Faltan más de 30 días para Navidad y ya hemos entrado en shock, en una especie de apocalipsis bíblico porque van a escasear hasta los chicles. ¡Ejem! Primero fueron los chips. La carencia de microprocesadores y otros componentes hace temblar un montón de industrias y muchos bienes de consumo se esfuman. Ahora se vaticina que faltará de todo.
La rápida recuperación del consumo global ha hecho saltar por los aires la cadena de suministros. ¡Bummm! La fábrica del mundo, China, no da abasto. ¡Zasss! Faltan buques, faltan camioneros y usted y yo, querido lector, igual nos quedamos sin poder comprar licor esta Navidad porque falta vidrio. ¡Glu, glu, glu! Resulta que no es que no haya alcohol, sino que no hay botellas. Marcas tan conocidas como Absolut, Beefeater, Jameson o Seagram’s no tienen stock. También los espumosos escasean. Ni vino ni cava. ¡Vaya por Dios! ¡El año pasado sin familiares y este año sin alcohol para poder aguantarlos!
Planea la amenaza del desabastecimiento severo, y si en pandemia se agotó el papel higiénico, ahora podemos acabar bebiéndonos el agua de los floreros. Mientras tanto, China anima a su población a acumular comida ante la posible escasez invernal. O sea, nos pasamos todo el confinamiento en un puro pienso, comiendo como posesos, y ahora resulta que hay que ponerse a apilar cajas de arroz y tomate frito en el trastero. ¡Toc, toc! ¿Hay alguien ahí fuera?