Elevados al cubo

https://www.youtube.com/watch?v=Rk4_Hvi5sfQ

Alguien dijo que el éxito es una anomalía. Lo normal es que todo proyecto fracase y solo triunfe una tentativa entre un millón. Incluso en estos pocos casos el éxito se produce por casualidad o error. No existe una teoría fiable del éxito, como tampoco de Dios. Precisamente, por ese margen de azar la campaña viral del cubo de agua helada a favor de los enfermos de esclerosis lateral amiotrófica (ELA) ha alcanzado repercusión mundial: nadie previó su fulgurante propagación.

Cada día cientos de miles de iniciativas en redes sociales compiten en la carrera por el impacto y casi todas fallecen por indiferencia. De repente, una hace diana en el corazón del universo y se difunde exponencialmente. En pocas semanas el agua elevada al cubo y volcada sobre la cabeza de las personas ha logrado recaudar millones de dólares en Estados Unidos y a esta divertida red solidaria se han sumado celebridades y líderes de opinión.

¿Cómo se ha hecho el milagro? Con una combinación de tres factores emocionales: la broma juvenil del cubo de agua, la plasticidad de la proeza y el sentido divertido del reto. ¡Hay que ver lo que nos gusta la nostalgia de comportarnos como gamberros ingenuos de quince años! Y naturalmente, ha sido fundamental el apoyo de la tele, cuyas imágenes han provocado la extensión del fenómeno viral. Una vez más se demuestra que internet y la tele están hechos el uno para la otra, se aman y se auxilian mutuamente, a pesar de la diferencia de edad y filosofía de vida entre el joven y la vieja.

Es verdad que la comunicación se ha visto después degradada por el oportunismo de los famosetes de medio pelo, lo que ha desviado la atención hacia lo friki y menguado su propósito humanista: muchas risas y poco dinero. Es inevitable. Por cierto, ya existía el precedente de la campaña Busti zaitez – Mójate por la esclerosis múltiple, en playas y piscinas de Euskadi.

El odio yihadista hace sus virales cortando cuellos de periodistas, mientras la solidaridad se moja festivamente. Dos mundos, dos éxitos de difusión, dos anomalías.

 

Dos jueves de septiembre

28de98d674f45a6aa3717e05caebbf94Hay dos jueves de septiembre que relucirán más que el sol: 11-S y 18-S. Me preocupa cuál será su tratamiento informativo en la tele, si con verdad o falsificación. Fijémonos en que Europa o, mejor dicho, una idea reducida de Europa se la juega en estas fechas. El jueves 11, Cataluña ensayará en su Diada el poder popular para la consulta del 9 de noviembre, por lo que todas las miradas se concentrarán en los actos simbólicos, organizados en torno a un hito histórico del que se cumplen tres siglos. Habrá dos formas de comunicar: la mesura y la negación. La primera procurará ser leal con la cifra de participantes en la construcción de una gigante V humana entre las calles Diagonal y Gran Vía de Barcelona; y la segunda minimizará todo lo que le permita su bajeza moral el número de personas integradas en esa reivindicación escénica y la comparará con la movilización y el entusiasmo del pasado año, que sedujeron a 1,6 millones de catalanes. De antemano conocemos el falso mensaje: el independentismo se ha desinflado.

Situados como espectadores, lo que veremos es una parodia psicológica de la realidad donde el factor principal del ensayo son las emociones. Punto de partida: el fervor independentista, previo al paso por las urnas, es mayoritario. Quiero decir que, por concepto y dignidad, casi todos los ciudadanos son partidarios de la emancipación. Para hacer frente a la aspiración de libertad se suelta la jauría de los miedos. Por todos los medios y especialmente por televisión. Se anticipa un futuro de pobreza, una nación aislada, un país ensimismado, una hostilidad exterior… temores falsos y sensaciones presentadas como certezas infelices contra los rebeldes. El viejo sistema con que los reyes amenazaban a sus siervos en caso de sedición. El mismo que tradicionalmente ha atado a mujeres e hijos al hogar. Solo que ahora es más sutil: el objetivo es que parezca una decisión libre. Menudo fraude.

