Once minutos menos que en España

La exacta radiografía de España es su cotidianidad audiovisual. No sus miserias políticas, su economía, el fútbol, el sexo y el cambio climático. Es lo que hace con su juguete amado, en el que tiene puestos sus ojos y complacencias. La realiza cada año Barlovento Comunicación y nos provee de datos reveladores. Como que cada ciudadano entrega a diario casi cuatro horas de su vida a este artefacto, una sexta parte de su existencia; y que se eleva a cinco horas y cuarto entre los espectadores que la ven todos los días. ¿Y en Euskadi? Casi lo mismo: once minutos menos que la media, poco de lo que estar orgullosos. Sí, porque a más tele, menos volamos.

            Lo que indigna son los desequilibrios, el mal del país. Las cadenas públicas representan el 19%, frente al 75% de las privadas. ¿Somos conscientes de los efectos catastróficos de este dominio? Es una amenaza para las libertades, distorsiona la sociedad y nos somete a la asfixiante industria del ocio. Y todo por falta de autoestima y nuestras renuncias a favor de canallas como Berlusconi. Otro absurdo es que los dos principales grupos, Mediaset y Atresmedia, con todos canales grandes, pequeños y ridículos, ingresen el 85% de la publicidad siendo el 55% de la audiencia. Es un delito de lesa democracia y uno de los mayores fraudes del Estado, regalo de un tal Zapatero, de infausto recuerdo.

¿Y en Euskadi, qué? Pues no muy bien. La televisión vasca tiene una cuota del 11,9%, pero muy lejos del 17,7% de TV3, gran valedora de Catalunya en tiempos críticos. ETB resiste, es cierto, y avanza un poco, menos de lo que puede.  ¿Veremos en 2019 la nueva ley del Ente Público? ¿Habrá consenso entre PNV y EH Bildu en este punto estratégico? De momento, hoy arranca la aventura de El conquistador del Pacífico que transcurre en Panamá. Ojalá no se nos quede estrecho.

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