Elige concejal para casarte

EL FOCO

Onda Vasca, 22 septiembre 2017

Lo que ocurre en el amor no es lo que más importa o, mejor dicho, casarse ya no es una prioridad. Es lo que dice el último informe “Retratos de Juventud”, elaborado con los distintos sociómetros vascos de 2016, con más de 7.000 entrevistas. Es un retrato muy real. Viene a decir que el matrimonio y tener hijos no son metas básicas para alcanzar el estadio de “ser felices”. De hecho, apenas un 17% cree que los hijos sean una primacía en sus vidas.

El dato más reciente, del Sociómetro de la Universidad de Deusto, es que de las 500 bodas celebradas en Bizkaia, de enero a marzo, apenas 32 fueron bajo el rito eclesiástico, apenas el 7%. En Álava las cifras, referidas al mismo período, son más acusadas: de 121 bodas solo dos fueron canónicas, menos del 2%. Dicho con ironía, habría que hablar con esas dos parejas alavesas para preguntarles sus motivos de tan rara decisión. ¿Y estos datos adónde nos llevan? A que la sociedad vasca, en apenas 30 años, ha cambiado radicalmente y que los valores relativos a la religión se han desplomado, en un proceso de secularización que seguramente es de los más acelerados del mundo. Recordemos que a finales de los noventa sólo el 25% de las bodas eran por lo civil y que en las décadas de los 60 y 70 Euskadi es la comunidad del Estado de mayor práctica religiosa.

Lo paradójico es que una mayoría social de Bizkaia se declara católica, aunque al mismo tiempo, no son practicantes, no acuden a las misas y declinan los llamados sacramentos. ¿Y por qué se declaran católicos? Quizás porque asumen cierta afinidad con algunos valores de la fe cristiana, como la solidaridad, la tradición y tal vez cierta idea de trascendencia o creencia en una vida futura. No lo sé. Pero es muy extraño. Tanto como que los bautizos y los funerales en la iglesia no decrecen, así como las primeras comuniones. Se puede entender lo de los funerales, porque aún no existe una suficiente cobertura de tanatorios o salas públicas para las despedidas de los difuntos, en tanto que las iglesias son muchas y amplias. Es algo incomprensible que la sociedad que se casa por lo civil bautice católicamente a los niños y que no falten las primeras comuniones. ¿Quizás por la influencia de los abuelos, más cercanos a la Iglesia, o por los regalos y fiestas familiares? Se supone que en una década más, la Iglesia pasará a la marginalidad e irrelevancia social.

Mi opinión es que ahora la gente es más sincera; y que, en décadas anteriores, bajo el agobio del franquismo, la religión era más aparente que real. Existía un catolicismo de campanario. Desaparecida la influencia de los valores heredados de la dictadura la gente elige lo civil, al tiempo que ayuntamientos y juzgados ofrecen una gran dignidad ceremonial. Ahora no se elige cura que te case: se elige concejal o alcalde. Es más de verdad. Es más auténtico. Eso sí, pocos de quienes se casan resisten mucho tiempo juntos; pero esa es otra historia.

¡Hasta el próximo viernes!

Viernes de debate

A Euskal Telebista siempre le gustaron las noches de los viernes. En la década de los noventa fue pionera en el debate social y político en un día que ninguna cadena consideraba idóneo. Se arriesgó y triunfó. Sí, pero los viernes han cambiado desde entonces. La sociedad es diferente, la gente ha mudado sus gustos y sus gastos. Y ahora, con la extensión del fin de semana, los viernes son una especie de bálsamo de desconexión con el que solo parece encajar el entretenimiento en sus diferentes modalidades, del cine a los concursos y las risas. Pese a todo, ETB vuelve a intentarlo con el estreno de 7 días, síntesis de Informe Semanal y los espacios que precedieron a la nueva propuesta, El dilema, La noche en jake y el que estaba llamado a ocupar su lugar, Menos es más, derrotados por la audiencia.

Una peculiaridad de 7 días es su contundente mayoría femenina, con dos presentadoras, Estibaliz Ruiz de Azua y Arantza Ruiz, más cuatro de los cinco tertulianos, que dejan a Martín Garitano como único varón en una discusión ideológicamente equilibrada. El programa se estructura como un resumen de la semana política, con un par de reportajes, dos entrevistas, una mesa de tertulia que se lleva más de la mitad del tiempo y un debate cara a cara sobre un caso polémico. El menú es diverso y su interés queda, como siempre, en boca de la consistencia comunicativa de los concurrentes y no tanto de los temas, porque las posiciones vienen sabidas de antemano, sea Cataluña o el aniversario del asesinato de Yoyes. El ejercicio de malabarismo retórico del ex diputado general de Gipuzkoa para escurrirse de las responsabilidades morales de la izquierda abertzale fue el punto negro de la noche, pero era previsible.

