Oda a los pasajeros macarras

Cada vez que tengo que coger un avión cruzo los dedos. Pero no por miedo a que falle un motor, haya un sunie que sabotee el vuelo o se incendie la cabina. Lo que más terror me produce son el resto de pasajeros, los macarras, quiero decir. Los que se hacen la manicura, se limpian los bajos de la nariz o ultiman su peluquería en pleno vuelo. Aquellos que no pueden con su maleta, pero la suben como equipaje de mano y pretenden encontrar un samaritano que se la suba a dos metros. Me pongo mala cuando se descalzan, se ponen a caminar sobre una moqueta que tiene vida propia y luego te colocan los pinreles a la altura de la nuca. O los que, inquietos en la butaca, te enseñan la hucha en veinte posturas inconvenientes.

A pesar de que el avión saque lo peor de nosotros mismos, nunca me resigno a conocer la anatomía del viajero a un nivel de intimidad más allá de lo razonable. Los asientos de la clase turista se hicieron para hobbits y aunque te metas conscientemente en un avión borreguero, donde te informan de la posibilidad de una trombosis por hacinamiento, el de delante empuja para atrás el asiento y te incrusta las rodillas en el esternón. También suelo rezar para que no me toque en las diez filas delanteras o traseras niños de esos que ofrecen espectáculos de 10 megawatios de sonido con dolby surround. Y luego están los alborotadores. A esos los condenaría hasta su decimoséptima generación

El pequeño Nicolás, un premio Nobel del photocall

 

Premio Nobel del photocallA Torrente le han puesto la próxima entrega de su saga en bandeja porque un borjamari cualquiera la ha liado parda. Se trata del lampiño estafador Francisco Nicolás Gómez-Iglesias, quien con tan solo 20 años ha conseguido codearse con las altas esferas españolas, haciéndose pasar por asesor del Gobierno con documentación falsa, en lo que viene a ser un trepa de toda la vida. El Forrest Gump español llegó a flirtear con directivos, empresarios y políticos y se sacó fotos con Aznar, Aguirre, Rato, estuvo en el besamanos de Felipe VI… O sea que un cantamañanas con pinta de pijo y gomina en el pelo puede aparentar ser un cargo de algo y colarse en la foto. Pero el pimpollo tiene su gracia aunque el chaval sea el claro ejemplo del antihéroe cuya vida es un desfile de apariencias, corruptelas y ambición en una sociedad que destila clientelismo político.

En definitiva y en cristiano paladín que cualquiera con cara de idiota, mirada de idiota, pelo de idiota y actitud de idiota, puede engañar a toda la cúpula del PP y camuflarse estupendamente entre gente como él. Lo asombroso es que no hubiera conseguido una tarjeta black de Cajamadrid. No acabó el curso de la FAES de «cómo engañar sin que te pillen», pero es un crack y muchos estarán haciendo cola para ficharle. El chaval se ha codeado con los maestros de la estafa, así que cuando termine su máster en «lameculos« se lo van a rifar.

 

Ganarás el pan con el sudor del de enfrente

España va bien… para los de siempre. El número de los que están podridos de dinero —¿o habría que decir de los que ganan el pan con el sudor del de enfrente?— crece en la piel de toro un 24% y supera ya las 460.000 personas. Los ladrones de guante blanco se multiplican. Que se lo pregunten a los usuarios de las tarjetas black de Bankia que gastaron 15 millones de euros como si fueran papel higiénico. En la España del saqueo hay licencia para robar. Dicen que los primeros cuatreros están al caer. No se lo crean.

Ahora barajan expulsar a Rodrigo Rato del PP. Nos da exactamente igual lo que hagan con el carné pepero de Rato. Lo que queremos es que le den el carné del economato de la cárcel de Soto del Real. Le va a dar urticaria solo de pensarlo. La misma que le ha entrado a Javier de Andrés, diputado foral de Araba, imaginando que la prostitución y el narcotráfico se lleguen a contemplar en las nuevas estadísticas de medición del PIB. Porque desde que dicen que hay que computar putas y farlopa, los alaveses están muy preocupados porque parece que les alegran las cuentas. A los del PP les falta poner la economía sumergida, el blanqueo de capitales y la evasión fiscal para ser la locomotora lupanar de Europa. Pero tranquilos que cuando se incluya en el PIB lo defraudado por los políticos corruptos, el país se termina de levantar de un plumazo.

 

El hospital de la señorita Pepis / Mato

Si se fijan un poco el virus de ébola se parece a un hilillo de plastilina. De verdad es así, pero no quiero hilar tan fino. ¿Cuánta ineptititud debe acumular una ministra para que dimita? Ya sabemos que dimitir no es un verbo compatible con trincar y mangonear. De la frivolidad, la desmemoria y la desvergüenza de la señora Mato teníamos noticia, de que era palmera y pelota también, ahora comprobamos que es un peligro para la salud pública y quiere matarnos de incógnito.

¿Debe dimitir por ineptitud flagrante? ¡Por Dios, eso es antiespañol y antipatriótico! Lo español es mirar para otro lado. Mucho avión medicalizado, instalaciones de baja presión, trajes de protección y mucho botiquín de la señorita Pepis…, pero cuando una auxiliar que ha estado en contacto directo con un paciente de ébola presenta fiebre y astenia la dejan irse de vacaciones y no la evalúan en condiciones hasta pasados seis días. Una persona que no sabe distinguir un Jaguar de un Panda, que no sabe quién le paga los viajes a Disney y que se pregunta si el «e-bola» ese no es una bola digital, ¿cómo va a saber algo de la epidemia? Que le den un curso acelerado de Defensa Bacteriológica y que vaya a cuidar a los infectados. Y si no es suficiente, métase el virus en el Consejo de Ministros para que lo conozcan más de cerca. En el PP son africanos, pero disimulan.

 

¿Y ésto quién lo paga?

Cecilio

Después de doce días herido en una sima peruana, equipos de rescate han sacado al espeleólogo Cecilio López-Tercero de la cueva Intimachay, donde quedó atrapado el pasado 18 de septiembre en una zona selvática al norte de Perú. Yo andaba por allí esos días y los periódicos daban páginas y páginas de la movilización con cientos de personas al rescate. Aquí la ayuda no ha trascendido y el debate ha sido, lógicamente, la factura. Se ha centrado en que el gobierno se deja una pasta en repatriar ancianos sacerdotes con ébola en aviones medicalizados y no mueve ni un hilo para casos donde 60 voluntarios han tenido que hacer colecta para ayudar y poder viajar en clase turista. La clásica demagogia de barra de bar.

Obviamente no es lo mismo repatriar a un sacerdote que contrae una enfermedad que costear los gastos para rescatar a una persona que estaba realizando conscientemente una actividad de muy alto riesgo. Aunque no me negarán que ejercer de médico en el Tercer Mundo, bajo una epidemia para la que no existe vacuna, y con unas instalaciones paupérrimas, algo de riesgo sí que tiene. Por un lado reivindicamos hacer lo que nos apetezca, bajo nuestra responsabilidad. Pero en cuanto algo se tuerce un poco, que alguien me ayude, cueste lo que cueste. Hay dos formas de concebir una sociedad, una basada en la cooperación y la empatía y otra esa de «solidaridad sí pero no con mi dinero». Ustedes eligen.