Diario de cuarentena. Día 22. Mantenga las distancias

Decir tonterías va a la par del coronavirus y el confinamiento «manu militari». Parece mentira que Fernando Simón, el portavoz ronco de esta crisis y coordinador de Centro de Alertas y Emergencias, dijo hace un par de días, cuando estaba contagiado, que “hay que aprender a relacionarnos a la japonesa”. 

Se supone que Simón nos sugería que, para evitar contagios, asumamos el proceder de los japoneses en sus vínculos sociales. Los nipones no sea dan la mano, ni se besa a las chicas en las mejillas al saludarlas, ni la gente acostumbra a tocarse. Inclinan la cabeza. Son unos sosos. Los vascos y los latinos nos tocamos, nos gusta tocarnos, y abrazarnos, y darnos besos por amistad o camaradería. Somos sociales de esa manera tan afectuosa. El japonés es frío y contenido emocionalmente. 

Entonces, ¿hacernos japoneses nos va a hacer mejores? En absoluto. Nos va a convertir en imbéciles y a alienarnos al pervertir nuestra forma de ser. Si hemos llegado hasta aquí, no veo que un virus nos vaya a detener.

Además, es falso que los japoneses evitan el contacto físico entre ellos. Si has estado en Tokio o en otras grandes ciudades japonesas, como Kioto, Osaka, Hiroshima o Yokohama, habrás podido comprobar que los nipones viven hacinados. ¿Has subido alguna vez al metro de Tokio y visto cómo van, igual que sardinas en lata a determinadas horas? Son famosos allí “los empujadores”, un oficio siniestro e inhumano, que consiste en empujar a la gente en los vagones para que quepan más y más. Se tratan como ratas. Es insano, indigno y brutal. ¡Y van con mascarillas, hay que joderse! Dejo aparte lo mal que lo pasan las chicas en esas aglomeraciones, en las que son manoseadas y aún violentadas. ¿Y qué decir de las hacinadas piscinas japonesas? ¿Este es el modelo alternativo al nuestro?

Siendo esto así, ¿de qué cojones habla Simón de “relacionarnos como japoneses”? Aquí no vivimos hacinados. Ellos viven en minúsculos apartamentos, constreñidos por falta de espacio, encapsulados. Y carecen de intimidad. 

Aquí nos gusta mantener las distancias, pese a lo mucho que nos tocamos. Lo malo de mantener las distancias es su versión clasista. Te decían hace años: “mantén las distancias”, para que no saltases la barrera que te separaba de los superiores, de los jefes, de la clase alta. Y lo ponían en práctica construyendo edificios con entrada y escaleras “de servicio”, más sencillas que las de los señores. Muchas casas del centro de Bilbao y Getxo conservan aún estos accesos para el servicio doméstico. ¡Habría que volarlas! Y declararlas aberrantes. 

No hay que hacerse japoneses para combatir la pandemia. Hay que ser decentes y mantener la cultura del intenso contacto personal. Espero que de esta crisis no salgamos todos idiotas, contagiados por complejos de inferioridad.

11 comentarios en «Diario de cuarentena. Día 22. Mantenga las distancias»

  1. Hay medidas drasticas como es la actual «distancia social», que no hay mas remedio que aplicar, como siempre se ha hecho en la Historia con las enfermedades contagiosas.
    Que el experto, ja, oficial de la tv, proponga una relacion a la nipona para el futuro, es otra boutade de hablar por no callar, o quiza sea un chiste al que no se le ha captado el sentido del humor.
    La sociedad japonesa no se abraza ni se besa porque es tremendamente jerarquica y al mismo tiempo menospreciadora de la mujer, aunque su idioma, que curioso, carezca de discriminacion de genero.
    Solo nos faltaba que ademas de en pobres nos conviertan en subditos con jarreteras invisibles pero bien presentes.
    Por mencionar de paso la nueva idea de confinar en recintos adhoc a las personas contagiadas asintomaticas.
    Lo mismo hizo el descendiente de vascos Pinochet, metiendo a los asintomaticos en el estadio nacional mientras a los sintomaticos directamente los desaparecia.

      1. Menudo peliculon de Werner Herzog con Klaus Kinski como Lope de Aguirre. La locura hasta no quedar ni el apuntador. Poseidos por la peor de las epidemias, la ambicion. Y adobada, como ahora, por la inconsistencia del liderazgo nominal.

  2. Pues me sirve lo comentado en un blog vecino sobre el mismo tema.

    No creo que sea posible semejante cambio, casi cultural.

    Ahora estamos en pleno epicentro de la crisis (parece que empezando a vislumbrar que puede estar pasando la fase más cruda) y muy concienciados, pero el tiempo pasará y la tensión se relajará.

    Sí que veo muy probable el efecto positivo de que se acabe con la incómoda y embarazosa costumbre de los dos besos de salutación protocolaria en muchos casos a gente que ni conoces. Y se va a acabar con ello porque precisamente es algo que a una mayoría de la gente le resulta forzado y embarazoso.

    De hecho yo creo que es algo que ya estaba desapareciendo, antes de esta crisis, del ámbito profesional. Yo hace muchísimo tiempo que en mis reuniones, relaciones profesionales, etc, doy la mano, ya sea la otra persona hombre o mujer, porque me parece menos incómodo y mucho más respetuoso. Esto nos va a servir de excusa perfecta para dar carpetazo a tan empalagoso hábito.

    En las relaciones personales, de amistad, etc…lo veo más complicado y menos necesario. Lo bueno será que el saludo más afectuoso, de un abrazo, de un achuchón, se hará cuando nos salga de dentro, no por protocolo, ni forzado ya que evitar dicho protocolo besucón ya no se verá como un borderío sino como medida de precaución. Eso que habremos ganado.

    1. Efectivamente, lo de dar besos a las mujeres o entre mujeres como saludo en las presentaciones estaba siendo superado. Imagínate a los rusos, que se besan en la boca, los hombres. Qué asco.

      1. Ultimamente se habia puesto de moda en las altas esferas de la burocracia de la UE dar dos besitos entre hombres tambien.
        Eso es indicador de que dejar de dar besitos a las mujeres se habia dado por imposible.
        Es un detalle cariñoso, sin mas. Mejor que esos abrazos con palmetones en la espalda que te sacan hasta la primera papilla.

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