Jaime Hernani, director general de Agex, grupo de asociaciones de empresas exportadoras, se quejaba hace días en un periódico bilbaíno que “los rebrotes y su difusión han hundido la imagen internacional de España”. Y añadía que “lo que tendríamos que hacer es hablar menos. Rebrotes hay en todos los países, pero nosotros nos pasamos todos los días señalando, casi en directo, todos los casos, pueblo a pueblo. Los aireamos y dañamos nuestra imagen. Otros países se callan”. Creo que Hernani tiene mucha razón, porque lejos de preconizar el ocultamiento de la realidad, lo que censura el ejecutivo es el modo en que emocional e intelectualmente nos estamos enfrentando a ella hasta el punto de agotarnos y castigarnos. Nuestra torpeza se llama sobreinformación o también infoxicación. ¿Y por qué nos hemos empeñado en el recurso de la extenuación de las noticias? No, el problema no es de los medios y su gestión de la verdad percibida y analizada, sino que es un asunto social, de todos, cuyo núcleo es el miedo. Sí, el miedo, el viejo y canalla camarada de la humanidad que toma el mando de nuestras decisiones cuando algo amenaza nuestra seguridad y supervivencia.
Con la pandemia del Covid-19 hemos descendido hasta el fondo de nuestras debilidades y carencias. No habíamos aprendido a gestionar el miedo, solo lo habíamos arrinconado dentro de la falsa fortaleza personal y comunitaria basada en el bienestar y la tecnología. El miedo sí que ha venido para quedarse, no solo el maldito virus. Toda nuestra existencia, de lo más elemental a lo más complejo está hoy condicionada por un temor irracional que va más allá de su función protectora primaria. Un miedo que se ha fomentado desde las instancias de poder, quizás porque no se han querido activar otras respuestas más comprometidas. Porque el miedo es una herramienta sencilla en su puesta en marcha y suele ser muy eficaz para el control del individuo y la colectividad. El desastre tiene su relato.
El miedo culpable
Nos costó asumir el impacto de la pandemia sobre nuestras vidas, después de un período de negaciones. Y llegado lo inevitable, reaccionamos sin el temple requerido. Sobrepasamos el nivel de pánico. Y precisamente por un sentimiento culpable (incrementado por aquellos oportunistas sin moral que pescan en río revuelto) tomamos el camino más cruel y prolongado: un confinamiento brutal que en sus distintas fases se prolongó durante tres angustiosos meses, cien días de cuyos efectos perversos tardaremos mucho tiempo en recuperarnos, mental, social, cultural y económicamente. Demasiados daños.
El confinamiento decretado por el presidente Sánchez tuvo el impulso de la responsabilidad tardía, que hace que las decisiones sean más duras y duraderas de lo necesario. Sánchez quiso ser el campeón de la prevención después de demorar su contraataque frente al virus. Y ese complejo de culpabilidad lo quiso compartir con todos del modo más cruel y con consecuencias calamitosas. Se podría hacer una tesis doctoral de los mensajes presidenciales de marzo a junio (“salvar vidas”, “sin salud no hay economía”, “es por el bien de todos”) para determinar en qué medida estaban contaminados de su culpabilidad política y su complejo de retraso. Y le dio al botón del miedo. No al de la responsabilidad de las personas y el esfuerzo de no paralizar el país y evitar su ruina. Pulsó el botón rojo del miedo que paraliza y liquida la responsabilidad de la gente.
La estrategia del miedo necesitaba añadidos de componentes de castigo. Y a la par que se obligó a la sociedad a quedarse en casa y abandonar sus tareas, se puso en marcha una inmensa campaña de sanciones. Se han catalogado en más de 1,2 millones las multas en el Estado español que los diferentes cuerpos de policía han tramitado contra los ciudadanos por supuestas infracciones del tiempo de alarma y sus posteriores medidas limitadoras de las libertades básicas. Más allá de su dudosa legalidad, la política salvaje de sanciones situaba como mensaje principal el de palo y tente tieso, tan franquista, en lugar de optar por la épica de la responsabilidad en las medidas de autoprotección. El miedo y la amenaza hacen una formidable pareja, como la de la Guardia Civil, para doblegar los derechos y la dignidad humana. Es más fácil y rápido amedrentar que confiar. Es poco maduro castigar a todos por la irresponsabilidad de unos pocos. Es, en todo caso, muy injusto.
