Salida a hombros y por la puerta grande

Una semana más y el desentierro de Franco del mausoleo del Valle de los Caídos hubiera coincidido con la noche de Halloween, un memorial festivo de la muerte, de trick-or-treat, truco o trato. Efectivamente, hubo truco porque lo que se prometió, un desahucio sin ceremonia, fue un acto de solemnidad impropia para una genocida, presidido por la ministra de Justicia, con helicóptero militar, símbolos fascistas, honores eclesiásticos de un prior trabucaire y un seguimiento mediático descomunal. Y hubo trato, claro que sí, el firmado por el Gobierno central y una familia que ha rapiñado con saña a la sociedad española durante décadas y que aún así ha exhibido un victimismo de pacotilla, ofendida pero privilegiada con prebendas y títulos.

Día histórico, insistían los engolados comentaristas de la tele. ¿Es que no se les ocurre nada más original? Jueves de la vergüenza, en todo caso. El despliegue de TVE fue ofensivo: varias unidades móviles, 22 cámaras y una multitud de técnicos para un episodio suficiente con un reportero en prácticas. Allí estaban todas las cadenas, también ETB1 y ETB2, desde las nueve de la mañana, para testificar el ensalzamiento. Una gozada para Ferreras y un triple maratón para Xabier Fortes, de la pública estatal, que prolongó el agasajo hasta las tres de la tarde. Lo vimos: a las 12:53 horas salía Franco, torero, a hombros y por la puerta grande, delante de la Notaria Mayor del Reino.

España lo ha hecho tarde, con 44 años de retraso; y mal, por su complejo de culpabilidad y su cobardía ante el poder subyacente del franquismo, una pusilanimidad que Felipe González representó oprobiosamente. La retransmisión nos mostró el ongi etorri tributado al gran terrorista por cientos de fachas y no se escuchó en la tele interpelar a la fiscalía. ¡Españoles, Franco no ha muerto, solo ha cambiado de domicilio!

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