El propósito innovador de ETB es evidente; pero los resultados tardan. La información y el debate son su razón de ser y no hay que engañarse con la falacia de que la tele es pura distracción. Nuestra televisión pública es el parlamento extendido de Euskadi. Queremos vernos útilmente representados, aunque no sea del todo divertido.

 

¿Eres héroe o villano?

EL FOCO

Onda Vasca, 15 septiembre 2017

La vida de la ciudad esconde cada día héroes y villanos que no son productos de película o de novela. Son reales, muy reales. Son nuestros vecinos y tienen cara y ojos. Los buenos y los malos de cada día. Cada uno de nosotros quisiera estar en el lado de los buenos; pero podríamos caer en el bando de los malos, incluso sin quererlo. Héroe es Gonzalo, el padre de Irune, a quien un mal día de septiembre, hace justo un año, un tren de mercancías mató en la estación de Areta-Llodio. Ya hablamos de aquel asunto, rectificando mi comentario, porque a la chica, de 19 años, la mató el hecho de que la estación de Renfe Cercanías carece de paso soterrado. Gonzalo ha hecho causa de aquella desgracia y se lanzado a una cruzada, de lo más justa, para que el Estado soterre los 433 pasos al descubierto que existen en España. La campaña de Gonzalo se llama Stop Arrollamientos. Tiene en su apoyo 300.000 firmas, la mía también. Gonzalo e Itziar, los padres de Irune, no quieren que haya más casos como el de su hija. No pueden recuperarla, pero pretenden evitar nuevos sucesos. ¡Ya está bien que haya tantas estaciones de tren sin pasos soterrados, propios de un país atrasado!

Héroes son también los vecinos de la zona de Indautxu donde está la discoteca Moma, a la que no quieren como vecina. Y tienen sus razones. Hay libertad de empresa, es cierto, pero la actividad genera ruido y suciedad. Se podría evitar, pero ocurre porque es consustancial al viejo modelo de discoteca. Estos héroes piensan que pueden derrotarla, a pesar de que esta es legal. Será una lucha larga y el resultado es incierto.

Héroes son, a su pesar, las más de cien personas que están acampadas en Zierbena en la esperanza de colarse en un camión de mercancías que embarque rumbo al puerto de Portsmouth. La mayoría son albaneses, pero hay algún sirio que huye de la guerra. Si, los polizones son ilegales. Pero lo ilegal puede ser justo. La mayoría son descubiertos. Pocos lo han conseguido. A mí, salvando las distancias, me recuerdan a los “Dreamers”, los jóvenes ilegales latinos en Estados Unidos que tuvieron, antes de Trump, la esperanza de ser legalizados por una ley que ahora va a ser revocada. Soñadores son todos los que luchan por una causa buena, casi imposible, larga y dolorosa. Y no se rinden.

¿Y los villanos? Los villanos son sus oponentes. La Renfe y su política cicatera de inversiones, que no prima la seguridad de la gente. Villana es la empresa que se empeña en mantener una discoteca y amenaza el descanso de los vecinos. Villano es ese okupa, otro más, que ha entrado en una casa en Begoña-Bilbao y se ha quedado a vivir en ella, sabiendo que existe una ley que protege su delito. Tres meses más se quedará allí, con su familia, porque la justicia es lenta. Villana es esa ley injusta. Villanos son quienes en Zorroza no quieren que se realoje en su barrio a las familias damnificadas del incendio del pasado junio, en el que murieron dos niños y tres adultos. Todo el mundo merece una oportunidad. Por algún motivo esa gente se pasa al bando de los malos. Pero se vive mejor en el lado de los héroes.

¡Hasta el próximo viernes!

 

 

La grotesca unanimidad española

 Junto a las querellas judiciales, amenazas de cárcel, embargo, inhabilitación y penas del infierno para los disidentes de Catalunya, España ha decretado el estado de unanimidad política y así se ha instaurado por el altavoz de TVE. ¡Todos de acuerdo contra el referéndum de independencia! Sin fisuras, como les gusta enfatizar. La orden es que nadie discrepe y que la opinión sea tan igual y monolítica en palabras y argumentos, tan absoluta y tenaz que haga imposible cualquier atisbo de desacuerdo. Si ya a la televisión pública estatal, por su origen franquista, andaba escasa de pluralidad, ahora esa carencia es su perfecto retrato. Los debates españoles son coros de una única voz, donde toda competencia se manifiesta en quién dice las frases más feroces contra Puigdemont y quién es mayor valedor de la unidad a garrotazos.