El coste humano de la pandemia, en vidas y sufrimiento, solo es comparable con el coste moral y democrático, que estamos pagando muy caro. Y no creo que la culpa sea de unos gobiernos u otros. Entiendo que todos han hecho lo que han podido, incluso más; y no les arriendo la ganancia a sus fuerzas opositoras en que lo hubieran gestionado mejor. ¡Cuánta mezquindad hay en la política cuando los problemas se vuelven tragedias! Pero todos los gobiernos han hecho mal en inducir el miedo como receta general para tratar de sujetar el drama de una pandemia desconocida, múltiple y cambiante. Es un reproche justificado.
Diario indeseable
“La gente ha perdido el miedo”, dijo una autoridad sanitaria para señalar el motivo por el que se multiplicaban los rebotes. Dio en el clavo con freudiana exactitud. ¿Es que había que perder el miedo y por tanto era bueno que las personas tuvieran miedo para resguardar su vida? No, el miedo jamás fue necesario y es nuestro principal enemigo existencial. Ya viene con nosotros al nacer y lo que nos conviene por inteligencia es controlarlo y no promoverlo. No hay miedo útil. Después de un confinamiento de tres meses, tan largo como inútil en la administración de nuestras vidas, y tras un verano de rebrotes que se explica en parte por la dureza del período de arresto domiciliario, es el momento de revisar los errores en los mensajes del miedo y la culpabilidad social.
Porque todo el mundo está muerto de miedo: los profesores, los padres y madres, los policías y ertzainas, el personal sanitario, los funcionarios públicos, los trabajadores de hostelería y de cuidados a mayores… Y no puede ser. Que las administraciones y medios de comunicación se hayan obligado a emitir, al modo de un briefingde guerra, el diario de contagiados, hospitalizados y fallecidos por el Covid-19, es un error monumental, por muy buena voluntad que anime su revenida política de transparencia. Demasiada claridad después de la oscuridad lo único que hace es cegar la visión de las cosas. Entiendo que procede reducir la sobreinformación y volcarse en los servicios presenciales de asistencia a la ciudadanía. Más hacer y menos hablar. Menos miedo y más fortaleza. Cuanto mayor sea el temor como discurso preventivo, más fuerte será la respuesta temeraria entre aquellos (jóvenes y no jóvenes) que sienten constreñidas sus libertades individuales. Y, por favor, no se trate de replicar esa rebeldía discutible -respetable en sus argumentos, pero no en sus actos temerarios- homologándola con los sectores fascistas, negacionistas y antivacuna.
El miedo se equilibra con la esperanza, y no sé cuál es peor. A la persistencia de vivir atemorizados como necesidad para el respeto general de las reglas de la autoprevención se le ha añadido, como compensación, iluminar los corazones de la gente con la esperanza, prácticamente mesiánica, de una vacuna redentora. Y eso explica que el mensaje predominante de la industria farmacéutica y de las autoridades sea la inminencia de una vacuna salvadora. Es otra burla a la inteligencia de la sociedad. Hacen como los curas, sacrificar el gozo del pecado a cambio de la promesa del firmamento. Es un mensaje inmaduro para nuestra compleja sociedad del conocimiento. ¿O del desconocimiento programado? Los medios no deberían entrar en este juego de expectativas infantiles. Deberían ser, creo yo, más críticos y denunciarlos. A seis meses de miedo inducido no le pueden seguir otros tantos de esperanza estúpida. Maldita sea, ¿cuántos siglos de inteligencia ha retrocedido el mundo? O quizás es que no éramos tan cultos e invencibles.
Estoy de acuerdo con usted en que en España se le está dando mucha publicidad a el num.de contagiados y muertos por Covid.otros países como Francia y Alemania estoy seguro que tienen los mismo casos o más que España,pero bien los falsean o no hacen tantas pruebas de por.ahora bien esto no se ha terminado,estamos ya en más de cien muertos diario por la pandemia si esto sigue así,que seguirá,nos plantamos enseguida en 500 muertos diarios Ahora mismo la cifra de muertos es de 30000 a 50000 según las fuentes,cuánto tiempo van a tardar en confinarnos otra vez,yo creo que poco,o nos confinan o nos vamos enseguida a los 100000 muertos.
