La niña de Rajoy

Una sola semana ha acumulado más referencias al mundo femenino que el resto del año. Desde la famosa niña de Rajoy no se había hablado tanto de chicas. ¡Cuánta hipocresía! Hay veces que en el periódico hay que llegar a la sección de contactos para encontrarse con una dama. Las mujeres solo se convierten en noticia cuando son políticas y sufren un cáncer de mama, cuando sus parejas las matan y un día como el 8 de marzo.

Nos tienen acostumbradas a ser protagonistas de cuestiones y de paños menores. Hace pocos días unas señoritas se pusieron de más actualidad que elniñodetrasdePuyol y eldeloscuadros juntos. Eran las pornochachas francesas. Una empresa que ofertaba jóvenes para limpiar casas en ropa interior indignó a los políticos que pidieron el cierre de la web donde se ofrecen esos servicios eróticos. Sensual Clean Service incluía la limpieza de polvo, pasar la aspiradora, fregar el suelo o hacer la cama, con una vestimenta ligera para hacer realidad la fantasía del cliente. El problema estriba en que la cartera también te la dejan bien limpia ya que sus honorarios a la hora oscilan entre los 90 y los 150 euros.

No sé de qué se escandalizan los franceses. En España, algunos lo único que ofrecen es casa y comida a cambio de los servicios domésticos y los otros. Cuando una descubre que su post más comentado es el de madurita busca, se resigna a hablar de banalidades. Por eso, cuando la igualdad deje de ser noticia y se practique todas las semanas, volvemos a hablar.

Yabba Dabba Doo!!

 

El troncomóvil vuelve por sus fueros

Este domingo de Carnaval me debato entre disfrazarme de Tío Gilito o de Pedro Picapiedra. Porque no sé si las medidas de ahorro energético son para atesorar más duros o para volvernos más trogloditas. Rebajar la velocidad a 110 kilómetros es realmente práctico porque lo que economizamos en gasolina, lo pagaremos en multas. Al final tendremos que bajar del coche y empujarlo, cogiendo carrerilla para subir las cuestas. O utilizar un troncomóvil. ¡Yabba Dabba Doo! Por supuesto a oscuras porque nos obligarán a conducir a la gallinita ciega.

También podemos ir en coche de caballos, que hay menos accidentes, aunque entonces nos subirían los impuestos de las herraduras y la alfalfa. Cuentan que algunos ya se han acercado a un Cash Converter a ver cuánto les daban por la 5ª y la 6ª de su coche. Sin ser el ministro Sebastián, a todos se nos ocurre un recetario de urgencia para ahorrar combustible. Consiste en suprimir los coches oficiales, reducir los atascos o evitar que Zapatero vuele desde el Cairo a Madrid para volar al día siguiente a Túnez gastando veinte mil litros de queroseno.

También se podría, es un ejemplo, despedir a medio millón de funcionarios. Así ahorraríamos en transporte, en energía de calefacción y ordenadores y en la iluminación de los despachos. Todo sea por la pasta. No hay de qué extrañarse. Ya han prohibido fumar en el bar, descargar de internet, comprar bollos en el cole a los niños, llegar a fin de mes a los pensionistas, a primeros de mes a los parados…

La gran familia

Que te pego leche! y la leche (por supuesto, de Clesa) le sacudió. Pero más les ha atizado a los 500 ganaderos a los que debe siete millones de euros. Ruiz Mateos, ese discípulo aventajado de Gil y Gil, ese empresario friki, es el penúltimo animal que tropieza dos veces en la misma piedra y en la segunda se da más fuerte. «Si no devuelvo hasta la última peseta me pegaría un tiro, siempre que mi religión me lo permitiera», es el nuevo grito de guerra de este expropiado y concursado. Y lo dice un personaje esperpéntico que enseñó a Madoff todo lo que sabe de estafas piramidales, aunque todavía quede alguno que le considere héroe en lugar de villano.
Quizá si recalase en el vestuario de los jugadores del Rayo Vallecano, a los que adeuda diez meses de salarios, le lloverían algo más que cuatro buenos flanes. El tipo recuerda a Berlusconi -por su afición al bótox- si al italiano le diese por disfrazarse de Superman y tomar un par de copazos de Garvey. Además los dos han dado trabajo a mucha gente, sobre todo a los jueces. Para anunciar su bancarrota virtual, el estrambótico sujeto se presentó con una imagen de patriarca decimonónico rodeado por sus seis hijos varones -las siete hembras se quedaron en casa-, y reclamó a sus acreedores paz y sosiego. Lo que no dijo es que todos los inversores que han picado con Nueva Rumasa recibirán en su casa unos riquísimos bombones trampa. Yo, sinceramente, lo que más siento es que el Cacaolat corra peligro.

A golpe de melena

Marilyn, un pelo de escándalo

Llevo nueve meses haciendo un minucioso estudio de campo. Desde verano estoy examinando las pelambreras de mis coetáneas entre 35 y 50 años. ¡Tranquilos, solo reviso cabelleras! Ríanse si quieren, pero les juro que ha sido riguroso. He concluido que hay una especie de fobia social femenina a cortarse el pelo. No hay una frase más pronunciada en cualquier peluquería que córtame solo las puntas. Si la peluquera se excede más allá de los dos o tres centímetros, el tema adquiere tintes de tragedia griega.

Abajo los ‘ninis’ y arriba los ‘tetes’

Desentrañen la adivinanza, si quieren: sufren una tasa de paro del 40%, no pueden independizarse, tienen que pedir dinero en casa hasta para el creditrans, pero sus conciencias permanecen más dormidas que sus bolsillos. Más pistas: les gustaría hacer edredroning en Gran Hermano y sueñan con salir de pintamonas en OT. Bueno, vale han acertado. Son los ninis, los jóvenes que NI trabajan NI estudian, NI están NI se les espera. Mientras sus coetáneos se manifiestan en Egipto, se movilizan en Yemen, protestan contra Berlusconi en Italia, en Francia montan un pollo por el retraso en la edad de jubilación; los jóvenes españoles tienen menos conciencia social que una ameba egipcia o peor, que una princesa de barrio de las que salen en La Sexta.

Quizá porque la generación nini es una filfa. Un camelo para que nos solidaricemos con una quinta sin oficio ni beneficio. Un apodo para encubrir que realmente pertenecen a la generación tete; TEngo iPod, TEngo iPad y TEngo una videoconsola que te cagas. También puede ser la generación del porque yo lo valgo. Porque ellos valen para que sus padres financien sus gastos, les abonen el coche en cómodas mensualidades y les mantengan en el domicilio familiar.

No son malos chicos. Solo practican un parasitismo benigno. Es decir, pido un poco por aquí, mangoneo un poco por allá y, en general, me adhiero a una vieja corriente de la sabiduría popular: “vive de tus padres hasta que puedas vivir de tus hijos”.