Prepárese para una continua película de terror, que está finalizando en Escocia, sigue en Cataluña y se proyectará en Euskadi.

 

De lunes a sábado

San-Mames-iluminado-estrellas-Champions¿Qué extraño cálculo está detrás del regreso, del lunes al sábado, del partido de liga en abierto? ¿Ha sido una decisión autónoma de los gerifaltes de la LFP o se ha tomado bajo la influencia todopoderosa de alguna cadena de televisión? ¿O quizás es producto de un ataque de cordura? En cualquier caso, este cambio tendrá importantes efectos en las audiencias y serán favorables para Mediaset por el previsible desvío de espectadores de La Sexta y Antena 3 hacia Cuatro en la competitiva noche de los sábados, donde los canales de Atresmedia llevaban la delantera con sus debates y películas. Juegue quien juegue, entre dos y cuatro millones de televidentes desplazados darán la victoria a Telecinco por goleada. ¡Buena jugada, Vasile!

Puede que la competición deportiva sea cosa de tres equipos; pero el negocio audiovisual es coto exclusivo de una o dos empresas. Telefónica, con más del 80%, y Telecinco, con el resto, son propietarios del monopolio de la televisión de pago (consentido por Rajoy y por Almunia) y, además, poseen los derechos del partido de emisión abierta. A TVE le queda -y no por mucho tiempo- la baza de la Champions y a Antena 3 las migajas de la Copa del rey y la segunda división. Con una premeditada política de precios, junto con el fenómeno social del fútbol en los bares, conseguirán el objetivo soñado: que la cifra de clientes fijos suba a diez millones y que los quince euros mensuales que cuesta el abono a todos los partidos de liga se dupliquen o tripliquen a medida que los ciudadanos queden cautivos de la trampa de la suscripción y la compulsión del espectáculo. La futbolización popular ya la hizo Franco. Ahora, la democracia heredera aspira a la suscripcización de su consumo.

Si los sociólogos supieran algo de marketing, al que odian cordialmente, podrían explicar con criterio lo que está ocurriendo. Cada vez una mayor porción de nuestras compras están programadas por encima de la libertad de elección. No habrá opciones ni aficiones, solo necesidades. Y el fútbol televisado ya es una de ellas.

Cuatro estaciones de Euskadi

referendos--644x362Lo bueno del futuro es que no sabemos lo que nos deparará; y lo malo, que quizás no estemos allí para verlo. Aún así podemos anticiparlo, condicionarlo, incluso adivinarlo. Y a pesar de lo previsible de las cosas en un mundo rutinario, hay margen para la sorpresa y la novedad. La sorpresa es la diferencia entre lo esperable y lo ocurrido y no el suceso en sí; pero también es la ceguera ante lo que está cambiando y se rehúye mirar, el choque traumático con la realidad rechazada. De estas negaciones está Euskadi repleta y de ahí que vayamos de susto en susto y de desencanto en desencanto.

Hagamos un ejercicio de prospectiva sobre los próximos doce meses, no tanto como ejercicio de adivinación intuitiva, sino como proyección de lo que, con la menor carga de estimaciones personales, podría acontecer en la política vasca y sus afluentes con el Estado español. Un viaje de cuatro estaciones sin paradas.

Otoño caliente

Todos los otoños vascos amenazan con ser calientes; pero el clima de este año dependerá de si Rajoy se sacude su proverbial molicie y mueve ficha en el proceso de normalización política. Hay un peligroso estancamiento debido a que las dos partes (Gobierno y ETA o PP e izquierda abertzale) retroalimentan sus respectivas racanerías partidistas: como una parte no flexibiliza la política penitenciaria ni hace gesto alguno para terminar con la dispersión de los presos, la otra parte paraliza el impulso del desarme, ralentiza la solicitud de reinserción y evita gestos más explícitos del reconocimiento del daño causado por el terrorismo y la estrategia política que lo acompañó. Y así, entre estas dos obstinaciones estúpidas, la sociedad vasca otoñará en la incertidumbre y el desasosiego. Lo más probable es que nada de esto cambie por lo menos hasta las elecciones generales de 2015.

