La otra noche vi en el debate electoral de las elecciones andaluzas a la señora Macarena Olona en plan mitinero, reavivando los sentimientos más casposos del facherío. Porque Vox ya está donde quería; en el ruido y en el discurso victimista. Tras el tsunami que ha supuesto en plena precampaña electoral el lío del empadronamiento ficticio de Olona en Salobreña, la Junta Electoral ha mantenido su candidatura.
Con esta decisión, la folclórica de Graná, que no es granaina, ni es ná, se cachondea de todos los andaluces. ¡Qué esperar si hasta se disfrazó de sevillana y montó el circo de la peineta sin importarle el ridículo! Heeeeey Macarena, ozú. La voxera, que ha nacido en Alicante y ha vivido en Madrid estos últimos años, se empadronó hace seis meses en la casa de un amigote del partido para concurrir a las elecciones andaluzas. Eso sí, tuvo que programar el GPS para encontrar Salobreña.
En realidad, Olona se ha marcado un Maroto, que se empadronó en un pueblo de Segovia para entrar como senador, y no quedarse en el paro. Igual, pero echándole todavía más morro y agarrándose a cualquier cosa para chupar del bote. Porque estos de la ultraderecha están contra las autonomías pero se presentan para gobernarlas. ¡Qué cruz! Le pasa también a García Gallardo, el vicepresidente de Castilla y León, sobrado, chulo y barriobajero. Pero Vox podría poner en las listas a la cabra de la legión, y la piara voxera le daría su apoyo exactamente igual. “Hay que votarles, –dicen– es el único partido que aún no nos ha robado”. Pues debe ser que Abascal se ha hecho rico trabajando.