Un minuto de silencio por una parte de nuestra vida

EL FOCO

22 diciembre 2016

Rebajas

En medio de la vorágine de esta Navidad, en mi opinión, la más consumista de los últimos años, ha pasado desapercibida una noticia que puede tener unos efectos importantes en nuestras costumbres de compra. Se ha sabido que el Tribunal Constitucional, que todo lo manda y lo cuestiona, ha tumbado un recurso del Gobierno Vasco que regulaba las campañas comerciales de rebajas frente a un decreto del Gobierno central, del 2012, que liberalizaba este sistema tradicional de saldos y que dejaba plena libertad a las tiendas para fijar el modo, las fechas y las cuantías de las operaciones de rebajas de productos. En resumen, que a partir de ahora las rebajas las hará cada cual a su criterio, sin que haya un período igual para todos.

La sentencia ha causado un auténtico cataclismo en las asociaciones de comerciantes vascos que no saben qué hacer, porque las rebajas ya están ahí, a la vuelta del año que va a comenzar. Para el consumidor la cuestión es: ¿Vamos a tener rebajas de enero, sí o no? Como sabemos, la gente aplaza determinadas compras de invierno, las que se refieren sobre todo a textil, calzado y otro tipo de prendas personales, a la campaña de rebajas, que suelen empezar a la salida de las fiestas. ¿Qué va a ocurrir? Las rebajas de enero, junto las de julio, significan al menos el 40% de las operaciones de los comercios. Son la salvación de la cuenta de resultados de infinitas tiendas pequeñas y medianas. Esto puede ser el principio de una catástrofe, como ya ha ocurrido en otras partes donde se han liberalizado. Sin ir más lejos, en Cantabria.

Para las personas con ideas muy liberales, los de haga cada uno lo que quiera sin normas ni regulaciones, el fin de las rebajas tradicionales es una gran noticia. Pero para la mayoría, que piensa que un estado salvaje, sin normas ni limitaciones puntuales, toda liberalización se entiende como la supremacía de los grandes y el fin de los pequeños. La ley del más fuerte frente a los más débiles.

Y efectivamente, la liberalización de las campañas de rebajas es una gran cosa para las grandes cadenas. Para El Corte Inglés. Para las marcas franquiciadas, como las de Inditex y otras de parecido rango. Es la oportunidad que esperaban las grandes tiendas para extender su poder y reducir a la nada a las pequeñas tiendas de barrio, de las que hablábamos la pasada semana.

¿Y qué pasa con los consumidores? ¿Qué vamos hacer? ¿Le hacemos el favor a las grandes tiendas o adoptamos una posición más inteligente y activa? De eso se trata. Hay que decir, en primer lugar, que las rebajas, como operación comercial tradicional, ya estaban obsoletas. Se habían quedado algo viejas. Los Black Fridays, los días de oro, los mercadillos de todo tipo, las ferias de stocks, los bonos denda y las innumerables operaciones comerciales que a lo largo del año existen ya habían dejado algo anticuadas a las rebajas de toda la vida. Y por supuesto, están las compras on line que lo están cambiando todo. Las rebajas eran un último bastión de nuestras clásicas costumbres de compra.

La cuestión es que, a pesar de todo, las rebajas de enero y las de julio siguen siendo fundamentales para el comercio pequeño, el de nuestro barrio y de los pueblos pequeños, los supervivientes, los últimos de Filipinas, los últimos mohicanos de nuestra sociedad consumista y, por qué no decirlo también, de nuestra cultura económica y social. No es cualquier cosa. Somos animales de costumbres, gracias a Dios, y lo que hemos hecho siempre nos gusta repetirlo, porque nos gusta y nos satisface cierta rutina, esos automatismos gracias a los cuales vivimos.

¿Qué hacemos entonces? Lo que creo habría que hacer ante esta hecatombe es que el Gobierno Vasco adopte una posición belicosa contra esta norma y trate de eludirla mediante un acuerdo con las asociaciones de comerciantes para que mantengan las campañas de rebajas en enero y julio, mientras estudian cómo hacer frente a esta provocación de los comercios grandes. Esto es la guerra. La de los grandes contra los pequeños. Hay que actuar inteligentemente.  Se impone una rebelión contra una norma que desequilibra el sector y perjudica al consumidor, que caerá en manos de las grandes marcas, que van aumentar su tiranía sobre ellos. Comercios grandes sin comercios pequeños es un desastre. Una tragedia democrática y económica.

Por su parte, creo que esta situación implica a los compradores, a todos nosotros. Nos obliga fijarnos aún más en las tiendas de nuestro barrio y en las de los pueblos. Implica a los comerciantes a que revisen sus estrategias. A tratar de competir con la complicidad de los consumidores. Más que nunca hay que mirar los escaparates de los comercios cercanos. Según se ha informado por las asociaciones de comerciantes, el 7 de enero habrá rebajas. Y serán como siempre. Primero un descuento. Y finalmente, un descuento de liquidación, hasta marzo. Hagamos la lista de nuestras compras aplazadas y salvemos las rebajas, una de esas cosas que forman parte de nuestra cultura. Y hagámosla preferentemente en los comercios de nuestros barrios y pueblos. No digo que no haya que ir al centro y a las grandes superficies. Sí, pero no matemos lo nuestro.

Y hasta que lleguen las últimas rebajas de nuestra vida, feliz Navidad.

Hasta el próximo jueves.

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