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Lo que de verdad importa
Ni la reforma de la Constitución, ni la vuelta al cole, ni la crisis…, la noticia más leída y más comentada en medio mundo la pasada semana, fue esa pillada de una alcaldesa belga practicando sexo. El cortometraje erótico de Ilse Uyttersprot mirando pa Olite y montándoselo en el torreón, ha arrasado en internet. Aunque increíblemente la gente se escandaliza más viendo este envite en Olite que a un guardia aporreando a un paisano en la JMJ de Madrid.
Mantener sexo en público es un debate eterno que suscita pasiones, pero cuando son representantes delPartido Popular Europeo los que se lo montan en las almenas de un castillo al grito de abre la muralla, la cosa tiene su miga. A los Torquemadas del sexo no les ha gustado y proponen ir todos a copular al Atomium de Bruselas. El de la regidora de Aalst es solo un caso que se suma a la larga lista de caras conocidas fotografiadas y grabadas practicando sexo al aire libre como ha sucedido estos días con el bailaor Antonio Canales que fue pillado haciendo un solo de flauta a un tipo en una playa gaditana.
El bailaor quizá estaba inspirado tras leer Schossgebete, la novela que ha vuelto a colocar a la escritora alemana Charlotte Roche en lo más alto de la lista de ventas, con una obra que arranca con una descripción detallada de una felación que se extiende durante cinco páginas. Intereses literarios aparte, el lance de Olite solo evidencia que el turismo cultural es más placentero que el de sol y playa.
La rebelión de los descorbatados
Primera foto de familia del consejo del Gobierno vasco tras las vacaciones y nueva vuelta a la rebelión de los descorbatados. De nuevo, Martin Garitano se apea del lazo al cuello y Juan Karlos Izagirre, anfitrión de la sesión, aparece disfrazado de ministro iraní. Eso sí, abandona las sandalias, se tapa los pinreles y calza zapatos. En el Congreso, Bono ha montado más de una tangana por ir descorbatado. Y eso que es difícil de entender que un tipo que se hace implantes de pelo y parece un paleto vestido de domingo, reprenda a Sebastián por ir sin corbata y llame al orden a periodistas por no cumplir con el decoro en el vestir. Parece sencillo de comprender que a los políticos no se les vota para que se disfracen de auxiliares administrativos de los años 40. Considera Sebastián –y el exprimer ministro japonés, Naoto Kan, pionero en aplicar la medida–, que un ciudadano despojado de la corbata, aguanta mejor el calor y hace menos gasto de refrigeración. ¿A qué Bono no se atrevería a abroncar a Steve Jobs?, creador de Apple y sempiterno portador de camiseta negra, vaqueros y zapatillas deportivas, al que le importa un rábano la rebelión de las corbatas. Tampoco Patxi López se atreve a amonestar a Garitano. La moda casual del diputado guipuzcoano muy pronto podría pasar porque se presentara en la Dipu con los piratas, la camiseta de la selección de Euskadi y las chanclas. La vestimenta progre es lo que tiene. Que un día dejas la corbata en el ropero de casa, y al siguiente, enseñas gayumbos txuri urdin, y calzas hawaianas. Que copie de Hugo Chavez y Fidel Castro, luciendo un coqueto chandal soberanista de verano, y todos tan frescos.
Horteras sin Fronteras
El alcalde de Pisa ha lanzado una ofensiva que incluye multas de 500 euros contra los recuerdos turísticos de mal gusto, como aquellos que hacen referencia fálica a la torre inclinada o esos calzoncillos que reproducen un pene gigantesco del David de Miguel Ángel. Marco Filippeschi, el edil en cuestión, ha formado una liga para combatir a los Horteras Sin Fronteras (HSF) que tanto daño hacen a la humanidad. Los HSF son esos tocapelotas que traen de souvenir a las amigas un delantal con los pechos de Pamela Anderson y a la altura del pubis viene dibujado el Peñón de Ifach. Yo todavía guardo uno de Benidorm con unos senos hinchables y la leyenda: Deja de mirar mis tetas y échame una mano.
El decálogo de souvernis horteras puede llegar a ser espeluznante. A mí me horripilan esas colecciones de dedales salidas de un museo de resina rancia, esa flamenca sobre el televisor que, afortunadamente, la tele de plasma arrojó al container, el póster de El Juli con una muleta customizada con la cara del vecino, o ese niqui de Yo estuve en Villajoyosa y me acordé de ti. Lo peor es que las tiendas de chinos venden platos escalofriantes con I Love Fuengirola o abanicos recuerdo de Formentera, fabricados en Guangzhou.
¡Qué tiempos aquellos en los que el merchandising nos solucionaba el problema de los regalos! El dinero que nos podíamos ahorrar con la pelota de Nivea, la colchoneta de Telepizza, la gorra de la Caja Rural o la camiseta de DEIA.
¡Qué riesgo tiene la prima!
No sé ustedes, pero yo no sobrevivo a otro verano como este. Los especuladores no se van de vacaciones, los imperios no dejan de contraatacar, y no hay día que las noticias económicas no sean más catastróficas que el día anterior. Si una jornada creo que voy a sufrir un pampurrio por la multa de las vacaciones fiscales, otro no vivo pensando cómo va a influir el adelanto electoral en los datos del paro, el fin de semana no pego ojo por ver cómo va a arreglar Obama lo de la deuda y así en un no parar. El lunes estuvo a punto de darme un ictus, la Bolsa se estrellaba y la prima de riesgo cerraba en máximos.
Que digo yo, que esa prima tiene que tener un sobrepeso brutal porque come y come, y no se cansa de dejarnos a los demás en los huesos. Y ayer reventó y llegó a los 404, no sé si de cadera o cintura, pero batió récords. Me da que ni con la dieta Dukan lo arregla.
Sin embargo, la dichosa tía se lleva a todos al huerto, sobre todo a los ciudadanos, que somos los verdaderos primos. Todos tenemos una prima que tiene más peligro que un nublao, pero eso de cepillarse hasta cuatrocientos son palabras mayores. No sé si lo hará en el parqué porque los periódicos también cuentan que ha puesto a la Bolsa por los suelos. Para evitar pagar primadas, me refugio en otro titular de ayer: El precio de las sardinas se disparó en julio. Pues bien, les propongo vender sus acciones del Ibex y comprar sardinas, que hoy por hoy, es el único valor seguro.