Por los lares desde los que escribo hoy es un día británico, uno de esos días en los que va a ser necesario alternar el paraguas y las gafas de sol, la camisa y el suéter de algodón. Un día,por lo tanto, perfecto para leer relajadamente.
Tengo entre mis manos Los Virreyes, la obra más conocida de Federico de Roberto, un escritor siciliano que narró como pudo, alimentado por el naturalismo francés, la evolución de la aristocracia de la isla ante la irrupción de la revolución liberal, adelantándose en unos cuantos años al famoso Gatopardo de Giuseppe Tomasi de Lampedusa.
Esta novela da mucho que pensar analógicamente sobre la resistencia de las élites sicilianas ante los intentos de construcción de la «nación italiana», pero sorprende a veces por su penetración psicológica. Así, hablando en un determinado momento de las relaciones de uno de los Uzeda – de la familia de los virreyes- se dice: «Hasta entonces , había buscado la compañía de la dama Isabella porque era una de las pocas señoras con las que se podía mantener una conversación…»
Al leer este párrafo , me he detenido y he recordado que dos de los más martirizados y supuestos antifeministas históricos – Federico Nietzsche y Pío Baroja- buscaban lo mismo, señoras con conversación,y se rebelaban porque no las encontraban.
He mirado en ese momento hacia mi alrededor y he comprobado que en esta terraza veraniega las conversaciones se articulan, como hace tantos años, en descarados androceos y gineceos, y he concluído que para algunos varones ( que no hombres) seguirá siendo un problema encontrar a una mujer con conversación sin la pretensión de » dedicarse a conquistarla», como apunta De Roberto.