Recuerdo ahora una anécdota del tiempo ha fallecido Josep-Vicent Marqués, ínclito representante del ecologismo ( y otras tantas cosas más ) valenciano. En una de las muchas cenas que compartimos – y en las que nos reímos sin parar- una joven de trenzas largas y mirada trascendente le preguntó cómo siendo ecologista podía comer conejo en salsa y no una ensalada. Josep-Vicent, muy serio, le respondió: » Respeto tanto a todos los seres vivos que sólo me los puedo comer muertos. Para mí una ensalada sería lo más parecido a un genocidio de varios seres vegetales todavía vivos».
Y me viene este recuerdo porque he tenido la ocasión de ver en las redes sociales algunas secuencias de dos documentales ( algunos siguen pensando, por cierto, que los documentales «reproducen la realidad tal cual») en las que se ven escenas de un matadero de vacas y de una granja de pollos. Las escenas, es cierto , son muy fuertes, pues en ellas se ve caer a la vacas en plancha tras la descarga eléctrica correspondiente o a los pollitos machos recien salidos de los cascarones siendo triturados en cadena.
Pero algo falla en el momento en el que se superponen las imágenes que nos dejan ver del conflicto de Siria- por ejemplo una, tomada desde un caza, en la que tras cuadrangular un vehículo que va por una carretera, se ve cómo es fulminado como si se tratara de un video-juego.
No pretendo retomar la polémica sobre la agresividad consustancial al ser humano y la violencia que puede ejercer sobre otros seres humanos y sobre los animales que más se nos parecen ( y que por ello antropologizamos), pero queramos o no, quizás habría que seguir insistiendo en algunas diferencias para no confundirnos.
Pues como dice José Luis Arsuaga, el desarrollo de nuestro cerebro está relacionado con la ingesta de proteina animal y ya fue un gran paso – ¿civilizatorio? – que abandonáramos la antropofagia ( que por cierto no desapareció del todo en Europa hasta el siglo XVIII). Así se expone en una película elemental, pero bastante bien fundamentada en las cuestiones socio-rituales, linguísticas y kinesiológicas: En busca del fuego.
Somos y hemos sido depredadores y frente a las cifras de pollitos muertos yo recordaría los más de cincuenta millones de humanos muertos de la Segunda Guerra Mundial ( por no recordar cifras más próximas en en espacio y el tiempo).