Euskadi inventó la doble portavocía

Pues no se ha venido el mundo abajo según vaticinaban los profetas de la derecha y la ultraderecha con el primer gobierno de coalición en España desde la república. “Volvemos al 36 y al frente popular”. Hoy es San Sebastián, el reloj del ayuntamiento sigue atrasado un minuto y la televisión informa de otro avance contra el cáncer. La novedad está en la voz pública del Gobierno. Es María Jesús Montero, andaluza, resuelta y que en su estreno como portavoz ha hablado una octava por encima de lo conveniente para los oídos sanos. Baje el tono, señora. El contraste con su antecesora, Isabel Celaá, es enorme. La bilbaína era adusta tirando a hierática, la peor imagen que Sánchez podía dar de su equipo. Montero en cambio le pone garbo y ganas y añade la autoridad de ser ministra de Hacienda con competencia para hacerle una inspección al primero que se ponga bravo. 

            Está por ver cómo equilibrarán Pedro y Pablo el peso del boletín oficial del Estado hablado tras el Consejo de Ministros, al igual que en el arte de torear a los periodistas. En la primera comparecencia estuvo la tocaya Montero, de Podemos, encargada de la Igualdad. Eso querrá Irene, igualdad también en lo de batirse con la prensa y lucir decretos. Eso lo inventamos en Euskadi, cuando entre 1988 a 1991 el Gobierno Vasco tuvo dos portavoces: el nacionalista Joseba Arregi y el socialista José Ramón Recalde, goian bego. Aquella bicefálica portavocía figura en los manuales de comunicación política como experiencia surrealista. Fue un dueto desafinado.

            En la información quien gana es Iván Redondo tras ampliar su leyenda y su poder con la Secretaría de Estado de Comunicación en detrimento de Miguel Ángel Oliver, quemado por su mala gestión con los medios. Permítame María Jesús Montero un consejo de amigo: lo más inteligente que puedes decir es decir lo que sientes. 

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