EL FOCO
Onda Vasca. 1 diciembre 2016
Hoy, 1 de diciembre, es el Día Internacional contra el Sida, uno de esos días en que el mundo piensa en uno de sus objetivos comunes. Se instituyó allá por 1988, cuando el pánico sacudía a millones de personas ante una enfermedad pavorosa frente a la que estaban desarmados. En aquellos años el Sida se convirtió en una pandemia mundial, una de las más destructivas de la historia y se llevó por delante, según datos estimados, a más de tres millones de seres humanos. En Euskadi causó estragos y se cebó en todas las clases sociales, un problema añadido a las enormes dificultades de aquellos años de crisis económica, convulsión política y social y cambio de ciclo histórico.
Frente al Sida nuestras autoridades sanitarias hicieron lo que podían, fundamentalmente llamar a la conciencia colectiva para evitar el contagio del VIH. ¿Quién no recuerda las campañas de sensibilización, aquello de “Póntelo, pónselo” para incentivar el uso del preservativo en las relaciones sexuales de riesgo? Estas dos palabras por sí solas cambiaron o propiciaron el cambio de mentalidad de toda una sociedad, pacata y cobarde hasta entonces. Fue el grito de una generación contra una enfermedad a la que no se ha ganado la partida aún, pero frente a la que se avanzado mucho y la esperanza y calidad de vida de los contagiados es elevada.
Y entonces, en 1986, Euskadi creó el Plan contra el Sida y puso al frente de él a un médico providencial, cuya labor ha sido referente durante estos años y al que debemos un trabajo impagable. Ese hombre es Daniel Zulaika, coordinador del Plan para la lucha contra el Sida del País Vasco. Son treinta años al frente de un equipo profesional que ha llevado a cabo un paciente, inteligente y eficaz trabajo para que esta enfermedad se haya controlado, desarrollando los recursos sanitarios necesarios y creando una infraestructura de apoyo. También ha sido responsable de la acción preventiva, por medios de campañas de sensibilización que a muchos les parecía inútiles durante estos años, pero que han sido de enorme importancia para que el contagio se detuviera.
Zulaika se jubila. Ha cumplido 65 años, treinta de los cuales los ha dedicado, con un sentido del deber extraordinario, a prevenir, detener y asistir los estragos de la peor enfermedad de este siglo. Daniel se jubila con la celebración en San Sebastián, donde tiene su oficina y trabaja con su equipo, del Congreso Internacional del Sida, que ha reunido a los mejores especialistas del mundo, hasta 700 expertos. Es el broche a una carrera ante la que rindo todos los honores que se merece un hombre trascendental para Euskadi.
Lo que ha avanzado la lucha contra el Sida en Euskadi se lo debemos en buena parte a él y, por supuesto, a los recursos económicos, sanitarios y humanos que la sociedad vasca ha puesto en manos del grupo profesional coordinado por Zulaika. El trabajo de este equipo ha sido imitado por otros países y tomado como ejemplo de la estrategia a seguir contra el Sida. Es realmente impagable.
Admiro a este hombre y su carrera profesional, su buen hacer y su estilo. Me rindo ante su trayectoria. No solo ha hecho un trabajo de enorme eficacia y lo ha hecho con una paciencia absoluta, sino que además su trabajo ha sido callado, sin pedir nada personal a cambio y con una humildad que me emociona. Es algo extraordinario.
Ahí están los datos de un avance contra el Sida que en parte de lo debemos a él. Hace treinta años la esperanza de vida de un enfermo de Sida era de 60 días. Hoy, y gracias a una labor de conjunto, y tras la aparición de los retrovirales la enfermedad permite una esperanza mucho más larga y con una mejor calidad para estas personas. El desarrollo de la enfermedad está estabilizada, con unas 150 infecciones por año, que aún siendo demasiadas, porque casi todas se deben al hecho de que se ha bajado la guardia en las actitudes preventivas, ofrecen un panorama esperanzador.
Lo que le debemos a Zulaika los vascos no se puede pagar. Si esta fuera una sociedad justa otorgaría a este hombre, en el momento que se retira tras dejar gran parte de su vida en la lucha contra una enfermedad terrible, todos los honores habidos y por haber. Le entregaría la distinción Lan Onari, que otorga el Gobierno Vasco a los ciudadanos que se hayan distinguido de forma extraordinaria por su dedicación, constancia y espíritu de iniciativa en el desempeño de su actividad profesional. Nadie lo merece más que él. Le daría el premio Nobel y le haría hijo adoptivo de todos y cada uno de los pueblos de Euskadi, e hijo predilecto del suyo, Zarautz.
Pero a Zulaika estas cosas no le importan. Nunca ha buscado honores y reconocimientos, incluso ha renunciado a su promoción profesional por seguir en su labor contra el Sida. Estos son el tipo de personas que cambian y mejoran el mundo. Y en este Día Internacional contra el Sida es pertinente señalar el mérito inmenso de este médico que es, por encima de todo, nuestro héroe. ¡Eskerrik asko, Daniel, por todo lo que nos has dado!
Hasta el próximo jueves.