Cuando los vecinos se equivocan

Leioandi

EL FOCO

Onda Vasca, 9 febrero 2017

 

Dime cómo funciona tu comunidad de propietarios y te diré cuál es la salud democrática de tu país. Me fascina observar cómo convive el vecindario en el edificio donde están sus casas. Es la expresión de muchas cosas, buenas y malas. Puede ser que la relación entre las personas sea como el comic “13 rue del Percebe” o puede ser mucho mejor y menos divertido. Ahí es donde se ve cómo es de tolerante, participativa y respetuosa la gente. Y ahí es donde se aprecia también la mezquindad, la falta de civismo y las rarezas vecinales. Nada hay peor que tener un vecino, arriba, al lado o abajo, ruidoso, sucio e insolidario.

Vecinos y vecinas somos todos. Y además de la salud de nuestras viviendas, nos preocupa el equipamiento de nuestro barrio o pueblo, los servicios públicos, la limpieza, los impuestos y tasas que pagamos, tráfico y aparcamientos, el estado de nuestros jardines, calles y el esmero con que se mantienen y mejoran. La gente se preocupa por eso y valora el trabajo de sus ayuntamientos electos. Las conversaciones vecinales giran en torno a lo que ocurre en sus calles y plazas, para bien o para mal. Todo vecino es un alcalde en potencia. Y por eso, los vecinos se organizan a veces en asociaciones o en plataformas para conseguir tal o cual cosas o para ser interlocutores de los concejales y los alcaldes/as.

Quisiera enfocar hoy sobre los movimientos vecinales que se crean contra algo o a favor de algún proyecto concreto. En Euskadi, que nos hemos movilizado por todo, tenemos experiencias para todos los gustos, con resultados positivos y también con resultados catastróficos. La evolución de estos movimientos vecinales, más o menos espontáneos, es que se solicite un referéndum a favor o en contra de algún proyecto de su ayuntamiento o de otras instituciones. Estamos en la era de la democracia participativa, directa, y no hemos hecho más que dar unos tímidos pasos. La herramienta de internet permitirá, en muy poco tiempo, que los vecinos podamos votar sin salir de casa Sí o No sobre tal obra, presupuesto o mejoras en nuestras calles. Es una gran cosa la democracia participativa a nivel municipal.

Pero como ocurre en nuestra comunidad de vecinos, que es el microcosmos de una sociedad, hay opiniones interesados o particulares. Me voy a referir a lo que ahora ocurre en Leioa, municipio de más de 30.000 habitantes cuya virtud es estar en medio de todo: en medio de Bilbao y Getxo, en medio de la carretera más transitada de Bizkaia, que lo parte por la mitad, el pueblo con más centros escolares, una universidad inmensa, con la suerte de tener Metro, pero alejado de los núcleos más poblados, pueblo que no se sabe si pertenece al Txorierri o a Uribe Kosta. Leioa me inspira ternura por todo eso. Y merece más de lo que tiene. Si tendríamos que poner un título a la película de Leioa, diría que es la ciudad de los proyectos perdidos. Recordemos que Leioa pide a gritos, y se le ha prometido, soterrar la carretera de la Avanzada, vía que le parte el alma en dos.

El caso es que un grupo de vecinos se ha organizado en contra del proyecto de tranvía, un viejo asunto que tenía como propósito unir la estación de metro con las instalaciones de la universidad, macrocosmos que acuden a diario unas 15.000 personas, casi nada. El proyecto se archivó con la llegada de la crisis, como tantas otras obras. Y ahora se ha reactivado, aunque no tiene presupuesto ni un trazado determinado. Ye entonces se ha movilizado la opinión. Un grupo de 260 vecinos y algunos comerciantes se oponen a la llegada del tranvía. 260 de 30.000 habitantes. Poca cosa, al menos por ahora, ya veremos. Solicitan información y una consulta vecinal que determine su construcción o no.