De los debates mañaneros de La 1 poca diversidad de criterio podíamos esperar, dirigidos por Sergio Martin, el periodista aniñado y sectario que espetó al líder de Podemos aquello de “hoy han salido varios etarras de las cárceles, estará usted de enhorabuena”. Ahí sigue, menos imparcial y más del PP que nunca. De los diálogos nocturnos del canal 24 horas no tenía mejores expectativas. El antiguo tertuliano, Víctor Arribas, que ahora modera los coloquios de La noche en 24 horas, ha escogido interlocutores convenientes, ninguno que apunte una pizca de desigualdad sobre la cuestión catalana. Lo previsible mata todo, como la rutina disuelve el amor y el espíritu creativo.

No contentos con ejercer la unanimidad de opinión, TVE anuncia la contratación de Carlos Herrera, cuya ecuanimidad podría llevarnos al éxtasis intelectual. Se le ha prometido un programa en horario estelar y de discusión política. ¿Discusión? Eso es imposible. Hace tiempo que en Génova reclamaban una tertulia a la medida para hacer frente a la Sexta y a Cuatro y no dejar la propaganda de la derecha al púlpito episcopal de 13 TV. El andaluz tiene una misión profética en un país donde todos piensan lo mismo, a paso militar. ¿Piensan? 

No quiero una Euskadi con prisiones y prisioneros

 

Los artículos 10 y 12 del vigente Estatuto de Autonomía de Gernika recogen la competencia exclusiva de Euskadi en materia de prisiones, que ahora, de prosperar las negociaciones entre el PP y el Partido Nacionalista Vasco de cara a los presupuestos generales del Estado 2018, podría pasar, por fin, a ser gestionada por el Gobierno de Lakua. Catalunya tiene ese poder desde 1984. Con el descaro inherente a una recién llegada, la nueva secretaria del Partido Popular del País Vasco, Amaya Fernández, declaró hace poco, sobre la trasferencia de las prisiones, que «Euskadi también puede y debe gestionar esta competencia, pero las cosas no son de hoy para mañana, y una de las condiciones esenciales para asumirla es la disolución de ETA». ¡38 años después! Los campeones de la legalidad, quienes piden a los catalanes el cumplimiento de las leyes, se burlan de ellas y, además, sabiendo de su calculada omisión, te dicen, sin ironías, que hay que ir poco a poco. Todos los gobiernos españoles, de Suarez a Rajoy, pasando por González, Aznar y Zapatero, sistematizaron la desobediencia a una norma con rango de ley orgánica. ¿Por qué? Porque convenía. El pretexto, ya lo sabemos, era y es ETA.

Vamos a creernos que, esta vez sí, Madrid entregará a Euskadi la administración de las cárceles. No quisiera restar satisfacción por este hecho; pero no me parece a mí que tengamos que tomarnos el traspaso con mucho entusiasmo. La “organización, régimen y funcionamiento de las Instituciones y establecimientos de protección y tutela de menores, penitenciarios y de reinserción social, conforme a la legislación general en materia civil, penal y penitenciaria”, según recoge el artículo 10.14 de nuestro Estatuto, no implica que tengamos en nuestras manos la política penitenciaria, es decir, la capacidad de decidir la libertad o el modo de cumplimiento de las condenas de los reclusos, porque esa potestad recae en los jueces encargados, cuando no la ejerce directamente el Ministerio de Interior con su proverbial sentido de la separación de poderes y su férreo control del sistema judicial. No nos engañemos, lo que regiremos será el orden de las cárceles. Por así decirlo, ahora nosotros seremos los carceleros.

Disponer de la competencia de las prisiones tendrá una incidencia menor de la que creemos en el proceso de paz y convivencia en el que estamos desde el fin de ETA. ¿Nos permitirá excarcelar a los presos enfermos? ¿Será posible trasladarlos de prisiones españolas a alguna de las disponibles aquí? ¿Tendremos capacidad para cambiar o mejorar el régimen de cumplimiento de las penas impuestas? Y en todo caso, ¿están nuestras cárceles, en cuanto a instalaciones, disponibilidad de medios, cualificación del personal y programas de reinserción a la altura de una sociedad ética y democrática como la vasca, sensibilizada tras tantos años de abusos del Estado, que no concibe la privación de libertad como venganza sino como instrumento de reintegración social?

