Diario de cuarentena. Día 21. Lavarse las manos

Esta mañana, en una de mis escapadas de este malvado encierro, me ha enternecido ser testigo de una escena que podría ser de Romeo y Julieta en tiempos del coronavirus. Una chica con su perro, parada en la plaza de Las Arenas-Getxo y con la mirada alzada hacia una casa, le ha dicho por teléfono a quien probablemente era su novio: “Asómate a la ventana, quiero verte”. ¡Qué sencilla belleza de un corazón limpio! Menos mal que ningún esbirro del confinamiento la ha visto y sancionado. Están al acecho. 

Como contrapunto de esta maravilla están los agobiantes mensajes que los poderes públicos, y que los tontos repiten, de “quédate en casa” y “lávate las manos”. Valía que nos lo dijeran de niños nuestras madres; pero que ahora nos lo exijan a los adultos, al modo de mantra de tiranía bananera, equivale a eso, a tratarnos como a niños. ¿Acaso antes de esta pesadilla éramos unos guarros y no nos limpiábamos las manos y el culo? ¿Por qué no se callan? Hagan el favor de respetarnos, tengan piedad.

¿Lavarse las manos? Ay, ese es un símbolo significativo que perdura en nuestra cultura poscristiana. ¿Lo recuerdas? Viene del relato bíblico de la pasión, cuando el gobernador romano de Judea, Poncio Pilato, no queriendo participar en el asesinato de Cristo que el pueblo, manipulado por los sumos sacerdotes, le pedía a gritos (“¡crucifícalo!”) se lavó las manos en signo de indiferencia y entregando, impotente, la vida del profeta a los judíos.

¿Y cuánta gente, en estos días de sufrimiento, se lava las manos ante la crisis de la pandemia? Ahora que empieza esta Semana Santa tan rara, sin procesiones, capirotes ni borriquitos (¡gracias a Dios!), miro a mi alrededor y veo quiénes se están lavando las manos ante una tragedia sanitaria, económica y social.

Veo que la Unión Europea se lava las manos, comandada por Holanda, Alemania y los países nórdicos. Pandilla de miserables. ¿Para qué se hizo la Unión sino para caminar juntos y resistir ante un problema que rebasa la capacidad de cada estado? Si van a volver a dar la espalda a las necesidades de Italia, del Estado español, de Portugal y otros pueblos requeridos de la solidaridad continental, entonces mejor volvemos cada uno a nuestra suerte. Ay, Europa, Europa, te deshaces. 

Veo también a la clase política, todo ella, y a las instituciones que no han manifestado aún su disposición a compartir el sacrificio privándose durante el tiempo necesario de algunas de sus prebendas. Hagan el gesto de rebajarse sus sueldos y pongan su esfuerzo al servicio de la gente. Ustedes primero, den ejemplo.

¡Que nadie se lave las manos!, es lo que grito en este sábado de luna luminosa.  Seamos limpios, sí; pero antes que nada de corazón.

3 comentarios en «Diario de cuarentena. Día 21. Lavarse las manos»

  1. No veo por qué nadie iba a reprochar nada a la chica que quería que su novio se asomase al balcón. Personalmente no conozco a nadie que esté en esa posición.
    El otro día te quejabas de profetas apocalípticos y eres tú el que está obsesivamente tratando de pintar una atmósfera de «La Naranja Mecánica» totalmente irreal; una dictadura de siniestros policías persiguiendo a todo el que asoma la nariz a la calle, de chivatos acechando a todas horas desde las ventanas.
    Supongo que es el tema que has elegido para tu blog estos días, el postureo outsider, y, como te viene bien, pues no te vas a salir del mismo.

    Pero es algo absolutamente irreal, inventado. La sociedad no se divide estos días en una mayoría de tontos y chivatos por un lado y por otro lado unos pocos espíritus lúcidos, luminosos y libres, entre los que te encontrarías, claro.

    La mayoría de la gente afronta esta situación grave y desconocida tratando de adaptarse con sentido común. Trata de respetar las precauciones de quedarse en casa y demás, no porque nadie nos lo mande y se obedezca como borregos, sino porque nos lo suplican los sanitarios que están en primera línea, porque en una buena parte de la población ha surgido un sentido de comunidad, que parecía apagado, por el que unos nos cuidamos a otros o, al menos, no creamos más problemas de los que ya hay.
    Y como hay sentido común, una mayoría de la gente comprende que las circunstancias de cada uno serán distintas y anda metiéndose con los demás ni con chivatazos.
    Yo, desde luego, cuando salgo a la calle veo a mucha gente a lo suyo, tranquilamente y no vea a nadie meterse con nadie. Y pasa la patrulla de la Erzaintza y no les veo parar a nadie, ni interrogar al que está sentado en el banco, ni registrar bolsas de la compra. Claro….so ven un botellón el el parque, pues intervendrán.

    Eso…el 90% de la gente.

    Pero, como tiene que haber de todo, pues habrá unos pocos amargados que se dediquen a la vigilancia de balcón y a la delación. Claro que los habrá.

    De la misma forma que hay otros pocos igualmente avinagrados, contigo a la cabeza, que se dedican, sin esbozar ni media propuesta alternativa, a criticarlo todo, a decir que todo está mal, y a llamar tontos al resto que trata de colaborar adaptándose a la situación. Pues sí; tiene que haber de todo.

    Ahora el problemón es que son muy pesados diciéndonos que nos lavemos las manos. ¡¡¡Fíjate qué problema y qué gente tan malvada y dictatorial!!!
    No veo que sea un mensaje más machacón que los que normalmente nos bombardean a diario; que veas Juego de Tronos, que tengas una Alarma Securitas Direct, que Messi ha cambiado de corte de pelo, que el Athletic ha llegado a la final de copa, que hay que reciclar, que la Mahu 5 Estrellas está buenísima, etc.

    La situación es la que es, bastante grave (¿no?), y se necesitaba una respuesta colectiva y comunitaria (que, afortunadamente se está dando de forma mayoritaria, lo que al final habrá ayudado a salvar vidas de personas concretas) y con lo difícil que es eso en una sociedad individualista, pues sí, se ha insistido en determinados mensajes de salud pública.
    Pero…¡cachis!…al espíritu libre también le molesta eso.

  2. Más quisieras!
    Me entretiene, la verdad; ese servicios prestado sí te lo concedo.

    Te quejarás, de los que damos vidilla al blog. Pero tienes que entender, más aún con esa libertad de espíritu de la que alardeas, que los comentarios pueden ir en un sentido o en otro, a gusto del lector.
    Curioso, en cualquier caso, que cuando se te da la razón o se te elogia, no muestras tantos reparos ni reproches. Quienes escribís en un porcentaje elevado de los casos eligiendo un enfoque de arremeter contra todo y en un tono bastante faltón o agreviso hacia todo quisqui, deberíais admitir con más naturalidad o incluso deportividad, la crítica y un tono proporcional al que vosotros utilizáis.

    Por lo demás; entiendo, por tu huidiza respuesta, que argumentos contra lo que te replico, tampoco hay en esta ocasión.

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