Diario de cuarentena. Día 81. Los buenos regresos

Como seres humanos somos seres de regresos, de vuelta al lugar, tiempo, situación, sentimiento o placer que ya experimentamos y en los que estuvimos. En eso, como “seres regresantes” hay que entender bien lo que esto significa. Regresar no es volver a la misma situación, igual tiempo o idéntica situación. En absoluto. ¿Cómo vamos a regresar a lo vivido antes si ya no somos los mismos, si hemos evolucionado y cambiado? Hay una condición básica para “saber regresar”: el propósito de que sea mejor que lo ya conocimos. No confundamos el regreso, el buen regreso, con la nostalgia, que es el sufrimiento de no poder regresar. Regresar es revivir, vivir mejor lo que ya conocimos.

En esa situación estamos tras meses de confinamiento forzoso y cruel. Estamos de regreso. Haríamos bien en no hablar de normalidad y mucho menos de “nueva normalidad”, el mantra de los dirigentes autoritarios que nos han robado la primavera. Ni vieja ni nueva normalidad. Regresamos a la vida con el propósito de re-saborear y re-descubrir lo que teníamos antes de la tiranía sanitaria. No es lo anterior, es una nueva versión de lo que fue nuestra vida. Mejorada.

Hoy he vuelto a la comida con los amigos, con quienes se puede pasar horas y horas de charla, comida y bebida sin importar el tiempo. Eduardo, Josetxo y José Luis son de esas personas con quienes discutes, sin piedad, y nunca llegas a una idea común, pero compartes las propias a ver si, por convicción o por emoción, mejoramos las que traíamos a la mesa. Quizás, por deformación profesional, mi intención siempre es influir y persuadir. No siempre lo consigo. ¡Pero qué bueno es escuchar!

El lugar del regreso ha sido el restaurante Rauleaga, en el Hotel Abando, en el centro de Bilbao, a tiro de piedra de Albia y Sabin Etxea, donde Aitor, el chef, hace maravillas. Su carrera le avala: Goizeko Kabi, Zuberoa… Ensalada de tomate de Lezama o espárragos de Navarra para empezar; marmita de atún (¡impresionante!) o guisantes lágrima para plato de cuchara; y taco de atún rojo o rabo estofado de principal, todo ello regado con un excelente crianza de Sierra Cantabria. ¡Esto es el regreso exactamente! Volver a comer como la tierra manda, regresar al sabor de la comida casera, pero con toques de innovación y buen ambiente. 

No hemos alcanzado puntos de vista comunes en lo político. Era previsible. Pienso que Sánchez no es tan malo como ellos creen, aunque es mediocre. Nos preocupa la recuperación económica y no lo vemos claro. ¿Cuántos años de retraso añadirá esta crisis a la llegada del Tren de Alta Velocidad a Euskadi?, preguntaba Eduardo. Dos o tres más, al menos. ¿Salvaremos el sector de la automoción, vital para Euskadi? ¿Y qué ocurrirá con Sener, nuestra mejor ingeniería, que ha entrado en un ERE? Hay que regresar a la economía real con cambios en la gestión y la visión. No tenemos que ser y hacer como antes. Tenemos que ser mejores. Mucho mejores. Más vascos.

Diario de cuarentena. Día 80. Contadores de la muerte

La cultura de la muerte está profundamente enraizada en nuestra sociedad. Ni siquiera la modernidad y siguientes periodos han sido capaces de restarle protagonismo. “¡Viva la muerte!”, dijo el loco Millán Astray ante Unamuno en plena guerra civil. Y aquí sigue el eco de aquel grito salvaje. Con la pandemia ha rebrotado el festín de la muerte. España es hoy, más que nunca, una plaza de toros donde se juega con la muerte.

AESPROF, que no es un vodka, sino la Asociación Española de Profesionales de los Servicios Funerarios ha informado a la prensa que el número de fallecidos en España entre el 14 de marzo y el 25 de mayo es de 43.985, en contraste con los 28.109 que registra el Ministerio de Sanidad en el mismo período. ¡Por favor, los contables de la Parca somos nosotros!, vienen a decir los funerarios que de esto, de muertos, saben mucho, y no esos galenos de tres al cuarto de los hospitales.

Lo de menos es el método del cálculo (diferencia entre los muertos entre 2019 y 2020 en fechas iguales), sino la arrogancia dogmática que los funerarios pretenden dar a sus cifras: “Lo muertos son cosa nuestra”. Y, de paso: “El Gobierno miente”. No sé qué es peor, si el afán de posesión de la verdad o su propósito político, no se sabe al servicio de qué partido o interés corporativo.