No hay paz con prisioneros

Si la competencia de prisiones se materializa, y derivado de la aceptación por los presos de ETA de las condiciones legales para su excarcelación y reinserción, es previsible que en poco tiempo la mayoría de ellos, sino todos, podrían ser trasladados a penitenciarias vascas. Será por acuerdo político. El hecho es relevante, más que como símbolo, como una posibilidad de intervenir positivamente en la normalización de la convivencia y dejar atrás el recuerdo del terror y sus efectos sociales y emocionales. ¿Cómo elaborar un relato veraz y completo del pasado con la circunstancia latente de varios cientos de hombres y mujeres encarcelados? Los prisioneros son una anomalía de presente y futuro. Son una excepción absoluta. Sería deseable que lo antes posible diésemos por terminado su castigo, por doloroso que resulte para las víctimas y especialmente extraño para aquellas que mantienen activo su odio. Todo tiempo de violencia prescribe con el olvido.

No deberíamos tener prisioneros de naturaleza política porque, a pesar del daño causado durante décadas, la dictadura y la Transición, primero, y, después, el terrorismo de Estado adquirieron una incalculable responsabilidad en que la violencia se prolongara. Creo que la sociedad vasca y quizás también la española si dispusiera de un análisis menos condicionado, entenderían que no hay paz plena con prisioneros. Dadas las cosas como están en la política real, no confío demasiado en la acción de las élites dirigentes en esta materia, que seguramente, aun estando de acuerdo en el objetivo de liberar a los militantes de ETA, preferirán hacerlo bajo un sigilo vergonzante, a través de indultos y ventajas diversas, en parte por temor a la reacción de cierta opinión pública y también por lo mal leída que tienen la historia de este país y la de otros que sufrieron sus propios conflictos, como Irlanda del Norte. Si lo quieren así, la excarcelación por la puerta trasera, háganlo; pero conste que la democracia no es un sistema que necesite esconderse para llevar a cabo lo que, valiente y responsablemente, le corresponde hacer.

Mejor sin prisiones

Pero hay más ciudadanos en nuestras cárceles de Basauri, Martutene y Zaballa. Según datos ministeriales, 1.239 entre preventivos y penados, la mitad por delitos de robo, hurto y tráfico de drogas. No estamos tan mal, pero lejos de la situación de los países noreuropeos, cuya población reclusa es muy baja en razón de su reducida tasa de delincuencia. Me gustaría saber cuál es el horizonte del Gobierno vasco en lo referente a las prisiones y las acciones de carácter social, educativo y laboral para los reclusos. Sabemos que, aún sin tener la competencia, interviene en estas políticas y subvenciona a organizaciones humanitarias, como la Fundación Adsis, para el acompañamiento y apoyo de los reclusos tras su puesta en libertad.

La cárcel es el fracaso de la sociedad democrática. Es su frustración, ante la incapacidad de prevenir el delito y promocionar el respeto a las normas y derechos. Si el objetivo de una sociedad utópica es la clausura del modelo carcelario como instrumento de castigo y resocialización, hay que señalar que la erradicación de la pobreza es la política prioritaria. A la pobreza están asociados una gran parte de los delitos que llevan a miles de personas a prisión. E inseparablemente de la lucha contra la pobreza, la educación prepara a las personas para la responsabilidad.

Lo normal es que Euskadi, como sociedad ética, busque modelos de excarcelación de la mayor parte de los presos por delitos de hurto y robo. No conseguimos nada teniendo a toda esa gente metida en prisión. Si queremos cerrar los ojos a la realidad, los apartaremos en esos lugares surrealistas y así seguiremos sin elaborar proyectos preventivos y de reinserción. No deberíamos tener ni el 50% de los presos actuales. 

A estos presos, los llamados comunes, hay que sumar los reclusos enfermos mentales, cuyos delitos están vinculados al tráfico de drogas. La cárcel es una fábrica de locos, un lugar donde el que entra sano sale enfermo y el que entra enfermo se agrava. Lo saben los psicólogos que trabajan en estos entornos. Ninguno de ellos tendría que estar en prisión; pero ni siquiera tenemos un derecho definido de salud mental, al igual que existe un derecho a la salud física.

Para los demás, los delincuentes peligrosos -pederastas, violadores, corruptos, asesinos, homicidas- no tenemos solución alternativa a la cárcel. La maldición es que siempre habrá un número reducido de personas irrecuperables. Tres penitenciarias en la CAV son demasiadas. No es bueno ni pertinente tener tantos prisioneros. Y los tenemos porque así hemos creado este sistema de crimen y castigo. Me gustaría que, con la potestad de las cárceles en nuestras manos, hagamos las cosas de tal modo que la privación de libertad sea inútil. Tenemos una democracia cobarde. En Euskadi nos sobra valía, y, sin embargo, nos falta valor.

 

JOSÉ RAMÓN BLÁZQUEZ

Consultor de comunicación