
Odio las frases reiterativas que van de boca en boca hasta convertirse en lemas oficiales, políticos o culturales sin que se tenga una idea exacta de su significado. El mantra de ahora es “salvar vidas”. Y me saca de quicio, porque es mentira, es el falso parapeto en el que se atrincheran lo mismo los que gobiernan que los que combaten a las autoridades. ¿Salvar vidas? Salvar hostias.
El origen de la idea de “salvar vidas” es militar. Es el argumento falaz que los generales usan para justificar una matanza ajena y evitar bajas propias. Bombardear, con respaldo legal o sin él, una supuesta base guerrillera que puede causar decenas de muertes civiles significa, en esa perversa mentalidad, “salvar vidas”. Lanzar la bomba atómica, bombardear ciudades, las tácticas antiterroristas, los asesinatos selectivos y otras hazañas bélicas son “salvar vidas”. Es la épica de matar a precio favorable.
Ahora, los políticos hablan de “salvar vidas” para dar un marchamo de épica a las medidas sanitarias extremas. Y así, para ellos en su discurso falaz, el confinamiento y todas las desgracias que conlleva es “salvar vidas”, cuando en realidad es una decisión que atenta contra las libertades y es inútil, pues el uso de los medios de autoprotección (distancia, mascarillas e higiene) son suficientes. Pero tienen que darle una épica comunitaria, como un aire de sacrificio colectivo por el bien común y usan el estribillo de “salvar vidas” para justificarse.
Ayer, en el pleno del Congreso de los Diputados, todos recurrieron a esta cantinela de “salvar vidas” tanto los partidos del Gobierno y quienes les apoyan, como los de la oposición, incluida las rabiosas derecha y ultraderecha. Todos están por “salvar vidas”. Van de salvavidas como discurso preventivo, unos para avalar la gestión de la crisis y los otros para acreditar su posición contraria. Ayuso, la de Madrid, usa su lengua viperina con este mantra vacío y a la defensiva. “¿Salvar vidas?”. No, salvar su culo, señora. Ustedes no salvan nada. Eso lo hace la gente y los que trabajan en la sanidad con los medios y el saber que disponen.
La cultura salvífica se ha instalado en la clase dirigente española, un mesianismo oportunista con el que tratan de tutelar a la gente y privarle de pensamiento libre y criterio propio. O de lanzarla por el camino del odio al enfrentamiento civil blandiendo sus banderas.
No es un defecto de comunicación. Es engañar y protegerse. Hablar mal es decir sin parar “el conjunto de…” para referirse a todos los partidos, todas las Comunidades Autónomas, todos los ciudadanos… ¡Ya vale con lo “el conjunto de”!, maldita sea. Pero mucho peor es invocar el truco de “salvar vidas”. Dudo que abandonen ese mantra. Les ha gustado y sienten levitar cada vez que lo dicen. Por favor, absténgase de salvar mi vida. Ya me apaño yo.










