
Hoy no ha sido tanto el día del martirio de Gernika, como el día de los niños. Se ha cambiado una realidad por un recuerdo. Quizás porque vivimos en el presente. Sin embargo, cómo olvidar que un día como hoy, en 1937, la aviación nazi al servicio del criminal Franco masacró la ciudad sagrada de los vascos, donde se alza el Árbol que representa desde hace siglos las libertades de Euskadi. Un pueblo sin presencia militar, pero de fuerte simbolismo que los genocidas eligieron para ensayar la primera experiencia bélica aérea sobre una población civil. Los asesinos de Hitler probaron en Gernika lo que sería su práctica devastadora en la guerra que provocarían dos años después y que acabaría con la vida de 50 millones de seres humanos.
Pero sí, hoy ha sido el día de los niños: han podido salir al recreo de una hora que les desintoxicara del confinamiento al que, absurdamente, estamos todos sometidos. Y se han podido escuchar en la calle las risas infantiles y hemos visto rodar patinetes y bicicletas y rodar balones. Bendita imagen y bendita música. Este respiro para los niños tiene mucho de simbólico, pero es poco, o casi nada.
Y nos lo presentan como un regalo, cuando se trata de nuestra libertad irrevocable. Parece que iremos de regalo en regalo. El sábado se autorizará la salida a pasear y hacer deporte. ¿Y qué esperan, que demos saltos de alegría?
No tiene sentido el castigo sobre la población. Que es doble: por un lado, la restricción de nuestra libertad de movimiento y actividad; y de otro, tratarnos como idiotas. La gente ya sabe, por su propia seguridad, lo que tiene que hacer en cuanto a su protección, de manera que, una vez sabidas las medidas, las tiendas pueden abrir, la actividad industrial se puede reanudar, así como la oferta de ocio y los desplazamientos por carretera. Solo los grandes espectáculos de masas no serían aconsejables, pero sí los cines y los museos.
Mucha gente no acepta, por absurda, la validez del encierro. He leído en prensa que los distintos cuerpos de policía han puesto desde el principio del estado de alerta unas 740.000 denuncias por saltarse el confinamiento. Y lo han hecho aplicando la tristemente célebre Ley Mordaza, obra de Rajoy y su ministro Fernández Díaz, de infausta memoria. Ya vemos, un Gobierno de izquierdas haciendo suya y aplicando con fiereza una ley abusiva, que prometieron derogar. ¿Cabe mayor incoherencia?
Me identifico con el espíritu rebelde de esos miles de ciudadanos y solicito que todas las sanciones sean amnistiadas por la dudosa legalidad en que se amparan. El problema es que no confían en la responsabilidad de los ciudadanos. Hay un exceso de tutela y mucho miedo.
La libertad a trozos no es la solución. Hoy los niños, el sábado de paseo o deporte y a mitad de mes apertura de comercios. ¡Abran ya las barreras! Hay una sociedad responsable que sabe lo que hay que debe hacer. Y lo que puede.
