¡Uy qué nervios! No sé qué ponerme. A ver, les explico. Dado que siempre he tenido tirón entre la tercera edad, he decidido entrar a saco con el jubilado recién aterrizado. Yo pensaba que Juan Carlos I había regresado para hacer la declaración de la renta… porque toca. Pero tururú. Luego llegué a pensar que venía a cobrar alguna comisión, pero el emir de Catar ya se había esfumado. Así que tampoco. ¿Podría volver quizá a pedir perdón y dar explicaciones? Nanay. Y más tarde leí que acudía a regatear, aunque con su pata chula solo puede usar las prótesis como cabrestante para dar las curvas o cómo se llamen en alta mar.
En cualquier caso he decidido contraatacar. ¿Qué quieren que les diga? Me parece un buen partido. Ex monarca separado, rentista, de vacaciones ocasionales en España. Hombre maduro y jovial, campechano, con la vida resuelta, gustando la caza, viajar, y con varios idiomas. Enamorado del mar, con dos barcos en propiedad, el Fortuna y el Bribón. Irresistible.
Creo que me voy a apuntar a las hordas que le han preparado multitudinarias concentraciones de bienvenida, al grito de: ¡Juancar es total, pelillos a la mar! Justo enfrente de esa pancarta que dice: Borbones, a los tiburones. Mejor que se dejen de chuminadas y pongan a enfriar el albariño con una buena mariscada. Pero ¡ojo! Tengo pocos días, que enseguida se va a Madrid a visitar al hijo y a la nuera borde. Igual también actúa en la Plaza Mayor. Del Chanelazo al Borbonazo.