Historia negra de un cornudo

Las dos novelas de Carme Chaparro (No soy un monstruo La química del odio) comparten como personaje central a la inspectora de policía Ana Arén, trasunto de la filósofa Hannah Arendt. Obviamente, a la periodista de Cuatro le obsesionan la crueldad que albergan las personas corrientes y la banalidad del mal acuñada por la pensadora judía. Sobre estas fijaciones ha posicionado su nuevo magacín de tarde, Cuatro al día, al que se ha encomendado la misión de revertir el fracaso de la cadena y su vaciamiento informativo. Para empezar, le ha llegado el regalo de un zornotzarra, cornudo y celoso, que contrató a dos sicarios para liquidar al concejal asturiano que se entendía amorosamente con su esposa. ¡Qué gran historia para demostrar la naturaleza malvada de los seres humanos normales!

Los primeros datos de este chaparrón vespertino, de tres horas y media, son muy desalentadores, con una media de 2,2% de share y apenas 224.000 espectadores, cuatro veces menos que su oponente Más vale tarde en La Sexta. Los programas largos los inventó ETB hace una década: son más eficientes y permiten contenidos diversos en una única oferta prolongada. Ahora, la televisión vasca sobrevive a duras penas en esa franja horaria. Lo bueno es que Chaparro ha rescatado a Adela Úcar como una de sus reporteras, después de que la informadora bilbaína tuviera entre nosotros muy pocas oportunidades de demostrar su valía. 

Cuatro al día ha reinventado la fórmula de fusionar lo amargo de la crónica negra con lo dulce del costumbrismo social, una merienda que ya servía TVE. Es un producto para durar, pero no aguantará con tan leve audiencia. También empezó fatal Sonsoles Ónega en Telecinco contra Al rojo vivo de Ferreras y hoy le supera, eso sí, a base de frivolizarse. Es la guerra, Carme, y la tele tiene mucho de banalidad y de mal.

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