No cuestiono el tratamiento informativo, más bien previsible y plano, que la televisión pública vasca ha dado sobre el 10º aniversario de los atentados terroristas del 11-S en los Estados Unidos. Pero sí cabe repudiar el hecho de que Radio Euskadi haya desplazado a Nueva York durante cuatro días a todo un equipo profesional, capitaneado por Dani Alvarez, con el añadido de los costes técnicos, conexiones de satélite y gastos telefónicos que implica esta iniciativa desmesurada: un dispendio injustificable en tiempos de penuria, que se produce en medio del anuncio de inminentes y drásticos recortes en la plantilla y el más que posible cierre de instalaciones.
Pensando mal, que es la opción de los escarmentados, podría sospecharse que la dirección del Ente ha obsequiado a sus más fieles servidores unas vacaciones gratis total a la ciudad de los rascacielos a cargo de los contribuyentes. Bajo la cobertura del interés informativo se han perpetrado las más absurdas providencias. Pensando bien, al modo de los ingenuos, consideraría la tournée como un lujoso intento de recuperar un liderazgo informativo ya perdido. En cualquier caso, no está el país para despilfarros. Si fuera parlamentario en Gasteiz presentaría una pregunta a la consejera de Cultura para que explicara a los ciudadanos/as cuánto ha costado la aventura neoyorkina de Radio Euskadi, especificando el número de personas desplazadas y desglosando las diferentes partidas: transporte, hoteles, satélite, teléfonos, dietas… Quizás con este ahorro de seis dígitos podríamos evitar que medio Miramón no se cerrara para siempre.
Y mientras Radio Euskadi se daba su garbeo americano pagado a escote por todos nosotros, Euskal Telebista experimentaba el mismo 11-S su propia catástrofe, como si quisiera sumarse al tono sombrío de la efeméride. Este domingo, ETB2 registró el peor dato de audiencia de toda su historia, con una brutal caída al 4,9% de cuota de pantalla, más o menos como la televisión balear o la murciana. Sí, es la primera vez que la cadena en castellano de ETB menguaba por debajo del dígito 5. Hasta ayer, el share más bajo databa del 28 de mayo del presente año, con el 5,3%, y posteriormente, el 3 de julio, obtuvo un 5,4%; pero nunca había sido inferior al 5%.
Este dato, no por previsible nos deja de impactar. Porque es más que un símbolo: es la constatación de que el desplome de ETB no se ha detenido y que la posibilidad de que las audiencias de nuestra televisión pública conozcan datos históricos de desafección y seguimiento entre los telespectadores vascos es real. Ampliando la situación de ETB al contexto de la dura competencia que se prevé esta temporada entre las diferentes cadenas generalistas, con fuertes y arriesgadas apuestas por parte de Telecinco y Antena 3, así como TVE, es más que probable que ETB reduzca aún más su cuota de mercado, porque no ofrecerá a los espectadores ninguna novedad, sino más de lo mismo, con las únicas opciones competitivas de El Conquistador, La noche de… y Vaya Semanita, productos que heredó de la anterior dirección.
Ante este panorama desolador, los actuales rectores guardan un silencio culpable, mientras los responsables políticos del desastre -López, Urgell y la coalición antinacionalista PSE+PP- han tirado la toalla y se limitan a evaluar los costes electorales en Euskadi, que se les antoja escasos en comparación con los daños derivados de la funesta gobernación del Gobierno de Zapatero. Que nadie espere una autocrítica, sino excusas de mal gestor, incapaces de reconocer lo evidente: que ETB cada día conecta menos con los intereses y demandas de la ciudadanía y que por anteponer los objetivos partidistas se ha causado un daño, probablemente irreparable, a una de las instituciones representativas del autogobierno vasco.
El regreso de Pello Sarasola a la dirección de programas de ETB es la opción desesperada de Surio y su equipo; pero poner en manos de este gran profesional, a quien estimo sinceramente, tanta responsabilidad como la salvación de la cadena me parece una carga excesiva. Por tres razones:
• Porque renovar un modelo de programación implica un largo tiempo, al menos temporada y media, justo el tiempo que como máximo le queda a nuestro desdichado Gobierno vasco.
• Porque Sarasola no va a tener entre sus competencias los espacios informativos (teleberris y programas de debate), con lo que se le priva de renovar y mejorar una de las piezas estratégicas de la programación, justo donde ETB más gravemente se ha desacreditado con la ruptura de la línea editorial, puesta ahora al servicio del proyecto antinacionalista de López y Basagoiti.
• Porque la gestión y buen hacer de Sarasola va a chocar con la presencia de Pavón, asesor de Surio, y de Idígoras, director de ETB, responsables directos junto con el director general, de la hecatombe de nuestra radiotelevisión pública.
En definitiva, Sarasola va a necesitar tiempo, control total sobre la programación y las dimisiones de Idígoras y Pavón, por lo menos, así como la remodelación de toda la estructura de nombramientos, empresa imposible porque PP y PSE se han repartido toda la cadena de mando, tanto de ETB como de las emisoras de radio. ¿Qué otra cosa son sino comisarios políticos, de uno y otro partido, Torróntegi, Montavillo, Viloria y compañía? ¿Quién los va a cesar si han llegado a ETB precisamente para quebrantarla?
El 11-S es una fecha significativa que marca dos desastres. Uno global y otro local. El primero nos remite al horror del terrorismo en su peor versión. El segundo trata de hasta dónde puede llegar una catástrofe de gestión social y de comunicación. De cómo unos pocos hicieron un daño inmenso a muchos.
El 4,9% de ETB el 11-S de 2011 es, por ahora, el último peldaño de la iniquidad. ¿El último? De aquí hasta el fin de esta pesadilla habrá momentos y datos aún peores. ¿Durante cuánto tiempo más se prolongará la lenta agonía de ETB? ¿Cuándo podrán el rótulo The End?