Y entonces, en esta furia democrática de los vecinos, que es estupenda, nos acordamos de todo lo que hemos conocido en situaciones parecidas en otras épocas. ¿Hubiésemos edificado el museo Guggenheim si el museo se hubiera sometido a referéndum? ¿Tendríamos Metro si hubiéramos preguntado? ¿Cuántas actuaciones se habrían malogrado por el rechazo de los descontentos? Pongamos un caso concreto como ejemplo: Vitoria-Gasteiz. El Gobierno vasco de 1996 proyecto la construcción del tranvía en la capital, con una inversión en varios años de 3.000 millones de pesetas, de entonces. Sin embargo, el ayuntamiento lo rechazó y tuvo detrás a muchos vecinos airados. Y Vitoria se quedó sin tranvía. El Gobierno vasco fue entonces a Bilbao y le ofreció construir el tranvía. Y se hizo. Tres años después, Vitoria cambió de opinión. Y el tranvía se hizo y comenzó su andadura en 2008. Hoy no hay nadie, ni los que se revolvieron contra él, que niegue lo mucho de bueno que ha incorporado el tranvía a Vitoria-Gasteiz, un medio de transporte, además, sostenible y ecológico en una ciudad que es ejemplar en este tipo de políticas. Años perdidos por una tozudez vecinal.

También podemos contar el caso de Rekalde, barrio insigne de Bilbao. Hace unos ocho años se movilizaron para que el metro llegase hasta allí, un barrio alto. Las instituciones respondieron que había otras prioridades y había que esperar. A cambio el alcalde Azkuna ofreció una línea de tranvía. Y los vecinos, no pocos, se movilizaron contra el tranvía: Metro sí, tranvía no, gritaban. La crisis llegó y Rekalde se quedó sin proyecto de metro y sin tranvía. Una operación frustrante en la que faltó sentido común y una visión realista de las cosas.

Temo que a Leioa le ocurra lo que a Rekalde o a Vitoria, si el movimiento vecinal, muy minoritario, contra el tranvía prospera. Estoy a favor de los referéndums y la democracia participativa a todos los niveles, comenzado por el municipio. Pero hay que saber quién y por qué, con qué intereses particulares, plantea su oposición a los proyectos institucionales. Me da miedo la opinión sin cauce y la oposición irreflexiva. Los referéndums los carga el diablo. Esos movimientos en contra llevan a los desastres continentales como el Brexit. A veces, el vecino del cuarto quiere un ascensor y el del primero no paga porque no le interesa. A veces, solo pensamos en nosotros y no en el beneficio de la comunidad. A veces, simplemente, estamos cabreados y nos oponemos a todo, sin pensar. Pero la democracia es eso: el impulso de mejorar contando con todos.

¡Hasta el próximo jueves!

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Un comentario en «Cuando los vecinos se equivocan»

  1. Como siempre muy interesante su intervención en Onda Vasca.
    Abordando el tema de las asociaciones vecinales.
    A mí me parece muy bien que la gente se implique en los problemas que hay en la vecindad tanto en la comunidad de propietarios así como en el barrio o ciudad en la que vive.
    Pero hay que ser realistas y la mayoría de las personas consideran que los bienes de todos son bienes de nadie y no se implican y el proyecto y las ganas van mermando y desaparecer su ganas de impulsar y hacer cosas. Y de hecho las asociaciones vecinales pierden valor y se convierten posteriormente en plataformas. Es decir para un tema en concreto.
    Por otra parte hay personas que tienen unas ganas de aparecer y de figurar que son impresionantes y se auto titulan jefes del Grupo. Personas con grandes complejos de inferioridad que quieren hacer valer sus ideas por encima de todo.
    Me gusta cuando las personas que operan de una forma desinteresaïda y con ganas de que sus proyectos para bien de todos salgan adelante.
    Muchísimas felicidades por su colaboración y analizando estos temas de gran interés para todos.
    Nos ayuda a aprender y reflexionar. Gracias. Un ssludo.

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