Recibirá Mariano Rajoy a Iñigo Urkullu en septiembre, claro; pero a una reunión de este calado se le piden resultados concretos, como el traspaso de la competencia de prisiones (artículo 10.14 del vigente Estatuto de Gernika) y el cumplimiento de la flexibilización penitenciaria, a la que el presidente español se había comprometido con el lehendakari, entre otros avances. Si después de las demoras el encuentro no fructifica en soluciones tangibles, me pregunto de qué sirve tener instituciones tan costosas.

A pocos días de la transcendental cita de Escocia, que decidirá no solo el futuro de aquel pueblo, sino el de toda Europa, Euskadi se siente concernida en ese referéndum con el deseo de poder ejercer algún día el mismo derecho democrático que los británicos no niegan a los escoceses. Pero sin ingenuidad. Hay tanta conspiración contra la independencia escocesa, por miedo al efecto contagio a escala continental, que es dudoso que la mayoría de sus ciudadanos puedan sustraerse al terror económico que se les está infundiendo desde la metrópoli. La previsible victoria del No cobarde derivará en una catarata de consignas destructivas -mediáticas e institucionales- contra los movimientos de liberación de Cataluña, Euskadi y otras naciones sin estado. Se necesitará mucha conciencia política y un criterio cabal para neutralizar la propaganda antinacionalista que nos viene.

Cataluña es la segunda estación de la libertad en Europa. Al contrario que Escocia, a los catalanes se les va a impedir, por la dudosa legalidad constitucional y la amenaza de la fuerza, el ejercicio de su derecho a decidir. No habrá referéndum, seguramente; pero de esa negación surgirá, por lo menos, una mayor voluntad de secesión, teñida de frustración e ira. Cabría soñar con que las instituciones de aquel país respondieran con el desacato e intentasen celebrar la consulta popular. Y que, en consecuencia, se decretara la suspensión de su autogobierno. O, mejor aún, que se produjese una intervención militar. ¡Ojalá! Cuando la privación de la libertad es tan manifiesta solo el conflicto democrático y su osadía pueden cambiar, con riesgos pero con sus oportunidades renovadoras, el rumbo de la historia.

Invierno ardiente

El invierno será netamente preelectoral. Los comicios municipales y forales (y autonómicos en España) mostrarán el retrato del sentir ciudadano, bajo la influencia de la crisis bipartidista y la irrupción de nuevas fuerzas políticas. El PP, con la nada creíble recuperación económica, busca salvarse del desastre ayudado con una reforma electoral en solitario que, si bien podría garantizarle el mantenimiento de su hegemonía, no evitaría que a la vuelta de unos meses una sucesión de mociones de censura le dejaran sin numerosas alcaldías y gobiernos autónomos. ¿O también se van a usurpar las desinfectantes mociones de censura?

Lo que tienen las precampañas de ahora es que, por ley, están vacías de propaganda, de inauguraciones de urgencia y enfáticas cuentas de resultados; pero nadie impedirá que, de una u otra manera, quien quiera pueda actuar anticipadamente con sus balances de gestión, candidaturas y programas. La prohibición de la publicidad institucional en precampaña solo ha perjudicado a las imprentas y agencias, porque por lo demás la imaginación comunicativa tiene muchas posibilidades en la calle y los medios digitales. Poner trabas a la política real en una sociedad movilizada es como intentar detener un río en su camino hacia el mar. Habrá precampaña, ya lo creo.

Primavera electoral

Las elecciones de mayo son un hito entre nosotros. Siempre lo han sido, dado que nuestra estructura institucional otorga a las corporaciones y las diputaciones forales un peso específico relevante. Se juegan mucho los partidos en mayo, frente a su propio desgaste y contra las siglas de nuevo cuño. En esto, entiendo que hay una cierta exageración sobre los cambios que provocará la irrupción de Podemos. En las elecciones municipales hay un fuerte componente local: en gran medida se opta por la gestión cercana y los nombres propios. Aún así, la izquierda, incluida la nacionalista, vivirá su convulsión con inevitables traspasos de votos. ¿Hay transversalidad en las adhesiones al partido de Pablo Iglesias? Tal vez, pero no lo suficiente como para que, en lo esencial, su caso no vaya más allá de una lucha fratricida en el espectro de la izquierda ideológica.

