Urdangarin entre rejas

Urdangarin entre rejas

Urdangarin se muda. Pero no a la cárcel. El yerno de rey y su mujer están terminando de sacar las cosas del palacete de Pedralbes para acelerar su cambio de domicilio tras la petición de una fianza de ocho millones de euros. Si no pagan, pueden embargar sus bienes y se quedarían en la calle. Aunque ya verás como a éste si le paran el desahucio sin necesidad de recurrir a la Plataforma de Afectados por la Hipoteca. Conseguirá vender la mansión a alguna mafia rusa y, por varios millones, el mafioso puede conseguir el permiso de residencia para él y toda su banda. De momento, la familia Urdamangarín iniciará una nueva etapa en un chalé modestito que se ajuste a su actual nivel de ingresos.

Cuando los duques volvieron a Barcelona empezaron a ir de pobres y se montaron una peli a lo sintecho. Se dejaron fotografiar en un Golf con más de veinte años y a punto estuvieron de ser pillados in fraganti comprando en el Lidt. Es duro sobrevivir a la crisis teniendo que afrontar un ERE en Telefónica después de cobrar 1,5 millones de euros al año. Además la infanta Cristina, la pobre, está agobiada ante un posible despido. Todo por las pérdidas que ha ocasionado el duque a La Caixa que le concedió una hipoteca por valor de cinco millones de euros cuando Iñaki declaraba un sueldo de tres mil euros, y ahora igual deber ser rescatada. Lo que nadie ha explicado es que cuando rellenó la casilla de avalistas, Urdangarin puso: todos los españoles, y por eso nos han confiscado hasta el aire.

A vueltas con la cosa

Panamá 1, la Cosa 5. Se ha montado un pollo porque Markel Susaeta evitó decir España y se refirió a… la cosa. Y eso que, oiga usted, iba vestidito de cosañol, cosañol, cosañol… y no daba lugar a confusión porque llevara puesta la camiseta de Malta. Anda que no habremos oído frases incongruentes pronunciadas por futbolistas. Al fin y al cabo no dijo ni el fútbol es así, ni tampoco no hay rival pequeño. La locuacidad, que se sepa, no es un bien exigible a los deportistas. Y para ejercer de delantero no hay que ser, hasta que no se acredite un examen de tiqui taca, de retórica fácil. Si lo llega a decir Sergio Ramos -el único patriota que milita y juega en la cosa-, ni mu. Pero si lo comentan Xabi, Piqué o Puyol hasta les harían un polígrafo para analizar si son de pura raza.

Así que a Susaeta lo lapidan en la plaza de la caverna mediática y según está la cosa, jodida básicamente, el linchamiento se debería dejar para otros personajes. El fútbol es una religión que necesita creyentes e idolatra a sus dioses, pero los jugadores son ateos. Juegan por dinero. Además nadie dijo que para ser un ídolo de masas hubiera que hacer másters y dejar de sentenciar cosas como que cuando la pelota no quiere entrar, no entra, o estoy a las órdenes del míster.

Algunos periodistas también van serviditos cuando preguntan aquello de ¿qué?, ¿contento?, después de un 3-0, y nadie les canta las cuarenta. Aunque yo, la verdad, ignoraba que había que jurar la bandera antes de jugar en La roja. ¡Cómo está la cosa!

Se vende kit… por no saber utilizar

Treinta señorías han extraviado sus herramientas de trabajo. ¿Qué esperaban? Si no son capaces de cuidar de la sanidad y la educación, cómo van a estar pendientes de un iPad. Si querían que los diputados conservaran sus chucherías electrónicas deberían haber atado las tablets a los escaños como hacen con los bolígrafos en Correos.

Ya me los imagino delante del señor Posada dando explicaciones. «A mí se me cayó por el water del business class, yo el mío lo dejé en el coche oficial, o lo subasté para terminar de pagar la última letra del Porsche Cayenne».

