la comunidad de Madrid se saldó el día de la Almudena con un abrazo fraternal. Casi casi como Cain y Abel porque la navaja la llevaban en el bolsillo. No nos engañemos. Esas luchas intestinas por el poder no las arregla ni Dios. Pero ellos ya se han abrazado, han exhibido buen rollo, y han llegado al apaño para repartirse los puestos y los sillones internos. ¡Oye, Casado protégete los riñones que se avecinan puñaladas traperas!
La presidenta y el alcalde viven en la misma casa pero se comportan como en La guerra de los Rose. Aunque el pobre Almeida tiene todas las de perder. Es un advenedizo contra una profesional de los medios y del postureo diario como es desde hace años Ayuso. El otro día, lo que en realidad limaron no fueron asperezas, sino su amistad, mal alimentada por los egos de sus protagonistas. Sellaron sus diferencias y comulgaron. Yo creo que Judas debía ser un santo varón en medio de esta tropa. Pero da lo mismo que se maten dentro, si fuera se besan.
En Madrid existe una clase media que siempre va a votar al PP. Lo único que quiere es que no les suban los impuestos y se las refanfinfla la sanidad, la educación, o la dependencia. Les da igual la corrupción, la simpleza de ideas, la pobreza, y la explotación. Almudena Díaz-Ayuso… la beata de España.