Llevo siguiéndole un par de calles. Es un hombretón calvo y fuerte que camina ágilmente leyendo un libro mientras sortea con habilidad peatones y coches ( y bicicletas).Le sigo porque cada vez es menos habitual ver a alguien leyendo un libro en papel ( ¡qué cosas hay que llegar a decir!) y todavía menos con tanto interés.
Por fin se ha detenido – no sé cómo- en un semáforo, y he podido ver el título del libro que tanto mantiene su atención: La saga-fuga de J.B., de Gonzalo Torrente Ballester. Y no me he extrañado, pues abrir una obra así es entrar en un mundo del que es difícil salir.
En efecto, Gonzalo Torrente Ballester, compartiendo historia con muchos y muchas de su generación, se apartó de su primigenio filo-franquismo, y poco a poco, entre excelentes crónicas periodísticas y varias derivas narrativas de cierto éxito – como Los gozos y las sombras, en su momento serie de TVE- fue preparando esta monumental obra, Premio de la Crítica en 1972, que permanece oculta entre la marea continua de novedades.
El lector peripatético ha continuado su camino pero yo ya no le he seguido, una vez satisfecha mi curiosidad. Aún así queda para el misterio cómo alguien, tantos años después de su publicación, ha podido dar con este libro que es uno en los que más claramente se manifiesta esa posibilidad que da la literatura de crear un mundo totalmente significativo desde sí mismo. Alguien que ya está conociendo el gozo de entrar en un sombra todopoderosa, la sombra del lenguaje que aclara porque ordena y a la que renuncian muchos seres humanos en favor de un realismo visual tan tramposo como ingenuo.