El miedo forma parte de nuestro «equipo de serie», como en el de cualquier animal y es un eficaz método de defensa, de alerta, de autoprotección.
Otra cosa son las mentiras de los políticos, los cuales por cierto no me inspiran miedo sino prevención ante sus corruptelas, pequeñas o grandes y su incapacidad.
Si me encuentro con un navajero en la calle, ese miedo me llevará a correr, o a cambiar de acera o a darle la cartera para que no me meta un navajazo.
Si el acto primario es el miedo, las dos primeras posibilidades existirían y la tercera se saldaría con una pérdida económica.
Si no tengo miedo y me enfrento al criminal, posiblemente incrementaría las estadísticas de violencia por delito común salvo que yo también vaya armado y en ese caso el miedo se oculta con el arma propia.
Respecto del confinamiento ¿Quién es capaz de decir que los tres meses en casa fueron inútiles? Yo no desde luego. Me daría miedo incurrir en una irresponsabilidad. estoy satisfecho de haber tenido miedo.
Miedo que en este momento tengo a los sinvergüenzas que no tienen miedo de contagiar a los demás saltándose las medidas mínimas de protección.
Respondes, por tus palabras, al producto social del miedo inducido por el poder. No solo lo soportas, sino que hasta lo agradeces y lo echas de menos. Brutal. ¿Te importa una mierda tu libertad?
¿ Miedo ? Ojalá la gente tuviera miedo, pero lo que veo yo, no es ni miedo ni responsabilida sino todo lo contrario, como mucho, pero mucho, mucho sería preocupación. Con respecto a que son las instancias de poder las que han incrementado ese miedo pues, hasta cierto punto lo veo lógico visto la inmadurez y poca solidaridad con que se comporta nuestra sociedad. En cuanto a que en otros países no se le está dando publicidad a ésta pandemia y que falsean los datos …..pues no sé, habría que ver los informativos de algunos países y leer su prensa para ver si es cierto o no, no decirlo por decir, yo en concreto veo la TV francesa y no paran de dar información. En relación a falsear datos…miremos cerca. Que en el Estado Español se esté dando demasiada información lo veo normal, ya que es de los más contagiados del mundo (porcentualmente quizás sea el que más) y si no se diera nformación ¿qué pensaríamos? yo en concreto pensaría que me están tomando el pelo
un saludo
Ya hemos visto cómo funciona el botón de la responsabilidad individual después del confinamiento. El mismo botón que pulsaron en Suecia y de lo que se han arrepentido
Me parece que usted no se atreve a decir que todo esto del coronavirus es mentira. Parece otro conspiranoico. Cuando Israel ha vuelto a confinar a todo el mundo y Reino Unido está pensando en hacer lo propio, menuda ocurrencia pensar que el problema es que en España se habla mucho de esto ¡En eso estaba pensando yo! Euskadi, si llega a ser independiente, sería el segundo país que peor está en el mundo por detrás de Estados Unidos. En Francia o Alemania, con las cifras de muertos que tenemos aquí, probablemente estaríamos confinados.
Usted es un ciudadano tan sumiso y crédulo que facilita los abusos del poder. Con su pan se lo coma.
Usted si que es crédulo: cree que apelando a la responsabilidad la gente va a responder. Ya lo hemos visto.
Si yo no creyera en la gente, pese a todo, sería un auténtico imbécil.
Densmarcados, me parece que vives en» el mundo de nunca jamás». Sólo te falta cantar el disco de aquel lejano grupo musical de los años 60 y 70 VIVA LA GENTE. Confundes la libertad con la inocencia cosa por cierto muy común en los ingenuos
Un saludo
Quizás si, pero creo en la gente, porque creo en mi. Qué le vamos a hacer.
No,si segun Hernani es mejor callar para no deteriorar la imagen,
ya bastante deteriorada de este pais,y que siga muriendo gente.
Es mejor que meter miedo para que se lleven a cabo las medidas puestas por la sanidad,no decir nada para que en el extranjero no tengan idea de la realidad sanitaria de este paisssssss.
Se trata más bien de no sobreinformar (lo llaman intoxicación). Es fácil de comprender.