Estoy tomando una Chimay en Le Roy D´Espagne mientras recuerdo a Mario Onaindía- Grand Placen elkartuko gara – que de ser uno de los malos de la película en el juicio de Burgos – menores de cuarenta, recurran a la wikipedia- tras su fase post-militar se convirtió en el senador (del PSOE) más votado de la historia. Sobre Oniaindia escuché en su momento- ¡Ah Congreso perdido en el tiempo!- y acerca de su prodigiosa habilidad de seducción, una de las frases más ingeniosas que no originales que en el mundo han sido: “No es chamán porque cura sino que cura porque es chamán”. Pero Onaindia era, sobre todo, un animal político (en el sentido contemporáneo que no aristotélico), a fuer de literato justito y ensayista enciclopédico.
Pero en fin, viene Mikael- que a esta plaza le llama, por cierto, Grote Markt- y me trae novedades y se trae una señora estupenda- Thaïs -de esas que tanto le gustaban a José Luis de Vilallonga. Mikael estuvo militando en el Meervoud durante muchos años, pensando que podría reconducir el nacionalismo flamenco desde la extrema derecha hasta la extrema izquierda y, dada su edad – ya ha cumplido la sesentena- resulta bastante comprensible. En la actualidad ya tan sólo es, según dice, un “nacionalista cultural” al que le basta con hablar en lo que llama directamente “neerlandés”.
Por otro lado, no ceja en su empeño de escribir lo que denomina “la novela definitiva” sobre su (mi) generación, una generación alimentada de judeocristianismo basal, marxismo escolar, izquierdismo polimorfo y cierto voluntarismo para-nacionalista. Ha hecho ya varios intentos (muchos), pero la cuestión sigue pendiente. “No sé”, confiesa,” quizá pesen los muertos, mis muertos. Y cierto deseo de decir de ellos como comenta Roland Barthes”. “Pero los muertos suelen pesar como culpa” le digo yo. Mikael asiente bajando la mirada y Thaïs le toma de la mano con ternura. “Pues sí”, reacciona al cabo, “esa culpa es una culpa por no haber muerto a tiempo, en los buenos momentos, cuando la utopía todavía continuaba vigente…y tener que haber visto cómo estudiantes maoístas y mecánicos trotskistas se convertían en empresarios adinerados…Y tener que haber aceptado que aquello que defendíamos era algo imposible estratégicamente y que obedecía más a un instinto táctico cruelmente dirigido por fuerzas ajenas a nosotros mismos pero que sabían muy bien qué hacían…”
“Ya” respondo yo por todo comentario. Y me acuerdo otra vez de Onaindía (él sí que se murió a tiempo) y me pido otra Chimay. Mikael y Thaïs se suman y brindamos…por nosotros mismos, tan vivos como supervivientes. “Sapias vina liques” que decían los clásicos (que desgraciadamente no conocían esta maravillosa cerveza).