Nido de víboras

La SGAE, una sociedad en entredicho
La SGAE, esa organización no humanitaria que cobra hasta por silbar en la ducha, ha incubado un nido de víboras. El último ofidio en afilar los dientes ha sido Pedro Farré, acusado de pagar prostitutas –y gastar 40.000 euros en seis meses– con una VISA de la Sociedad General de Autores, aunque él alega que no se le prohibió el uso personal de dicha tarjeta corporativa. A mi me parece un tipo coherente. Entiendan a este pobre hombre; lo hizo exclusivamente por no descargar material pornográfico de la red, un anatema para los suyos. Frecuentaba señoritas de compañía por cuestiones solidarias: Y es que como en la sociedad de Teddy Bautista tenían carta blanca para joder a todo Dios, pensó que, por lo menos, la empresa debía pagar a las que se dejaban joder profesionalmente.
Sus atenuantes son de libro ya que, a pesar del material que había en esa casa de p…, era más económico contratarlo fuera. Se limitó a externalizar servicios para abaratar costes. Además, cuando visitaba un burdel de lujo aprovechaba para comprobar qué sonaba en el hilo musical y pasar la correspondiente minuta.
Farré, el cerebro del canon digital, es un directivo con fundamento. Porque tenía razón en que había piratas, pero buscaba en el lugar equivocado, estaban todos dentro, no fuera. ¡Qué curioso el comportamiento de una gente que reclama dinero en conciertos benéficos, que se cuela en bodas para ver qué música ponen y que llama ladrones a los usuarios de internet!

Del ‘no te ajunto’ al ‘no te agrego’

Ya es viernes. ¡Fin de semana!», leo en un muro. Las tonterías se han multiplicado exponencialmente desde que la gente se cuelga de la nube y se le sube el ego porque tiene mil amigos virtuales, aunque solo conozca a veinticinco. La red acaba de revelar el termómetro del buen humor y Twitter ha descubierto que la humanidad está de mejor café a primera hora de la mañana y a medianoche. Porque la felicidad también se clikea como demuestra la revista Science.
Si usted es feliz pero no tuitea, entonces es un pringao. Es importante que cuelgue en Facebook una foto para que quede constancia de lo bien que se lo pasa, que abra una cuenta para que todo el mundo vea que es guay o que, ante unos rumores de crisis, como han hecho Shakira y Piqué, intercambie mensajes de amor ante los ojos de millones de tuiteros curiosos. Hemos pasado del no te ajunto al no te agrego, y si no vive pegado a un portatil, a un iPhone o a cualquier otra terminal de última generación posteando, entonces, perdóneme, usted no es nadie.
Es la era de mandar tuits desde el water: «Espera un momento que estoy con aguas menores». ¡Joé que si me entran ganas de hacer aguas mayores igual violo los 140 caracteres! De los mensajitos desde el washap: «Espera que ya llego (1)», «estoy a la vuelta de la esquina (2), «A punto… de llegar» (3). Eso sí, todo en tiempo real y a escala global. Quizá es que les llaman redes porque han pescado a un montón de merluzos.

 

Plan Renove

Tarta de divorcio

La gente ya no espera a que termine la crisis para divorciarse. No lo digo yo, lo dice el Instituto Nacional de Estadística, que asegura que las rupturas han aumentado este año un 4%. No me extraña. En el fondo, un matrimono no deja de ser más que un contrato basura en el que siempre estás de prácticas y uno de los cónyuges se siente superexplotado. Un contrato con fraude de ley, donde dos sujetos pasan de decir que van a amarse para toda la vida a considerar al otro como el ser más odioso sobre la faz de la tierra.

Corren malos tiempos para la lírica amorosa y, después del verano, las separaciones se reproducen por esporas. Como cualquier casado bien sabe, en todo matrimonio que dure más de una semana, hay motivos para romper, sobre todo si se pasa de tirar el arroz a lanzarse la paellera a la cabeza. A veces, el divorcio se produce porque hay terceras personas. Alguno siempre tiene ganas de poner en práctica el Plan Renove. Así que primero cuelgan en Youtube el vídeo de la boda, y luego el fiestón postdivorcio.

Lo mires por donde lo mires, cuando la gente regresa al mercado de segunda mano, todos salen desaforados de marcha, como si una separación fuera una herida que solo se limpia con alcohol. Y cuando se sale, siempre cae alguno, y cuando lo tienes en el suelo, es hora de preguntarle aquello de ¿estudias o trabajas? porque, aunque parezca un jubilado, quizá esté terminando su etapa laboral de becario. Pero ese es ya otro tipo de contrato.

Olores Gran reserva

 
 
 
 
 

La máscara antigás, un elemento imprescindible para llevar en el bolso

Menos mal que han pasado los últimos calores, porque quizá hayan venido bien  a las uvas, pero les juro que a los que no íbamos a vendimiar en metro nos arrojaban a una cloaca de olores. Uno de los peores es el del sudor rancio, ya macerado, una especie de Gran Reserva que noquea las pituitarias. Sin necesidad de hacer ninguna cata, adviertes sus cualidades organolépticas, su buqué penetrante y su aroma de sotobosque.

Lo peor es cuando identificas al portador, –lo siento, suele ser mayoritariamente hombre–, intentas encogerte en el asiento y no encuentras la máscara antigás en el bolso. Tambien hay otro, tipo crianza, joven, ácido y ligeramente afrutado. Es propiedad de esos chavales con las hormonas desbocadas y los sobacos relucientes de actividad. En ocasiones, el tufo proviene de más abajo y no hablo de partes nobles, –no he desarrollado mi olfato al nivel de a qué huelen las nubes –sino de otras menos impúdicas, los pinreles.

Las hawaianas son un invento de órdago para que los pies se refrigeren, pero también para que saquen a relucir la necesidad de llevar incorporado el Devorolor o de colgar una etiqueta del dedo gordo, como en las morgues, con aquello de Lávalo, que no encoge. Entonces, en una metamorfosis, poseída por la putrefacción, te puedes convertir en el Jean-Baptiste Grenouille de El Perfume y te entran ganas de cargártelos a todos. No para guardar sus esencias, sino para que te permitan respirar porque estás a punto de morir asfixiada.

Voto de pobreza

Que nuestros políticos no habían hecho voto de pobreza era sabido, pero la difusión de su patrimonio ha sido carnaza devorada con fruición por el gran público. Tanto que la exposición de sus miserias gananciales sometidas a la curiosidad del populacho colapsó hasta la web del Congreso. El destape patrimonial de sus señorías no ha defraudado y el que más y el que menos tiene el riñón forrado y las espaldas bien cubiertas.
No revelan ningún mérito. Que tuvieran menos significaría que se han pulido la pasta en chorradas o pondría de evidencia que algunos se administran de culo como Tomás Gómez con solo 1.400 euros en la libreta, o que otros, como Alicia Sánchez Camacho, mienten más que hablan ya que dicen deber al banco la friolera de 747.000 euros y ganar 82.593.
Varias conclusiones: No se entiende cómo hay tanto piso por vender si algunos políticos, artífices de la burbuja inmobiliaria, tienen cuatro por cabeza. Otra, cómo no iban a quitar el impuesto de patrimonio si ellos acumulaban alguna de esas riquezas. El problema es que tanto ladrillo no nos deja ver el bosque y sobre todo no nos deja formularnos por qué tienen sueldos de por vida, por qué cobran bien aunque realicen una gestión penosa y cómo pueden compatibilizar tres salarios de forma simultánea. Y eso que sus honorarios de políticos son bastante poquita cosa comparado con lo que luego ganan en los consejos de administración o en los puestos donde son recolocados.