Vamos a la esencia del conteo. Se sabe que la mayor parte de los fallecidos a causa del coronavirus son personas de avanzada edad y con patologías previas que mermaban su inmunidad frente al virus. Y así, pregunto: ¿Una persona de 75 años, con un cáncer terminal, que se infecta del COVID-19, de qué ha muerto realmente? ¿Qué pone el médico en la ficha de defunción? Me parece siniestro que se hagan estadísticas interesadas con este tipo de casuística mortal. Es indecente. Porque esa persona tenía una expectativa de vida muy corta y no se puede usar su muerte para cargar las tintas de los fallecimientos e inculpar a tal o cual gobierno, a tal o cual ministro o conseje-ro autonómico. No sean ustedes carroñeros.

¿De verdad creen que alguna autoridad tiene la intención de hacer trampas con los muertos? ¿Importa, en medio del drama social y sanitario, que sean más o menos? En algunos medios se insiste en que hay más muertos por el virus de los que dicen las cifras oficiales, como si esto fuese una carrera fúnebre. A eso juegan Vox y el PP, a atribuirse como propia la tragedia y sacar a los muertos (¡más muertos, por favor!) de sus tumbas para hacer política y cubrirlos con la bandera y de luto, malnacidos. 

Debería haber un artículo en el Código Penal contra el uso criminal de los fallecidos. Los funerarios de España han estado muy ocupados. Y en vez de dedicarse al honroso trabajo de lo fúnebre, se han erigido en contadores de la muerte, porque la muerte es su monopolio. “Que nadie nos lo arrebate”. Ese es su mensaje.

Cayetana y Schlafly

Tengo la impresión de que la portavoz del PP en el Congreso ha asumido la misión histórica de encabezar una revolución conservadora en España a la manera que Phyllis Schlafly lo hizo en los Estados Unidos en la década de los 70 liderando el rechazo a la Enmienda de Igualdad de Derechos (ERA). Cayetana Álvarez de Toledo, con medio siglo de retraso, tiene igual encono y el mismo discurso regresivo que el personaje que magistralmente encarna Cate Blanchett en la serie Mrs. América, cuyo último capítulo ha emitido la plataforma HBO. La única diferencia entre ambas es que Schlafly era carismática, mientras a la señora marquesa le delatan el rictus y su profunda amargura.

Mrs. América es la historia del choque entre dos formas de ser mujer, libres o sumisas, viejas o nuevas. Detrás del guion está Dahvi Waller, de cuyo talento salieron Mujeres desesperadas y sobre todo Mad Men. La narración arranca en 1971 y culmina en 1980 con la elección del presidente Reagan. Phyllis se opuso con eficacia a las figuras del feminismo de la época, de Gloria Steinem a Betty Friedan, pasando por Shirley Chisholm, Jill Ruckelshaus y Bella Abzug, con quienes se batió y debatió a calzón quitado hasta lograr en vida que la ERA no fuese refrendada por los 38 Estados necesarios para aprobar la equiparación de derechos.

Quizás Álvarez de Toledo se haya inspirado en Schlafly para atacar el feminismo y adoptar un primario antisocialismo. Si ha aprendido de aquella experiencia, debería saber que al igual que Reagan dejó a Phyllis fuera de su gabinete por sus excesos, Cayetana no entrará en ningún gobierno por similar motivo: pasada de rosca, espanta a los suyos. ¿La americana hubiera hecho causantes de la propagación del coronavirus y sus miles de víctimas a las manifestaciones del 8-M? Puede que la historia se repita, pero en España se aproxima al vómito.

Diario de cuarentena. Día 79. Contrata a un filósofo

La pandemia ha matado sin piedad a mucha gente (hoy no ha habido fallecidos ni nuevos infectados en Euskadi), es verdad; pero también está dejando tocadas de mente y alma a muchas más personas. A mí también, en estado de cabreo absoluto por el modo en que se está pastoreando a la gente mediante el uso del miedo y el fascismo informativo. Es brutal.

Necesitamos recuperar la autonomía de pensamiento, dejar de creer en los engaños y en los discursos descorazonadores. Primum vivere, cierto, pero a la vez philosophari; y sin estas dos realidades, existir físicamente y ser intelectualmente, nada somos. Este fin de semana he visto una película francesa, estrenada a primeros de año, “Los consejos de Alice”, que me ha gustado por lo que tiene de invitación a la actividad del pensamiento.

Es la historia de Alice Heinmann, joven profesora de filosofía y letras, 30 años, a la que el alcalde de Lyon contrata para que le ayude a recuperar su capacidad de generar ideas. El alcalde, Paul Théraneau, es un veterano socialista necesitado de savia nueva a su alrededor. La conjunción entre la joven filósofa y el alcalde será fructífera y hará cambiar la vida de ambos. Es también una reflexión sobre la izquierda, la cultura, el arte y el papel de los intelectuales en la actualidad.

