Mi tía-abuela Teresa decía «voy a coger el ómnibus» para referirse al autobús La Veloz Sanguesina que unía Pamplona con la localidad navarra consiguiente. Hoy ya no se utiliza esta expresión, algo todavía «autobús», pero mayormente se suele decir «bus», pensando muchos que es palabra anglosajona. Pero lo cierto es que » bus» es el fruto de sucesivas contracciones del original automóvil (que se mueve por sí mismo) – ómnibus (para todos), o sea un transporte colectivo ( y «el colectivo» le siguen llamando en algunos lugares de Centroamérica y Suramérica).
Yo tengo la costumbre , cuando tengo algún rato de asueto, de coger el primer autobús urbano que pasa por delante y dejar que me lleve hasta la última parada para, después , volver tranquilamente andando ( fuera de todo espíritu sportif) , contemplando el paisaje y el paisanaje. Es una forma práctica y aleatoria de conocer los barrios de cualquier ciudad ( ¡ y qué de cosas se pueden descubrir a poco que se levante la vista en cualquier calle!).
Hoy he cogido el 48, que iba hasta los topes, y han ocurrido dos situaciones muy curiosas, por no decir penosas. Sentados en medio del autobús iban dos adolescentes vestidos con ropa deportiva de cuyas camisetas podía deducirse que pertenecían al equipo de un colegio concertado de orientación religiosa. Apenas si levantaban la vista, enfrascados , como estaban, tecleando en sus smartfones. Pues bien, a mitad del viaje ha subido una pareja de viejecitos, él con bastón y ella con un tic nervioso muy evidente. Nadie se ha levantado para ofrecerles su asiento. Y cuando un cincuentón que viajaba conmigo de pie les ha llamado la atención a los dos chavales, se han sobresaltado y , sin hacer amago alguno de moverse, uno de ellos le ha respondido con una higa.
Otro sí, poco antes de la última parada, el autobús se ha detenido, el conductor ha bajado cerrando todas las puertas y hemos estado un par de minutos encerrados hasta que ha aparecido el colega que le relevaba y que, por lo visto, llegaba tarde. Ha habido alguna que otra leve protesta y yo he recordado que ante un epsiodio semejante hace ya un par de años presenté una queja ante el Ayuntamiento que se remitió a la empresa concesionaria que me remitió un escrito interesando vivamente por mis datos personales y negando de plano el incidente.
Si todo esto puede ocurrir dentro de un autobús, es para ponerse a pensar qué puede estar pasando fuera ( en parte ya lo sabemos, a la vista de los resultados electorales).
En fin, que mi paseo de retorno se ha visto hoy salpicado de emergencias cívicas incontrolables …¡ Qué le vamos a hacer!
Ay… esa es la realidad que vivimos quien en nuestros años jóvenes teníamos un gran respeto hacia los mayores, impedidos o embarazadas, esa era la educación que habíamos recibido en casa desde los primeros años, algunas veces no lo hacíamos así por que luego recibíamos de lo lindo con o sin razón una «panadera» de los aitas o amatxus, ya ves que tu con tu cultura y y experiencia todos estos valores los echas en falta al igual que la mayoría, tampoco es que los mayores respetemos a esta nueva generación pero la balanza esta completamente a tu favor, sigue cogiendo el autobús hasta la última parada como yo hago con mi vieja bicicleta y que los viajes sigan siendo lentos y duraderos mientras vemos las obras que de lo ingenieros jubilados controlamos. Un cordial saludo