Sinceramente les entiendo. Se quedan sin extra de Navidad y tienen que resolver los regalos de Papa Noel. Por eso es más fácil que les compremos los juguetes nosotros. El siguiente paso será sacar un anuncio; Revendo kit de diputado -incluye un iPhone 4S casi nuevo- por no poder llegar a fin de mes. Firmado: Un votado que todavía no ha sido botado.

¡Qué buena gente! y cómo demuestran que nuestra mayor industria es la charcutería solidaria. Si rebuscan en las habitaciones de sus hijos o sus sobrinos seguro que encuentran más de una tablet donada. Los nombres de los despistados habría que pincharlos en el tablón de anuncios del Congreso para ver cuántos diputados defectuosos tenemos y que alguien pague los arreglos. Para desviar la atención de tanto chorizo, el Gobierno anuncia que suprimirá un 66% de vehículos oficiales. ¡Vaya tijeretazo! Eso es lo mismo que prescindir de la aceituna del vermouth.

Los lunes al sol

Que tiemble Wert, que le ha salido competencia. Ya hay un ministro/a casi o más gilipollas. Es la señora Fátima Báñez que dice que España está saliendo de la crisis y que ve señales esperanzadoras. Si días después de conocerse la peor cifra de paro de la democracia, la pitonisa Báñez ve en el oráculo brotes verdes, será, o bien porque se los fuma, o bien porque se dedica a la floricultura.

Aunque tan solo necesite ir al neurólogo por falta de irrigación en el cerebro, conociendo las veleidades religiosas de la encargada del desempleo, las señales de la ministra también pueden obedecer a que la Virgen del Rocío ha vuelto a iluminar a esta santa. ¡A ver si le hacen un control antidopaje! O mejor, algo más drástico. Que alguien fumigue La Moncloa con alguna sustancia antialucinógena porque de alucinaciones van sobrados.

La doña que ha dejado el empleo a la altura del bono basura, no ve en su bola de cristal, –el Telediario 2 sin ir más lejos–, que cada día hay más desahucios, más gente buscando en las basuras, más comercios que cierran y más lunes al sol. Bueno, ya lo dijo la hija de Fabra; Que se jodan. O quizá sea porque esta nueva Bruja Avería ve el futuro en el culo de un vaso de ginebra o porque la famosa niña de Rajoy era la del Sexto Sentido.

Entre el señor Leopoldo Abadía que dice que hay que canonizar a Angela Merkel y las revelaciones marianas a sor Báñez, mejor que ir a Fátima, será ir a Lourdes. ¡Pobre Fátima! ¿O era Iluminada?

Chikilicuatres con móvil

¡Cuánto daño han hecho las tarifas planas! ¿De verdad es necesario que yo me entere de que el señor de al lado es un ruin y un mentiroso que engaña a su jefe, diciéndole que está en el médico mientras compra chopped en Eroski? ¿Es preciso que medio vagón de metro se mimetice con una neska que sufre mal de amores porque su novio le ha puesto los cuernos en un botellón en Atxuri? O que se haga el silencio porque una señora relata que tiene a media parentela con Alzheimer, Parkinson y virus de Ébola y no come, pero nada nada, mientas zampa un donuts.

Ahora todo el mundo llega en cinco minutos cuando está a media hora real de su destino y a todo pichichi maría le ha salido algo urgentísimo mientras toma unos potes. El mundo de las ondas sonoras está lleno de conversaciones vacías, de memos con un apéndice de pantalla táctil y de chikilicuatres de verbo insustancial.

Hay mogollón de víctimas del technology mongering (creo que lo llaman) que tuitean la primera gilipollez que se les pasa por la cabeza y que sufren como posesos si no tienen el último iPhone. Estamos condenados a smartphones de última generación como si la vida se redujera a un trozo de plástico y metal ensamblado por un chino.

Eso por no hablar del mundo de los politonos (algún día el juez Pedraz tendrá que meter mano a este asunto) y de los apps, un remedio eficaz para no mirar a nadie a los ojos, no vaya a preguntarte la hora. Perdón, que ya nadie pregunta, que llevan móvil.