Me ha hecho gracia que uno de los personajes es un tipógrafo romántico apellidado Blasquez, con quien Alice entabla amistad y llegan a ser amantes. Es raro un apellido así en Francia.

La tesis de la película es la necesidad de la filosofía en nuestra vida, la misma que sostenía el libro “Más Platón y menos Prozac”, del Lou Marinoff, que tuvo mucha relevancia hace unos años. Lo que proponía es que, en vez de recurrir tanto al psicoanálisis y la farmacia, echáramos mano de Platón, Sócrates, Spinoza, Kant, Nietzsche y demás pensadores, para encontrar luz y consuelo en ellos tanto en el amor como en la angustia. Hay un filósofo y una idea para cada uno de nuestros modernos males. En resumen, pon un consejero filosófico en tu vida y vuelve a pensar.

Se ha denunciado que nuestro sistema educativo ha retrocedido con la marginación de la filosofía en el curriculum escolar. ¿Quién estudia hoy Filosofía y Letras? ¿Qué relevancia tiene la filosofía en la enseñanza de nuestros jóvenes? ¿Sirve para algo?  

Son malos tiempos para la lírica. Y quizás por eso la política y los asuntos básicos de la sociedad, los valores esenciales y todo lo que de verdad importa, están tan mal, a merced de los populismos de derecha e izquierda. Por eso, también la estrategia del miedo de médicos y gobiernos ha resultado tan eficaz. Y por eso la gente está presa de las falsas noticias y crecen los bulos y las mentiras. ¿Cómo no va a crecer la mentira si hemos renunciado a conocer la verdad y a buscarla como objetivo principal de nuestra existencia, para dar sentido a lo que somos? Hemos decidido que no hay verdades absolutas: y las hay, claro que las hay.

Diario de cuarentena. Día 78. ¿Adónde vamos desde aquí?

Esta fue la gran pregunta que hizo en un memorable discurso Martin Luther King apenas unos meses antes de que lo asesinaran. ¿Dónde vamos ahora y hacia dónde? Se han hecho canciones y libros con esta misma cuestión, mucho más que un eslogan dramático y trascendental. Y es, creo yo, el interrogante que todo el planeta se hace. Podemos volver a un mundo igual que el que teníamos antes de la pandemia o podemos cambiar el rumbo.

Más de 50 años después, en el mismo escenario donde mataron al líder pacifista de los derechos civiles en Estados Unidos, los ciudadanos negros se han levantado contra un crimen más de un sistema racista. George Floyd murió asfi-xiado por un policía blanco que mantuvo su rodilla sobre el cuello del detenido. De Nueva York a Los Ángeles se ha levantado una ola de indignación a la que se pretende reprimir por la fuerza. No hemos avanzado nada. Nada.

¿Dónde vamos desde aquí? Los norteamericanos podrían responder en noviembre cuando vayan a votar en las elecciones presidenciales. ¿De verdad alguien espera que vayan a revocar a Trump, un loco estúpido que está poniendo al mundo en peligro? Entre que no hay una figura demócrata alternativa y el fervor de USA por los populistas frívolos, poco cambiará.

En el Estado español se va iniciar lo que parece una esperanza y una necesidad: el Ingreso Mínimo Vital, una tabla de salvación y dignidad para miles de familias a quienes, perdida toda posibilidad de empleo en uno o dos años, hay que socorrer. En Euskadi ya teníamos un instrumento parecido desde 1989, la RGI, Renta de Garantía de Ingresos como respuesta a los estragos de las salvajes reconversiones industriales de la época. Con esta experiencia de solidaridad, los gobiernos vasco y navarro se encargarán de su gestión. No, no fomentará la vagancia, como dicen los fascistas, sino que hará lo más justo que puede hacer un país.

¿Dónde vamos desde aquí? Hacia una sanidad pública más potente y reforzada. Nos habíamos creído que teníamos el mejor sistema sanitario del mundo, hasta que la pandemia nos ha mostrado nuestras debilidades y carencias. Si esa es la demanda social, vayamos hacia allí. Como a una mejora sustancial del sistema educativo, mejor en calidad y en cantidad, porque en enseñanza online estamos en pañales.

¿Dónde vamos desde aquí? A una reforma de la Administración que la haga más eficiente y más ágil. Hay que ahorrar costes superfluos. Menos burocracia y más investigación. Más economía digital y menos dinero negro. Nuevas políticas fiscales. Menos China y más Europa. Más local y menos global. Vuelta las raíces. Más cultura y menos estupidez. Menos militares y más civilizados. El Papa pidió ayer a los políticos desviar los fondos militares para destinarlos a prevenir otra pandemia. ¿Y la ultraderecha, tan beata, no va a acatar la or-den de su jefe? Más democracia y menos indecencia. Más Fernando Simón y menos Cayetana. Más tú y menos yo. Más nosotros. Más utopía y romanticismo.