Mayo será un primer test para la izquierda abertzale después de su incorporación a la normalidad democrática. Su gestión, particularmente en Gipuzkoa, pasará por la reválida de las urnas y entones veremos, desprendida ya del victimismo de las ilegalizaciones, en qué queda su porción electoral. Sea cual sea el resultado, que nadie espere frentes anti Bildu, tan deseados por populares y socialistas, como tampoco se producirán alianzas estratégicas, con reparto de parcelas de poder al estilo de la década de los noventa. Aquello se acabó. El resultado estricto en cada lugar motivará acuerdos diversos y asimétricos, complejos en su operatividad, pero más democráticos que los basados en pactos generales. La política vasca tiene que ir aprendiendo que hoy la transversalidad construye mejor que las alianzas clásicas.

Verano revuelto

Tras la constitución de los nuevos ayuntamientos y entidades forales, la mirada se volverá hacia el Estado, donde se han de celebrar elecciones generales a finales de 2015 y en las que Mariano Rajoy -el presidente de los recortes y los escándalos de corrupción- será examinado por el tribunal de la gente. Frente a él, un novato Pedro Sánchez, con nueva labia y vieja savia. Y ambos, atosigados por la quiebra del modelo bipartidista, porque en el menú electoral hay otros platos apetecibles.

A Rajoy le cabe la esperanza de que para entonces la economía y el paro le salven del desastre. Y como es su única y desesperada baza, su Gobierno se prodigará en la alquimia de los números para convencer a su hastiado electorado de que, pese a las evidencias, no son más pobres que hace cuatro años. El problema de España es que tiene mal cambio: necesita una catarsis total; pero le falta humildad y grandeza para emprenderla.

Nostalgia de Paloma: ultras en ETB

PalomaLa tertuliana más radical de la tele, Paloma Zorrilla, se ha quedado sin su último programa, «De buena ley», después de que Telecinco haya decidido clausurar en otoño esa pantomima de tribunal de justicia, donde nuestra belicosa picapleitos ejercía de jueza de pacotilla, con toga, mazo y todo, y dictaba sentencias virtuales. Antes de eso, ETB la había retirado de los debates de la tarde porque, a juicio de los estrategas del PP -que proponen las personas que le representan en los platós- el perfil de Paloma distorsionaba el mensaje centrado y liberal de la derecha en Euskadi. Ya ves, Paloma, qué cruel es el destino: no han sido los rojos de EH Bildu quienes te han impugnado en la televisión pública vasca, ni tampoco los ambiguos del PNV; sino los tuyos, por quienes diste la cara en los años más duros, cuando nadie se arriesgaba. Sencillamente, te han amortizado.

Y sin embargo, Zorrilla proporcionaba audiencia. La gente, además de líderes con los que identificarse, necesita fantoches sobre los que proyectar sus repulsiones. Y Paloma obraba con eficacia esta función benefactora. Ella lo sabía y subrayaba su personaje más allá de sus rancias ideas. Y como se la echa en falta, el debate «Por fin, viernes», ha rescatado a un sustituto que, sin tener las tablas de la rubia, puede dar el juego deseado. Casualmente, también es navarro, se llama Javier Garisoain, es secretario general de la Comunión Tradicionalista Carlista y fue segundo candidato de Impulso Social, un conglomerado de partidos de ultraderecha que obtuvo 17.774 votos en las recientes elecciones europeas. Garisoain es rudo, lenguaraz y descarado, no tiene complejo de facha y podría ser uno de esos iluminados que el diablo sitúa en los púlpitos para hacer odiosa la fe en Dios.

Con Zapatero en la Moncloa, Paloma encendía el firmamento de la derecha; pero con Rajoy en el Gobierno, Garisoain solo brilla en las tabernas donde cuelgan nostálgicas banderas del aguilucho y cruces de odio. Funcionará como esperpento en su choque con la realidad vasca, tan tolerante.