Los camareros, hartos de cobrar horas extras

¿Cenamos muy tarde? A alguna ministra se lo parece.” No es razonable un país que tiene abiertos sus restaurantes a la una de la madrugada”, dijo el otro día Yolanda Díaz, y se armó el belén. La hostelería ha cargado contra el supuesto adelanto de la hora de cierre que atenta contra la esencia española. “Esos horarios obedecen a que hay consumidores y una industria turística envidiada a nivel mundial”, asegura el sector.

O sea, somos el chiringuito de Europa, en versión Magaluf luxury, para que los turistas no se tiren al Don Simón. Pero ¿qué va a pensar el presidente de la patronal si fue el mismo que dijo que media jornada son 12 horas?

La lideresa madrileña no ha perdido comba. “España tiene la mejor vida nocturna del mundo. Nos quieren socialistas, sin alma, sin luz y sin restaurantes. Aburridos y en casa”, ha zanjado. Todo, claro está, mirándolo desde la perspectiva del cliente. Me gustaría ver a Ayuso solo un año tirando cañas y sirviendo tapas. No creo que pudiera vivir con el sueldo de poner copas y limpiar mesas hasta las dos de la madrugada.

Deduzco que la razón por la que faltan tantos camareros es porque están cansados de cobrar horas extras y pluses de nocturnidad. También es verdad que sin esos locales y sin esos horarios, ¿a dónde van a ir Tito Berni y compañía? A esa hora solo están los borrachos y los Koldos de turno en sus marisquerías de cabecera. Libertad ante todo. 

Horteras de bolera, Moet y Don Perignon

Seguro que les suena. Ocho pijos se dan un homenaje en un restaurante de Marbella y acaban pagando 4.098 €. Hasta ahí no tendría nada de especial porque podría ir a cargo de una tarjeta de empresa en el epígrafe «Desayuno de trabajo». Pero va un chulopiscinas, a la sazón usuario de Twitter, cuelga el ticket en la red y comprobamos estupefactos que han tomado ocho hamburguesas wagyu, unos chupitos, y han regado la comida con Moet Ice y un Magnum Don Perignon de 1.000 lereles. Una paletada en toda regla.

Esa cuenta nos dice varias cosas; la soberbia de quién comparte esta factura, la horterada de mezclar hamburguesas con champagne y un postureo de libro. Solo por idiotas, tendrían que haberles cobrado el doble. Es como si van con un Ferrari a echar gasolina al Carrefour. También corrobora el ya habitual timo de la estampita/ alcohol donde facturan tropecientos mil más de lo que cuesta la botella, y te pueden cobrar agua a precio de cubata. Pero el local no engaña a nadie, si no se deja engañar.

El internauta se queja de que les carguen 372 € de servicio y el camarero vaya detrás de ellos porque no habían dejado propina. ¡Criatura! si te gusta hacer el primo, hacer una ostentación ridícula y os han cascado un montón de pavos en los moet y el perignon, hay que ser cutre para no dejar algo a los camareros. ¡Pobrecitos niños pijos. Tendrán que pedirle a papá y a mamá que les suban la paga!

¿Ha comido beicon por encima de sus posibilidades?

2203736Claro, hemos comido bacon por encima de nuestras posibilidades y pasa lo que pasa. Que la OMS nos mete el miedo en el cuerpo con el venenito. Pero yo me niego a alimentarme a base de bayas salvajes, tofu de soja y semillas de lino. Ni a decir «tengo que comer el lunes brócoli, el martes, nueces, el miércoles, pescado azul para el omega 3… ¡horror llevo una semana sin consumir legumbres!» Por eso, junto con unos amigos, he creado un servicio gratuito de recogida de jamones para seguidamente proceder a su procesamiento y destrucción por un equipo altamente especializado.

“Si usted vive, enfermará y morirá porque vivir es la causa indiscutible del 100% de las muertes”, fue lo que se le olvidó decir el otro día a la OMS cuando lanzó el bombazo de los solomillos cancerígenos. En este intento por querernos alechugar, once de cada diez consumidores recomiendan larga vida a la panceta. La OMS dice que el consumo de 50 gramos de carnes procesadas aumenta un 18% el riesgo de base de padecer cáncer de colon. Pero si este es ínfimo, ese 18% es solo algo mayor que ínfimo, ligeramente por encima del “multiplícate por cero” de Bart Simpson. Menos mal que en poco tiempo, el borregomátrix que todos llevamos dentro, y que es muy olvidadizo, volverá a los hábitos de siempre. Además hasta que Mariló Montero no se pronuncie sobre el salchichón estaremos hablando sin saber.

La tortilla era de… chorizo

tortilla marotoEl «tortillagate» de Vitoria ha desatado una crisis en «Patateland». Porque hasta para hacer una tortilla, algunos cometen fraude. La tortilla deconstruida de Maroto –iba literalmente a trozos–  ha costado 50.000 euros a los gasteiztarras. El supuesto récord Guinness les ha salido la torta un pan. Digo yo que se lo habrán gastado en cebollas porque 1.600 kilos de patatas alavesas no tienen ese precio. Y además, que sepamos, no llevaba chorizo, aunque algún embutido de ése circulase por ahí. Que manía tienen algunos por meter las manos en la masa y hacer trampas.

Por esa especie de tetris de tortilla con piezas hechas antes y en otro sitio, una obra más de albañilería que de gastronomía… alguien se ha embolsado un pastón. Y yo que creía que el dinero de Vitoria lo gastaban los inmigrantes… y resulta que se iba en un revuelto de patatas y huevos y que era el exalcalde el que despilfarraba fondos públicos sin necesidad ni sentido.

La supuesta gesta culinaria ha sido el timo del tocomocho. Un fiasco de los que hacen época. Se acaban de conocer unos correos electrónicos que prueban que Maroto y su equipo sabían de antemano que el récord sería un fracaso porque en Japón se había cocinado un tortillón de 11.036 kilos, mientras que el alavés sería de sólo 4.000 kilos. Con esos datos, imposible dar la vuelta a la tortilla del Guinness.

Chuminadas posmodernas

Dientes de perro, prímulas salvajes, raíces y chuminadas posmodernas. Esa es la especialidad de René Redezpi, chef número uno del mundo, que acaba de repetir esta semana en su primer puesto. Un tipo que guisa con brotes de abeto de Flandes y semillas de Copenhague no puede ser trigo limpio, aunque sea un experto en cereales. La cocina se ha convertido en una nueva religión llena de liturgias chorras e ingredientes imposibles. Porque, como es bien sabido, cualquier etxekoandre guarda un tupper de hierbajos en la nevera, entre el limón pocho y el yogur caducado.

Impera la cocina molecular, esos menús de espumas, geles y soufflés, que parecen para desdentados. Los restaurantes son ahora centros de peregrinación, los fogones, templos culinarios y los cocineros, dioses. Y los que vamos, paganos. Describen a la alta cocina como científica y los chefs posan en las revistas con pinta de neurocirujanos. Otras veces la tachan de intelectual y los restauradores se disfrazan de filósofos en los periódicos y te describen unos platos que tardas más en leerlos que en comerlos. René prepara cosas como bocaditos de piel de gallina en pan de semillas con queso ahumado y huevas de lumpo, y macetas cuajadas de rábanos frescos plantados en tierra comestible. Demasiado minimalismo exquisito en el plato, que no se refleja en la cuenta. A ver si aprendo algo y me preparo una cena snob: bocadillo de autor y tortilla deconstruida con patatas de sobre. ¡De rechupete!